Art 96 se vuelca en los artistas brit¨¢nicos
No se respiran este a?o aires internacionales en la feria de arte londinense Art 96, inaugurada ayer en la capital brit¨¢nica. Tras la t¨ªmida incursi¨®n europea de la edici¨®n del a?o, pasado -con seis galer¨ªas belgas-, los organizadores de la primera -en orden cronol¨®gico- feria de arte del a?o han decidido apostar por el talento brit¨¢nico casi en exclusiva. Pese a la brillatez de la inauguraci¨®n, que tuvo a Paloma Picasso como musa, la de este a?o se presenta como una exposici¨®n de dimensiones m¨¢s reducidas, enfocada a promover a los j¨®venes talentos pl¨¢sticos del pa¨ªs. En total, 83 galeristas -frente a los m¨¢s de 90 del a?o pasado- y unas 10.000 obras de arte se ofrecen al visitante a modo de aperitivo de la temporada art¨ªstica, con precios que oscilan entre las 15.000 pesetas y los 10 millones de pesetas.Damien HirstTalentos brit¨¢nicos no faltan desde luego en la exposici¨®n. White Cube, la galer¨ªa de Jay Jopling, marchante de la m¨¢xima estrella pl¨¢stica del momento en el pa¨ªs, Damien Hirst, exhibe trabajos de 23 artistas, incluido el propio enfant terrible, y ¨²ltimo ganador del Premio Turner. Junto a la serie de fotograf¨ªas er¨®ticas de Nobuyoshi Araki cuelga una obra de Hirst. "Ya est¨¢ vendida", comenta orgullosa la joven que atiende al p¨²blico en la White Cube. Un an¨®nimo comprador ha pagado alrededor de un mill¨®n y medio de pesetas.Nadie sabe todav¨ªa c¨®mo responder¨¢ el p¨²blico -se esperan unos 30.000 visitantes- a este reclamo comercial y colorista de Art 96. En la lista de galer¨ªas no faltan algunas de las m¨¢s importantes del panorama londinense, The Fine Art Society, Marlborough, Agnews, Karsten Schubert White Cube.
Sin embargo, por debajo de este esplendor establecido, la prensa brit¨¢nica asegura que el mundo del arte, o, mejor dicho, de marchantes y coleccionistas, est¨¢ cambiando apresuradamente. Una nueva legi¨®n de compradores de clase media con inquietudes culturales ha empezado a sustituir a la vieja escuela de multimillonarios ansiosos de emular a la reina de Inglaterra, due?a de una de las m¨¢s impresionantes colecciones de arte privadas. Tampoco los galeristas se corresponden ya con el viejo estilo del marchante de arte. La relaci¨®n entre el artista y el encargado de vender sus obras se ha purificado de alguna manera, y empieza a ser cada vez m¨¢s frecuente el fen¨®meno de galeristas que, lejos de poseer la obra de un artista, administran su patrimonio organizando exposiciones de alquiler en centros especiales.
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