La imposible ense?anza del olvido
La escuela de Celic lucha por recuperar la normalidad entre las heridas de la guerra
En Celic, norte de Bosnia, los ni?os ya no van en zig zag a la escuela. El acuerdo de Dayton les permite el lujo de la l¨ªnea recta. Mirando a un frente que se embosca a una veintena de metros en nieves abundantes y recient¨ªsimas. Desde la tercera planta del colegio, a la que mordisquearon el techo las granadas serbias con empe?o de roedor, se distinguen las trincheras, la gente..., el enemigo. La ventana por la que se?ala Mensur Sadic, el director, conserva restos de cristal en forma de pu?al. El suelo, desmigado, est¨¢ repleto de excrementos de palomas. En la antigua sala de profesores, un libro ca¨ªdo sobresale de la suciedad. Es un manifiesto del Comit¨¦ Central del Partido Comunista de Bosnia-Herzegovina. De octubre de 1986. Una reliquia. En el descansillo, del que parte una escalera de losetas verdes, cuelga de la pared un busto de Tito manchado por un hilo blanco proveniente de la gotera del techo. Est¨¢ irreconocible. Igual que su pa¨ªs.La nueva sala de profesores, a ras de tierra, encierra a ocho entusiastas, dos de ellos mujeres. "Gracias a las ayudas de Unicef`, los ni?os tienen cuadernos y bol¨ªgrafos", afirma Mensur Sadic. El Gobierno bosnio, ocupado en la gran pol¨ªtica, no tiene ni tiempo ni medios para enviarles libros de texto, lo que m¨¢s necesitan. Los profesores se afanan sobre un mapa al lado de un peri¨®dico viejo con la foto de los tres presidentes, bosnio, croata y serbio, en Dayton. "No es un mapa oficial, pero es la primera versi¨®n que recibimos y queremos conocer qu¨¦ va a pasar aqu¨ª con nuestras l¨ªneas del frente", afirma Sadic.
Son 350 alumnos, todos musulmanes, y 12 profesores, ocho fijos y cuatro que van y vienen. "El mayor problema que tenemos es que la guerra ha reducido la capacidad de concentraci¨®n de los ni?os. No son j¨®venes normales. Han sufrido much¨ªsimo. Por eso las clases no duran m¨¢s de 45 minutos. Aguantar m¨¢s tiempo les resulta imposible", explica Mujaga Ajid, uno de los profesores. "La guerra est¨¢ muy presente en todos ellos. Las redacciones o los dibujos son de un realismo tremendo", apunta la profesora Mehmedalija Zekija.En la escuela no hay calefacci¨®n. S¨®lo algunas estufas viejas y algunas maderas mojadas por la nieve. Tampoco hay agua ni luz. De las 15 aulas, s¨®lo cinco son habitables. En la ala de profesores hay una bandera bosnia y un escudo de Celic. Algunos librajos, pocos. Una tetera en desuso y un torso anat¨®mico que deja los intestinos de pl¨¢stico al aire. Parece una gu¨ªa de esta guerra.
"Nunca hemos ense?ado a los ni?os el odio. Pero habr¨¢ sentimientos que jam¨¢s se podr¨¢n tapar", asegura el director del colegio. "Nunca ense?aremos a odiar, pero tampoco podemos ense?ar a olvidar", a?ade. Mehmedalija interviene: "El mayor problema se presentar¨¢ ahora con la paz. Es como cuando uno se hace una fractura, en caliente no duele tanto; es luego cuando descubres su verdadera gravedad. Es lo que nos va a pasar con esta guerra".
Junto a unas taquillas de madera reventada y un gimnasio destechado el director confiesa: "Me gustar¨ªa poder en se?ar pronto educaci¨®n f¨ªsica y m¨²sica. Ser¨ªa la se?al de que la paz ha llegado".A la escuela de Celic, como a Bosnia-Herzegovina, no le basta con la ausencia de disparos, necesita m¨¢s. Precisa de mucha reconstrucci¨®n y paciencia. Algo de memoria y olvido. Tal vez de inmerecido perd¨®n.
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