El desapego
Este pa¨ªs tiene fama de pa¨ªs individualista. Pero s¨®lo dentro de este pa¨ªs. Fuera de Espa?a muy pocos pueden creer en ello. Los ¨²ltimos datos sobre donaci¨®n de ¨®rganos para trasplantes sit¨²an de nuevo a los espa?oles en el primer lugar del mundo. Se donan dos veces m¨¢s numero de pulmones, corazones, ri?ones o h¨ªgados que la media de la Uni¨®n Europea. Tan solidarios que nos parecen los dem¨¢s y no nos llegan ni a la mitad de la estatura. Sea en la pugna por el 0,7%, sea aportando provisiones para pa¨ªses damnificados, pocas naciones se movilizan con mayor af¨¢n. ?A qu¨¦, pues, esa leyenda? Efectivamente, s¨®lo una quinta parte de la poblaci¨®n est¨¢ afiliada a asociaciones, desde los sindicatos a los partidos, pero no faltan razones para ello. Si este pa¨ªs ha venido dando la impresi¨®n de poco cooperante es porque la gente ha gozado poco comprobando la eficacia de sus acciones colectivas. En Estados Unidos, donde s¨ª son muy individualistas, un ciudadano, llama a la polic¨ªa porque est¨¢ oyendo una pelea mortal en el piso de al lado y ve c¨®mo la polic¨ªa acude a detenerla. Con eso se siente eficaz. Aqu¨ª la gente denuncia mil veces que hay tr¨¢fico de. drogas por el barrio y la polic¨ªa sigue dejando hacer. Denunciar un robo, un abuso sexual, presentarse como testigo, ac¨¢ba causando tantas molestias y en redos que disuaden de continuar haci¨¦ndolo. La culpa es institucional, no individual. Probablemente ninguna comunidad podr¨ªa hacer una manifestaci¨®n m¨¢s inequ¨ªvoca de su fe en el provecho de ser cuerpo so cial que aquella capaz de entregar sin competencia el mayor surtido de fragmentos de su propio cuerpo. No es, pues, una insolidaridad constitutiva lo que sofrena las colaboraciones espa?olas, sino el fundado rece lo de que, en muchos casos, colaborar aqu¨ª es, parad¨®jicamente, aumentar el desapego.
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