Racismo jud¨ªo
PARA UNA sociedad como la israel¨ª, fundada por los supervivientes de la mayor persecuci¨®n racial de los tiempos contempor¨¢neos, descubrir s¨ªntomas de racismo en su seno es un hecho terriblemente doloroso. M¨¢xime cuando de esos s¨ªntomas son v¨ªctimas compatriotas y correligionarios. Tras haber encajado con dolor y estupefacci¨®n el asesinato de Isaac Rabin por un joven israel¨ª, Israel vive desde el pasado domingo en estado de choque por la revuelta de los jud¨ªos et¨ªopes de piel negra, los despectivamente llamados falasha en su pa¨ªs de origen.Llevados a Tierra Santa en las legendarias operaciones de rescate de 1984, los 60.000 jud¨ªos et¨ªopes, descendientes, seg¨²n la leyenda, del rey Salom¨®n y la reina de Saba, han soportado numerosas peque?as discriminaciones en la vida cotidiana en su nueva patria. Desde la negativa a que sus hijos se incorporen a determinadas escuelas hasta la asunci¨®n de los puestos m¨¢s duros en el Ej¨¦rcito, pasando por los chistes a su costa, la vida en los peores barrios y el desempe?o de los trabajos m¨¢s duros y peor pagados. Pero la sociedad israel¨ª pod¨ªa tranquilizar su conciencia afirmando que esas discriminaciones obedec¨ªan m¨¢s a razones sociales que estrictamente raciales relacionadas con su condici¨®n de negros y de africanos.
Sin embargo, estas ¨²ltimas han desencadenado la violenta protesta del domingo. Los jud¨ªos et¨ªopes han descubierto que sus donaciones de sangre eran sistem¨¢ticamente rechazadas en los bancos de los hospitales israel¨ªes. No se les negaba la donaci¨®n, pero se la hac¨ªa desaparecer o se la almacenaba con etiquetas se?alando su origen y su presunta peligrosidad. El motivo oficial era su posible contaminaci¨®n con el virus del sida. Dada la procedencia africana de los et¨ªopes, los responsables de los hospitales pensaban que ten¨ªan muchas posibilidades de transmitir el sida.
La sangre es un elemento altamente simb¨®lico en todas las culturas del planeta. Los jud¨ªos et¨ªopes creen que la suya es despreciada porque son negros en una sociedad de blancos. Suman este elemento reci¨¦n descubierto a los padecimientos cotidianos de los ¨²ltimos a?os y sacan la conclusi¨®n de que viven en una situaci¨®n de apartheid. De ah¨ª la rabia y la violencia con la que se manifestaron el domingo en Jerusal¨¦n. El argumento de la mayor peligrosidad de la sangre et¨ªope no es de recibo. El sida no es una enfermedad gen¨¦tica. Los hospitales israel¨ªes deber¨ªan controlar el buen estado de todas las donaciones y no tirar de antemano por el fregadero las de las personas de origen africano.
El dram¨¢tico caso de los jud¨ªos et¨ªopes vuelve a demostrar que ninguna sociedad, ni tan siquiera la constituida por los supervivientes del holocausto, est¨¢ vacunada contra la posibilidad de aparici¨®n de brotes racistas. Absorbidos por la tarea prioritaria de defender su Estado contra el mundo ¨¢rabe, los israel¨ªes, incluidos los progresistas, han cerrado los ojos en las ¨²ltimas d¨¦cadas ante el surgimiento en su pa¨ªs de inquietantes actitudes. As¨ª ha podido florecer el movimiento integrista y totalitario de los partidarios del gran Israel b¨ªblico, que arm¨® con ideas y con pistolas a Yigal Amir, el asesino de Rabin. Y de la misma manera se han generalizado opiniones extremadamente racistas respecto a los vecinos palestinos y ¨¢rabes, presentados sistem¨¢ticamente como traidores, terroristas e ingobernables. Tambi¨¦n los jud¨ªos sefard¨ªes, los procedentes de pa¨ªses ¨¢rabes y musulmanes, han padecido durante las ¨²ltimas d¨¦cadas la arrogancia despectiva de sus compatriotas askenazis, los llegados a Tierra Santa desde pa¨ªses europeos.
Israel es un complejo mosaico y tambi¨¦n la ¨²nica democracia de Oriente Pr¨®ximo. Y los jud¨ªos, uno de los pueblos del planeta, quiz¨¢ el primero, con mayor capacidad para la introspecci¨®n y la autocr¨ªtica. El esc¨¢ndalo de la discriminaci¨®n de la sangre et¨ªope ha sido descubierto por un diario israel¨ª. El sentimiento de culpa de la mayor¨ªa de los israel¨ªes ante la brutal constataci¨®n del racismo sufrido por los et¨ªopes es una nueva prueba de su capacidad para ser los primeros en denunciar y corregir sus errores.
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