El noventa y ocho
Parece que ha transcurrido ya el tiempo suficiente para que los espa?oles puedan analizar con serenidad los desastres del 98. Para las generaciones j¨®venes, aquellos episodios de la guerra con Estados Unidos quedan casi tan lejos como los de la guerra contra Napole¨®n. En cambio, para mis abuelos, que los vivieron plenamente, fueron el trance m¨¢s desolador de su vida, y para mis padres, motivo de asombro y meditaci¨®n de sus primeras mocedades. En mi recuerdo existe lo que o¨ªa contar a mi madre sobre el regreso de los soldados de Cuba tras la derrota, que desembarcaban en Cartagena, miserables, con sus trajes, ya andrajosos, de rayadillo, muchos de ellos, cojos o mancos, y casi todos con el rostro macilento por el hambre y las epidemias que padecieron en la manigua cubana. A lo que uno el haber visto de ni?o, un d¨ªa, al viejo general Weyler acudir a su tertulia del caf¨¦ de las Salesas con esa aureola del que ha sido actor eminente de un conflicto famoso.Ser¨ªa muy deseable que esa revisi¨®n desapasionada y objetiva del 98 concitase no a pol¨ªticos, que suelen tergiversar las cosas y que tienen otras m¨¢s urgentes de las que ocuparse, sino a pensadores pol¨ªticos, a polem¨®logos y a historiadores de ambos lados de los mares. Felizmente, respecto a los temas cubanos, existe un historiador cubano de primera magnitud, el profesor Manuel Moreno Fraginals, actualmente en la Florida International Un?versity de Miami, despu¨¦s de haber trabajado en La Habana, en el Colegio de M¨¦xico, en Madrid y en Barcelona. Su libro Cuba-Espa?a / Espa?a-Cuba -ya rese?ado en este peri¨®dico por la autorizada pluma de Josep Fontana- describe esa historia com¨²n desde el nacimiento e invenci¨®n de Cuba hasta las consecuencias del 98, que "no cercena ron el proceso de espa?olizaci¨®n de la sociedad cubana", hoy seguramente detenido por esa falsificaci¨®n del pasado a la que son tan propensas todas las dictaduras que en el mundo han sido.
Siempre me he preguntado por qu¨¦ Cuba no se independiz¨® cuando lo hicieron, una tras otra, las dem¨¢s colonias americanas. Moreno Fraginals nos da las dos elementales razones que lo explican: "Primera: porque, en el momento de la independencia americana, Cuba tiene una alt¨ªsima poblaci¨®n esclava, casi toda africana, y la experiencia colonial (Saint Domingue) hab¨ªa se?alado que una guerra entre los amos conduce indefectiblemente a una sublevaci¨®n esclava y a la ruina de la riqueza basada en la esclavitud. Segunda:. porque, bajo el antiguo r¨¦gimen, la sacarosacracia criolla era Gobierno de facto y carec¨ªa, por tanto, de razones para ejercer la violencia. Y Cuba", a?ade, "no s¨®lo no se independiz¨®, sino que ofreci¨® una ampl¨ªsima colaboraci¨®n en la lucha contra los revolucionarios americanos y, aun m¨¢s, en la organizaci¨®n de expediciones de reconquista de Am¨¦rica" Esto explica por a?adidura -a mi juicio- que el presidente mexicano Porfirio D¨ªaz, en sus conversaciones con Jos¨¦ Mart¨ª despu¨¦s del grito de Baire, hiciese o¨ªdos sordos a la posibilidad que el gran l¨ªder le suger¨ªa de, anexionar Cuba a M¨¦xico si la prolongaci¨®n de la guerra hiciese inevitable la intervenci¨®n de Estados Unidos.
