La Fundaci¨®n Comillas y el futuro de la cultura espa?ola
Para cualquier persona m¨ªnimamente informada de nuestra historia cultural, el nombre de Comillas evoca un pasado de cierta grandeza. Desde el siglo pasado, el topon¨ªmico de la villa c¨¢ntabra se ha visto asociado a una universidad teol¨®gica de primer rango, la m¨¢s prestigiosa, en su momento, de Espa?a y de toda Iberoam¨¦rica. Ahora, como resto de alg¨²n naufragio, de una emigraci¨®n hacia tierras m¨¢s alejadas de la marejada (la universidad pontificia se ha guarecido en Madrid), sobre el alto promontorio de Comillas ha quedado varado el nav¨ªo inveros¨ªmil de un edificio original, sorprendente y ¨²nico en la arquitectura c¨¢ntabra.Quien lo contemple en uno de esos d¨ªas de sol o de bruma del mar Cant¨¢brico apenas acertar¨¢ a sospechar que, de momento, ese edificio se ha quedado sin alma. Vac¨ªo de estudiosos, es ahora una simple sombra de s¨ª mismo, un recuerdo eminente de que los caminos de la historia no suelen respetar los designios. El viajero tender¨¢ a verlo como una ruina, como un vestigio, como algo irremediablemente ido para siempre. Este edificio es, en s¨ª mismo, una par¨¢bola filos¨®fica, una meditatio mortis, como quer¨ªa Spinoza.
Sin embargo..., siempre hay un sin embargo. Tal vez por ser un edificio tan teol¨®gico le convenga m¨¢s que a otros una resurrecci¨®n, una especie de milagro. Y como, al parecer, por aquellas tierras del norte a¨²n quedan hombres con imaginaci¨®n, ha venido a suceder que a Comillas le ha sucedido lo mejor que le puede acontecer a cualquier realidad en trance de extinci¨®n: por Comillas pasa ahora un proyecto, una idea capaz de darle nueva vida y de rescatar su hermosura y ambici¨®n para nuevas navegaciones.
Comillas es, de nuevo, un buque insignia que est¨¢ en el dique seco restaurando sus heridas -del tiempo, que no perdona- a la espera de una nueva singladura intelectual con un nombre que recupera la historia y est¨¢ dispuesto a llevarla hacia adelante: la Fundaci¨®n Comillas, un proyecto de rara estirpe, algo verdaderamente original. Empezar¨¦ por hablar del proyecto y acabar¨¦ por mencionar a sus autores.
Espa?a es la cabeza de una de las dos grandes culturas de este siglo, y esto no lo dice cualquiera, lo dijo con envidia Fran?ois Mitterrand en la tribuna nada secreta de Estrasburgo. A lo peor sucede que los espa?oles no acertamos a explotar debidamente esta baza tan singular, pero, desde luego, deber¨ªamos ponernos a ello con denuedo. Pues bien, la Fundaci¨®n Comillas est¨¢ al servicio de algo que necesitamos y no tenemos, un centro de pensamiento qu¨ªmicamente puro, un lugar para estudiar y trabajar, para que los creadores del mundo entero vengan a estar con nosotros, a ense?ar y a aprender, un lugar de sosiego y excelencia donde el saber (no la fama ni el dinero) ser¨¢ lo ¨²nico que importe. En todo el ¨¢mbito en que se hablan las lenguas hisp¨¢nicas no existe una instituci¨®n como la que la Fundaci¨®n Comillas promueve ahora. El mundo anglosaj¨®n tiene sus Comillas (Princeton, Fundaci¨®n Rockefeller, centros abundantes, extremadamente prestigiosos), y lo mismo pasa con la cultura francesa o alemana. Nosotros, los iberoamericanos de ambas orillas, carecemos de un centro para estudios avanzados como el que ahora podemos conseguir con Comillas. Habr¨¢ quien piense (es un decir) que no nos hace falta. Pero para quienes creemos en que la cultura espa?ola e iberoamericana necesita esforzarse para no quedar apartada de las corrientes de la historia del futuro, Comillas es ahora el nombre de una esperanza.
La Fundaci¨®n Comillas no ser¨¢ una universidad (quiz¨¢, tenemos ya demasiadas) ni un foro de cultura m¨¢s o menos epis¨®dica, ser¨¢, por el contrario, un complemento necesario de lo que ya tenemos, un templo del saber genuino, un lugar para pensar y para hacer que el conocimiento sea fecundo y ¨²til para todos. Comillas es un buen nombre, el edificio es todo un s¨ªmbolo y el proyecto merece la pena. ?Qu¨¦ m¨¢s falta? Falta hacerlo, acabarlo, ponerlo en marcha, dotarlo de los medios que le permitan existir y que hagan posible prestigiarlo como el lugar en que se ventilar¨¢n las cuestiones de fondo que m¨¢s nos importan sin que tengan que ser ni noticia ni reportaje del momento: ya saldr¨¢n a la luz cuando maduren y sean eficaces.
Mencion¨¦ antes a los promotores. Han hecho algo m¨¢s que pensar: con el apoyo inicial de Caja Cantabria (a veces, tambi¨¦n los banqueros saben apostar por el futuro) y bajo la batuta de Felipe G¨®mez Pallete, se ha concitado el apoyo de entidades de gran importancia que han sabido ver lo que a¨²n no hab¨ªa, pero pod¨ªa llegar a ser. La Unesco (que acogi¨® en Par¨ªs la presentaci¨®n internacional del proyecto), con Federico Mayor a la cabeza, el Banco Interamericano de Desarrollo y la Uni¨®n Europea (Enrique Iglesias y Manuel Mar¨ªn, respectivamente, tambi¨¦n estuvieron en Par¨ªs) o la multinacional IBM se han comprometido ya en el desarrollo del proyecto. Son muchas tambi¨¦n las personas prestigiosas y clarividentes (como Jes¨²s de Polanco, Marcelino Oreja, Florencio Lasaga o Michel Camdessus) que han dedicado su tiempo a informarse personalmente sobre esta iniciativa tan inusual y de tan largo alcance. Ahora hace falta que sean m¨¢s los que den el do de pecho para hacer posible lo que es muy necesario.
Un apunte m¨¢s: la Fundaci¨®n Comillas nace desde abajo, desde la sociedad civil a la que tanto se menciona y en la que, con demasiada frecuencia, tan poco se conf¨ªa. No es una iniciativa pol¨ªtica porque, evidentemente, est¨¢ al margen de cualquier contienda y apuesta por algo que est¨¢ m¨¢s all¨¢ de los calendarios electorales. Estoy seguro de que esto no ser¨¢ obst¨¢culo para que quienes tienen que tomar decisiones a favor del beneficio com¨²n se retraigan, porque del futuro de Comillas depende un diagn¨®stico sobre nuestra capacidad com¨²n de iniciativa y de grandeza.
Despu¨¦s de unos largos meses de gestaci¨®n eficaz e inteligente, el proyecto de la Fundaci¨®n Comillas est¨¢ empezando a aflorar, a ser conocido por la opini¨®n p¨²blica; es seguro que en el futuro inmediato se hablar¨¢ m¨¢s de Comillas porque llegar¨¢ a ser una realidad de la que todos podremos sentirnos, con justicia, orgullosos.
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