El poder y la muerte

La larga agon¨ªa de un magnate: del poder a la ceniza, del dominio a la nada. Con cierta edad, el espectador establece la clave de la dictadura, de la decadencia f¨ªsica y moral del dictador mientras el imperio, en lugar de ir hacia Dios, va hacia la nada, y a los que han de salvarlo y continuarlo se les va de las manos. Con algo m¨¢s de edad, el espectador encuentra demasiados s¨ªmiles cotidianos en los que el todo se convierte en nada. Puramente humanos. No hay, sin embargo, que buscar claves. El t¨ªtulo y el di¨¢logo son suficientemente expresivos: la escritura es clara y directa, y la interpretaci¨®n es excelente en el protagonista, Francisco Vidal, con el gesto y la voz puestos en el sufrimiento de sus ¨²ltimos momentos y en el dolor de no poder ser; lo es su replicante, Alberto de Miguel, y lo son los j¨®venes y menos j¨®venes que ha reunido Guillermo Heras, de cuya destreza de director no se ten¨ªa suficiente conocimiento: fue bueno en la Sala Olimpia, pero su calidad parec¨ªa envuelta por el dinero del Estado, la decisi¨®n de la obra, la capacidad de montar incluso contra el p¨²blico; lo es tambi¨¦n cuando la aventura es pobre y aut¨¦nticamente marginal, no con la invenci¨®n de una vanguardia dirigida.