Tras los pasos de Roosevelt... y de Reagan
EE UU entra en su a?o electoral sin un claro favorito, pero con Clinton a la cabeza
Bill Clinton, virtualmente condenado hace pocos meses a ser un presidente de un solo mandato, est¨¢ ahora copiando el modelo de la segunda campana electoral de Ronald Reagan, que gan¨® en 1984 todos los Estados menos uno, para conseguir arrasar en 1996 y convertirse en el primer presidente dem¨®crata reelegido desde Franklin D. Roosevelt. Eso son, por supuesto, sus planes, no los de sus rivales republicanos ni los de algunos analistas y expertos. EE UU entra, en realidad, en su a?o electoral sin un claro favorito para ocupar la Casa Blanca, pero con la promesa de una dura batalla en la que no s¨®lo se decidir¨¢ el nombre del pr¨®ximo gobernante, sino la pol¨ªtica y el modelo de Estado con el que la primera potencia mundial abordar¨¢ el pr¨®ximo siglo.A mes y medio del comienzo de las primarias y a 11 de las elecciones presidenciales, Bill Clinton ha aumentado, ciertamente, su popularidad en las encuestas. M¨¢s de un 50% de norteamericanos respalda en estos momentos su gesti¨®n, y el presidente dem¨®crata aventaja en 10 puntos a su m¨¢s probable rival republicano, Bob Dole. Pero eso no es todav¨ªa garant¨ªa de una victoria. A comienzos de 1980, Jimmy Carter aventajaba a Ronald Reagan por casi treinta puntos. En 1988, Michael Dukakis estaba por delante de George Bush. Y en la primavera de 1992, Bush gozaba de una amplia distancia sobre Clinton. Los tres favoritos acabaron siendo derrotados.
Hay, adem¨¢s, algunas encuestas que no son positivas para Clinton. Seg¨²n un sondeo de Times-Mirror, cuando se pregunta a los norteamericanos si Clinton merece un segundo mandato, s¨®lo un 42% responde que s¨ª, mientras que un 44% anuncia en esa encuesta que no votar¨¢ por el presidente en las elecciones de noviembre.
Con estos datos, seg¨²n un editorial del diario The Wall Street Journal, "es dif¨ªcil imaginar una victoria de Clinton en un enfrentamiento de s¨®lo dos candidatos". Con un tercer candidato -para eso hay que esperar a saber qu¨¦ es lo que decide Ross Perot- se producir¨ªa una cierta dispersi¨®n de los votos republicanos, y el triunfo de Clinton ser¨ªa m¨¢s probable.
Para The Wall Street Journal y algunos comentaristas conservadores, la revoluci¨®n republicana que se manifest¨® en las elecciones legislativas de 1994 no est¨¢ ni mucho menos agotada y va a continuar en 1996. En el debate de ideas que se presenta, los republicanos, seg¨²n esta versi¨®n, tienen propuestas m¨¢s originales y realistas que hacer y, por tanto, ganar¨¢n la confianza del electorado.
Uno de los inconvenientes de esa teor¨ªa es que ninguno de los actuales candidatos, republicanos representa la revoluci¨®n de 1994. Ni Dole, demasiado prudente y experimentado -sin mencionar que es tambi¨¦n demasiado viejo-; ni Lamar Alexander, demasiado desconocido; ni Richard Lugar, demasiado moderado; ni Pat Buchanan, demasiado radical; ni Steve Forbes, demasiado rico. El ¨²nico, quiz¨¢, que se adapta al molde dibujado por Newt Gingrich es el senador de Tejas Phil Gramm, pero es dif¨ªcil imaginar una victoria de Gramm frente a Dole en la convenci¨®n republicana.
La campa?a de Clinton, en todo caso, parece haber llegado a, la conclusi¨®n de que el electorado no decide sobre ideas, sino sobre actitudes y personalidades. "Lo importante no es la campana en s¨ª, sino la imagen que d¨¦ el presidente, c¨®mo se manifieste, su capacidad de actuar de forma presidencial. ?se es el modelo", opina Ann Lewis, vicedirectora de la campana para la reelecci¨®n de Clinton.
Esa es la conclusi¨®n que los asesores del presidente han extra¨ªdo de los ¨²ltimos meses de actividad pol¨ªtica en Washington. Clinton ha ganado popularidad b¨¢sicamente por haber demostrado firmeza en la negociaci¨®n del presupuesto y en el env¨ªo de tropas norteamericanas a Bosnia. Este ha sido, sin duda, el a?o en el que menos iniciativas han surgido de la Casa Blanca. De hecho, ninguna significativa. Ha bastado mantener una pose presidencial y evitar los errores del pasado para que Clinton recupere algunos de los apoyos perdidos.
En opini¨®n de Ann Lewis, ¨¦sa es la lecci¨®n que se extrae tambi¨¦n de anteriores campanas electorales. En concreto, de la de Reagan en 1984. "Hicieron", afirma en relaci¨®n a los directores de aquella campa?a, "uno de los mejores trabajos que se recuerdan en la historia, porque comprendieron que la reelecci¨®n es un juicio al presidente".
Ese juicio al presidente puede serle favorable a Clinton en algunos Estados claves para la victoria electoral, como Florida -donde el fuerte contingente de jubilados ha mostrado simpat¨ªas por la pol¨ªtica de la Casa Blanca contra los recortes a sus ayudas Sanitarias- y California, donde el gobernador republicano, Pete Wilson, ha desprestigiado a todo el republicanismo. Pero el juicio no le favorece en la mayor¨ªa de los Estados del Sur que Clinton gan¨® en 1992.
Clinton ha conseguido, en todo caso, su primer gran ¨¦xito antes de que la campa?a electoral comience siquiera: por primera vez en el ¨²ltimo medio siglo un presidente dem¨®crata no encuentra competencia en su propio partido a la designaci¨®n. Salvo que el activista negro Jesse Jackson cambie de opini¨®n en el ¨²ltimo momento, ninguno de los rivales de Clinton en el Partido Dem¨®crata se ha atrevido a desafiarle. Aunque con reservas, el presidente ha conseguido anular a quienes se le opusieron desde la izquierda por defender el Tratado de Libre Comercio y a quienes se le opusieron desde la derecha por no atacar con suficiente agresividad el d¨¦ficit.
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