Lo primero para la celebraci¨®n del centenario del 98 es dejar claros los hechos, los cuales, naturalmente, no pueden resumirse en un art¨ªculo. Ya he contado en mi Historia probable de los Spottorno las cartas que escribi¨® el almirante Cervera a su primo pol¨ªtico, mi abuelo Juan Spottorno, del Cuerpo Jur¨ªdico de la Armada, pronosticando cuanto iba a suceder si la escuadra espa?ola, en lamentable estado material, se enviaba a las Antillas, y rog¨¢ndole que guardase esas cartas "sobre nuestro estado para entrar en una guerra con Estados Unidos por si alg¨²n d¨ªa era preciso sacarlas a luz en defensa de mi memoria o m¨ªa propia", como as¨ª sucedi¨®. Y si fue un ¨¦xito la arribada de la flota a Santiago de Cuba, burlando la vigilancia yanqui que la esperaba cerca de Puerto Rico, fue una terrible cat¨¢strofe la salida de aquella ratonera, cumpliendo con heroico sacrificio las ¨®rdenes del capit¨¢n general de Cuba, el general Blanco. Nada refleja mejor la expectativa del pueblo espa?ol sobre las tribulaciones de nuestra escuadra que este relato de Ram¨®n G¨®mez de la Serna en su extraordinaria Automoribundia: "Un d¨ªa de aquel tiempo, eran las tres de la tarde, estaba al balc¨®n de la sala subido en sus zancos de hierro, obsesionado con la guerra con los yanquis, cuando baj¨¦ el escal¨®n de hierro y, como si hubiera tenido un ataque de telepat¨ªa, le dije a mi padre con consternaci¨®n: 'Han tomado Santiago.... hemos perdido la guerra'. En efecto, unas horas m¨¢s tarde apareci¨® el extraordinario de El Imparcial con la noticia catastr¨®fica, final del imperio colonial de Espa?a, que, por ¨²ltimo, iba a respirar sola y tranquila. Desde el ¨¢ngulo de aquel balc¨®n, como ni?o delirante y suicida, mir¨¦ con profunda compasi¨®n la Espa?a que quedaba, virolosa, y me pareci¨® como si la fila de mendigos que a la ca¨ªda del sol se formaba frente al refugio de San Antonio, que estaba frente por frente de mi casa, llegase a ser una hilera interminable... ".
Este p¨¢lpito del que iba a ser el gran genio del humorismo espa?ol demuestra no s¨®lo la extrema sensibilidad de aquel ni?o, sino, precisamente por estar el tema en el mag¨ªn de un chaval, que los espa?oles estaban muy pendientes de la suerte de la escuadra de Cervera, y no de las ver¨®nicas de los diestros de moda. Era el 3 de julio; 13 d¨ªas m¨¢s tarde, el 16 de julio, se firma ba la rendici¨®n de Santiago a las fuerzas norteamericanas, justamente -nos precisa Melchor Fern¨¢ndez Almagro- "a la sombra de una ceiba, ¨¢rbol ya simb¨®lico, puesto que a la sombra de otra ceiba se firm¨® (10 a?os antes) la paz del Zanj¨®n..., si bien ahora con muy otra significaci¨®n para la doloros¨ªsima y ensombrecida Espa?a".
Como me se?al¨® hace a?os el almirante ?lvarez-Arenas -hoy miembro electo de la Real Academia Espa?ola-, los ¨²nicos intelectuales extranjeros que reaccionaron ante el ataque norteamericano fueron, de un lado, Mominsen; de otro, Paul Val¨¦ry. El reciente libro -paradigma de lo que son esas tesis universitarias francesas tan bien trabajadas- de Monique Allain-Castrillo sobre Paul Val¨¦ry y el mundo hisp¨¢nico nos descubre algunas cartas in¨¦ditas del poeta franc¨¦s a amigos suyos, corroborando su protesta. Muy recomendable su lectura.
Pero una vez bien claros los hechos vendr¨¢ la hora de su interpretaci¨®n y de sus causas. Porque, como he dicho en un libro-homenaje a otro historia dor notable, el venezolano Guillermo Mor¨®n, la historia -es decir, eso que le ha pasado al hombre en su andar por el tiempo, en lo que ¨¦l ha participado, vulgar o genialmente, a veces como criminal a veces como h¨¦roe es una realidad que no obedece ¨¢ las reglas de la l¨®gica ni a la ley de los grandes n¨²meros, como ocurre en la f¨ªsica porque influyen en ella las pasiones humanas, la suerte o la adversidad, el genio singular de una mujer o de un var¨®n, los es fuerzos creadores de un pueblo... y las revelaciones de los dioses, Por eso, conocer la ver dad de la historia resulta siempre dif¨ªcil.
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