La ci¨¦naga
El sexo es un r¨ªo muy turbulento. Que Andr¨¦ Gide fuera buscando moritos por Argel; que Pasolini merodeara por la estaci¨®n Termini de Roma y se llevara a un putito canalla hasta un descampado de Ostia para hacerse asesinar cruelmente; que un gran arist¨®crata prostituyera a una ni?a de cinco a?os dentro de una ba?era en Sevilla; que un obispo anglicano o cat¨®lico fuera cliente habitual de un bar de ambiente en Viena, o que embarazara a una devota en Dubl¨ªn, o que corrompiera a un ni?o del. coro en el Vaticano, todo eso es parte de la corriente cenagosa que discurre por debajo de las aguas limpias del sexo. Nunca fue motivo de esc¨¢ndalo la prostituci¨®n infantil en una ciudad del sur con palmeras o el comercio de la carne en las esquinas de los lugares b¨ªblicos donde los adolescentes son los trofeos de ¨¦bano que so?¨® el poeta Cavafis. Los cuerpos nuevos han sido siempre muy apreciados desde la noche de los tiempos al margen de las leyes o castigos. S¨®crates y Plat¨®n jugaban con efebos dentro de la t¨²nica; Miguel ?ngel se demor¨® infinitamente esculpiendo los genitales del joven David; los ¨¢ngeles de Caravaggio eran prostitutos que ¨¦l buscaba en el puerto de N¨¢poles. Puede ser pecado o delito, depravaci¨®n o literatura, abyecci¨®n o est¨¦tica, locura o corrupci¨®n, pero el esc¨¢ndalo s¨®lo salta si el nombre del usuario es muy sonoro. Ahora todo el mundo est¨¢ esperando que salga la lista de encausados por la trata de homosexuales menores de edad en ese bar de Sevilla. Habr¨¢ una gran decepci¨®n si en la lista no hay personajes muy conocidos. A la gente le gustar¨ªa que hubiera obispos, generales, magistrados, pol¨ªticos, periodistas, artistas y altos financieros enganchados en esa red, aunque s¨®lo fuera para asomarse al abismo de la locura humana. La pol¨ªtica y la lucha por la ideolog¨ªa no son nada comparado con el doble fondo del alma, con esta corriente tumultuosa del sexo prohibido que hace pasar a grandes personajes en sus aguas cenagosas por delante de nuestra puerta.
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