Francia en Maastricht
El primer ministro de Francia, Alain Jupp¨¦, se tambalea bajo los golpes que le propinan los empleados de los servicios p¨²blicos y los estudiantes de las universidades p¨²blicas, porque estos privilegiados rechazan, en lo que les toca, el recorte del gasto p¨²blico que conllevan los criterios de Maastricht. Estos disturbios no son una rareza de Francia, pa¨ªs culto y pr¨®spero pero sujeto a revueltas revolucionarias como las de Mayo del 68. Son s¨ªntomas de una enfermedad de nuestras democracias: la utilizaci¨®n del voto popular en defensa del privilegio social. Francia se ha comprometido pol¨ªticamente a entrar en la Uni¨®n Monetaria en 1999. Para ello tiene que haber. cumplido a finales de 1997 los cuatro criterios del Tratado de la Uni¨®n Europea, incluido el de no permitir que el d¨¦ficit presupuestario pase del 3% del PIB. En estos momentos es equivalente a un 5%. La suma de tal d¨¦ficit a reducir en dos a?os, tanto con un aumento de impuestos y contribuciones, como con una reducci¨®n del gasto, se eleva a 154.000 millones de francos, equivalentes a 3,86 billones de pesetas. No es moco de pavo la tal reducci¨®n. Se han declarado en huelga los sindicatos del transporte por aire, tierra y mar (transporte que, con excepci¨®n del autom¨®vil, la bicicleta y el tranv¨ªa de San Fernando es, para desgracia de Francia, p¨²blico). No consienten esos trabajadores que, para reducir el gasto p¨²blico, se toquen sus derechos de jubilaci¨®n ni sus condiciones de trabajo; y se han convertido adem¨¢s en abanderados del servicio p¨²blico de salud, que monsieur Jupp¨¦ quiere cueste menos al Estado.Otros empleados tambi¨¦n p¨²blicos, como los de Correos y los de ?l¨¦ctricit¨¦ de France, secundan la huelga.Los estudiantes de la Universidad p¨²blica se han lanzado a la calle para reclamar un plan de ayudas de 2.000 millones de francos destinado a aumentar el n¨²mero de aulas y de profesores, en vez de los 200 millones que ofrece el Gobierno. Naturalmente no hablan de un aumento de tasas para pagar el incremento del gasto. Ya saben mis lectores que cuando digo "p¨²blico" quiero decir "del p¨²blico". Al parecer , los sindicatos franceses no saben que la electricidad, el correo, las l¨ªneas a¨¦reas, los ferrocarriles o las universidades en cuesti¨®n, pertenecen al p¨²blico y no a los sindicatos ni a los alumnos, excepto en la medida en que contribuyan a su mantenimiento pagado por los servicios que reciben. Les tranquilizar¨¢ saber que, en mi opini¨®n la actitud de todos estos privilegiados no se debe a su maldad intr¨ªnseca. Se debe a que est¨¢n acostumbrados a la idea de que esos privilegios son "conquistas del proletariado", derechos que les debe la sociedad. Creen, por ejemplo, que el Estado franc¨¦s, es decir los contribuyentes, tienen la obligaci¨®n de cubrir el d¨¦ficit de la Seguridad Social por insuficiencia de cotizaciones, d¨¦ficit que suma la no despreciable cantidad de 250.000 millones de francos, unos 6 billones y medio de pesetas.
Las condiciones de Maastricht buscan imponer una limitaci¨®n, por as¨ª decirlo, constitucional a las transferencias gratuitas del dinero de los contribuyentes a grupos con especial poder pol¨ªtico. En ese sentido, son un intento de atar las manos del poder que las minor¨ªas ejercen por el deseo de los pol¨ªticos de reunir votos. Los Gobiernos deben derivar su poder de la voluntad popular. La tragedia de las democracias modernas reside en que nadie en el fondo quiere que los, impuestos (o lo que a la postre es lo mismo, la inflaci¨®n y la deuda p¨²blica) aumenten sin parar para que engorden, no los desvalidos de la fortuna, sino los grupos de presi¨®n que no padecen tanta necesidad. No me digan, por favor, que los empleados de las empresas p¨²blicas viven peor que sus pares del mundo del trabajo, ni que los universitarios que mejoran su capital humano a costa de los impuestos de la gran mayor¨ªa inculta, son unos desheredados de la fortuna. Como creo que los ciudadanos podr¨ªan entender esto si se les explicara, lamento la campa?a electoral populista con la que monsieur Chirac consigui¨® ser elegido presidente. Y lamento que, por falta de claridad del proceso electoral, tengan que venir de fuera a dictarnos nuestra obligaci¨®n, sobre todo por el peligro de que hagamos huelga contra la Fr?ulein de Bruselas.
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