Henry Fonda, un rostro que identifica el cine
Siempre es de agradecer la programaci¨®n de un ciclo de pel¨ªculas de Henry Fonda y m¨¢s si ese ciclo contiene una obra del calibre de El d¨ªa de los tramposos, una de las mejores del gran Mankiewicz; y en ¨¦l est¨¢ incluido el rar¨ªsimo western-pesadilla de Sergio Leone Hasta que lleg¨® su hora, que son, junto a Fort Apache, las tres grandes creaciones de malo que hizo este bueno por excelencia del cine. Pero, aparte de la rareza e incluso la singularidad de sus interpretaciones en esas dos pel¨ªculas, la selecci¨®n que desde hoy ofrece La 2 no parece la m¨¢s sugerente de las varias posibles.La obra de Fonda es vasta e incluye creaciones de irrepetible talento junto a otras que son simplemente buenas o aceptables; pero eso s¨ª, nunca malas: siempre hab¨ªa en la bocamanga de Fonda una carta escondida que daba a sus creaciones menos estimulantes un toque de distinci¨®n y un destello de vigor. En la informaci¨®n que TVE ofrece acerca de su ciclo presenta a Fonda como un rostro que identifica a obras maestras como Las uvas de la ira, Falso culpable, Doce hombres sin piedad, Jezabel y Las tres noches de Eva. Y pod¨ªa haber a?adido la citada Fort Apache, El joven Lincoln, Incidente en Ox Bow, Tierra de audaces, El regreso de Frank James, Pasi¨®n de los fuertes, Tempestad sobre Washington, En el estanque dorado, por la que al final de su vida le dieron un ¨®scar. Pero ninguna de estas pel¨ªculas va en el ciclo, lo que indirectamente es un reconocimiento del bajo list¨®n con que ha sido elaborada esta selecci¨®n, que comprende, adem¨¢s de las dos citadas arriba Los desbravadores, Sed de triunfo, El destino tambi¨¦n Juega, La p¨ªcara soltera, Brigada homicida, Cazador de foragidos, Una bala para el diablo y Casta invencible. Todas interesantes, pero al contrario que las referidas ausentes, casi todas prescindibles, pues ninguna es identificadora de la enorme aportaci¨®n de Fonda al cine.
?Que hay de irrepetible y de inquietante en este hombre de aspecto bondadoso y aparentemente inexpresivo, ante el que se tiene la tentaci¨®n de pensar que no interpreta cuando lo hace, sino que se limita a ser estatua ante la c¨¢mara? La pregunta enuncia una respuesta al misterio de su quietud cercana a la pasividad: Fonda, interpreta lo m¨ªnimo y en cambio emplea a destajo la inmovilidad y la sensaci¨®n de inminencia, de modo que su talento fluye desde la contenci¨®n, de dentro a fuera, a trav¨¦s de una mirada penetrante en la que hay destellos de la ambig¨¹edad que le permiti¨®, siendo un hombre bueno institucional en el cine de Hollywood, encarnar con poder de convicci¨®n esos aludidos malos, llenos de fr¨ªa (y por ello doblemente brutal) violencia. Fonda parec¨ªa no necesitar el gesto: le bastaba mirar para ahorrar la ret¨®rica de la gestualidad, milagro que muy pocos han logrado en su oficio.
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