Caldo de ars¨¦nico
Arturo Vilaplana relata c¨®mo su esposa le envenenaba para quedase con el piso y el hijo
El secreto estaba en el caldo. Arturo Vilaplana nunca se percat¨® por s¨ª mismo de que la causa de sus sufrimientos estaba en su cuchara. Ten¨ªa par¨¢lisis en brazos y piernas, dolores de cabeza, manchas por todo el cuerpo, v¨®mitos constantes y se le pelaban los dedos de las manos y las plantas de los pies. Tras ser ingresado en cuatro ocasiones en el Hospital Peset Aleixandre de Valencia los m¨¦dicos descubrieron ars¨¦nico en su cabello y en sus u?as. La Polic¨ªa detuvo el martes a su esposa, Remedios P¨¦rez, de 30 a?os, como presunta autora de las recetas mortales."Ahora que lo pienso", recordaba ayer Arturo, en su domicilio, "el caldo de arroz y la manzanilla estaban algo amargos". La perplejidad de los m¨¦dico iba en aumento ante la normalidad de los an¨¢lisis que le practicaban. Pero, como en la novela de, Fannie Flagg, Tomates verdes fritos, la clave del misterio estaba en el ingrediente sorpresa, el matahormigas con el que Remedios confes¨® a la Polic¨ªa haber condimentado los platos de su marido en el ¨²ltimo a?o y medio.
Otras amarguras, sin embargo, dejaban peor sabor que el ars¨¦nico. Cada d¨ªa que pasaba, Arturo, empleado de un comercio, de 36 a?os, se encontraba m¨¢s demacrado, "como un sepulcro blanqueado" cuentan sus vecinos, y lleg¨® un momento en que no pudo valerse por s¨ª mismo. "Lo peor eran los desplantes que me hac¨ªa ella", recuerda sin atisbos de rencor en su voz. Cuando los efectos del ars¨¦nico le privaron de movilidad cuenta que se acostaba vestido porque Reme dios se negaba a ayudarle. "Me llamaba inv¨¢lido y se encerraba en nuestra habitaci¨®n con pestillo", detalla.
Los vecinos de Arturo en el n¨²mero 15 de la calle de Rub¨¦n Vela de Valencia, cerca de la Pis ta de Silla, coincid¨ªan ayer en su car¨¢cter de "muy buena persona" y en que cada d¨ªa lo encontraban m¨¢s p¨¢lido y esquel¨¦tico. "Ella parec¨ªa rara pero ¨¦l es muy bonach¨®n, aunque cada d¨ªa lo ve¨ªa m¨¢s desmejorado", explicaba el vecino del cuarto, Francisco Miralles, de 34 a?os. "La mujer encerraba al hijo [Antonio, de siete a?os] en el balc¨®n y le o¨ªamos llorar durante horas", apunta una vecina.
Un d¨ªa, hace tres meses, el rostro de Arturo recuper¨® el color y empez¨® a andar sin muletas. "?C¨®mo ha mejorado!", le dijo Elisa, propietaria de una florister¨ªa cercana y vecina suya desde hace ocho a?os. "Es que mi mujer ya no me envenena", recuerda que le espet¨® el hombre. Desde noviembre, toda la finca conoc¨ªa el caso de Arturo y algunos conoc¨ªan a Remedios como la viuda negra.
Volver a intentarlo
"Quer¨ªa deshacerse de m¨ª y tener al ni?o", resume el marido. Arturo y Remedios se separaron en febrero de 1992 y el juez le otorg¨® a ¨¦l la guarda y custodia de Antonio. Posteriormente, en febrero de 1993 decidieron "volver a intentarlo" y convivieron hasta hace tres meses en el piso de la calle de Rub¨¦n Vela. El presunto envenenamiento comenz¨® en agosto de 1994, cuando Arturo fue hospitalizado durante dos semanas. Al a?o siguiente, en febrero, agosto y septiembre volvi¨® al hospital v¨ªctima del mismo enigm¨¢tico virus. "Me lloraban los ojos, vomitaba todo y los calambres eran tan fuertes que no pod¨ªa dormir", afirma. En su cuarto ingreso, los m¨¦dicos detectaron una presencia de ars¨¦nico de 15 a 20 veces superior a la normal en su organismo. Su mujer, explica, estaba presente cuando los m¨¦dicos le diagnosticaron el envenenamiento y "ni siquiera parpade¨¦". Desde entonces, asegura que Remedios, no volvi¨® a darle un beso ni a visitarle al hospital. Antes, Arturo afirma que su esposa fue a hablar con la neur¨®loga Pilar Taverner que le atend¨ªa para solicitarle "un certificado de incapacidad para obtener la custodia del ni?o". La negativa fue tajante.
Cuando sali¨® del hospital, el 17 de noviembre, la Polic¨ªa, que comenz¨® a investigar al aparecer el ars¨¦nico, le disuadi¨® de que volviera a su domicilio y se qued¨® en casa de su madre. A pesar de su lastimoso estado, lleg¨® a percatarse de todas las maniobras que, en su versi¨®n, realiz¨® la presunta envenenadora. "Habl¨® con una amiga suya para venderle mi viejo utilitario y ten¨ªa pensado deshauciar a mi madre [Mar¨ªa Gabriel, de 70 a?os] de su piso en la calle de Serrano Flores [cerca del paseo de la Alameda] para pagar la hipoteca de nuestro domicilio con ese dinero", relata Arturo.
Descontenta con las 10.000 pesetas mensuales que recib¨ªa de su marido, Remedios le hizo durante su enfermedad una propuesta alternativa: "25.000 pesetas al mes o d¨¢me el divorcio", cuenta que le dijo.
Hace dos semanas, cuando ella ya sab¨ªa que ¨¦l era consciente del envenenamiento, le anunci¨®: "Ya s¨¦ que no debo estar aqu¨ª, pero hasta que no tengas una orden judicial no me largo". Ahora, al conocer que la juez de guardia dict¨® el jueves prisi¨®n incondicional para Remedios, Arturo ha redactado una nota de despedida para la mujer acusada de intentar matarle. Lejos del odio, en el recibidor, junto a unas bolsas con las pertenencias de su esposa, se puede leer: "Todo ¨¦sto es tuyo, ya est¨¢ todo recogido, que no se te olvide la televisi¨®n y el mando a distancia".
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