No hay paz por separado
COMO A Gregorio Ord¨®?ez hace un a?o, a Fernando M¨²gica Herzog, representante hist¨®rico del socialismo vasco; le han asesinado por sus ideas. En eso consiste el gran salto adelante en la radicalizaci¨®n del conflicto que, seg¨²n los dirigentes de HB y KAS que el otro d¨ªa presentaron la campa?a electoral de su partido, se ha producido en el ¨²ltimo a?o: ahora matan a los candidatos de los dem¨¢s partidos. As¨ª tratan de convencer a los guipuzcoanos de la superioridad de su programa. Pero hay otro motivo, no menor, en la elecci¨®n de la v¨ªctima. A Fernando M¨²gica le han asesinado por ser hermano de Enrique M¨²gica. Mejor dicho: le han asesinado porque no han podido hacerlo con su hermano Enrique, ex ministro de Justicia e impulsor en su d¨ªa de la pol¨ªtica de dispersi¨®n de los presos de ETA, contra la que ahora est¨¢n en campa?a los amigos de los pistoleros.En las anteriores elecciones generales, celebradas en junio de 1993, el partido en cuyas listas figuran los dos hermanos M¨²gica fue la primera fuerza en Guip¨²zcoa, y Herri Batasuna (HB), la segunda. En San Sebasti¨¢n, escenario del crimen de ayer como hace un a?o lo fue del asesinato de Gregorio Ord¨®?ez, el Partido Popular fue, en las municipales de mayo pasado, el partido m¨¢s votado, seguido del PSOE. Herri Batasuna fue el cuarto partido de la ciudad. Cuando los propagandistas de ETA y KAS aseguran que desde el asesinato de Ord¨¢?ez se ha "intensificado el contencioso entre Euskal Herria y el Estado" ocultan que ese pueblo vasco en cuyo nombre pretenden hablar es plural, y que si recurren a la violencia no es porque carezcan de cauces democr¨¢ticos de expresi¨®n, como dicen sus portavoces, sino porque saben que la mayor¨ªa no les sigue, y pretenden imponerse por la fuerza.
En un texto interno de KAS difundido hace un par de meses, los estrategas de la escalada se mostraban orgullosos de que la muerte de Ord¨®?ez hab¨ªa tenido el efecto de despertar y cohesionar a las por entonces desanimadas huestes del radicalismoviolento. Recu¨¦rdese que HB hab¨ªa retrocedido en todas las citas electorales anteriores (locales de 1991, generales de 1993, europeas y auton¨®micas de 1994), que el nacionalismo democr¨¢tico hab¨ªa declarado la guerra al mundo de ETA y HB a ra¨ªz del asesinato del sargento de la Ertzaintza Joseba Goikoetxea y que el propio asesinato de Ord¨®?ez hab¨ªa abierto fisuras en HB.
Tal vez no sea el momento de singularizar. las responsabilidades de quienes, en los meses posteriores, propiciaron la desbandada del frente democr¨¢tico; pero es evidente que esa desbandada se ha producido, que tal cosa ha sido interpretada por ETA y sus amigos como el resultado de pasar de las amenazas a los hechos contra pol¨ªticos en activo y que ello ha favorecido el envalentonamiento de la minor¨ªa violenta. La coincidencia de todo ello con un momento de debilidad del Estado a cuenta de la reactivaci¨®n del caso GAL y su desaforada instrumentalizaci¨®n partidista han contribuido a magnificar sus efectos.
No hay posibilidad de firmar ninguna paz por separado como por momentos ha dado la impresi¨®n de pretender alg¨²n partido o alg¨²n sector de? mismo. Los que ayer mataron a Fernando M¨²gica y hace un a?o a Ord¨®?ez son los mismos que reiteradamente han pretendido acabar con la vida del consejero nacionalista Juan Mar¨ªa Atutxa. ?Qu¨¦ nuevas atrocidades habremos de ver antes de que esos estrategas de la paz por separado comprendan que ser¨¢ dif¨ªcil convencer a los pistoleros de que dejen de serlo mientras se les siga diciendo que la oferta de ETA "sin las amenazas ser¨ªa asumible", que el estatuto "se ha agotado como instrumento pol¨ªtico" que al nacionalismo democr¨¢tico "le inquieta que HB pierda votos"?
En fin, ?qu¨¦ m¨¢s tiene que pasar para que todos los partidos -y los obispos- dejen de hacer distingos sutiles entre violencia ¨²til o in¨²til, discriminada e indiscriminada, y comprendan que la ¨²nica frontera moralmente admisible es la que separa a los dem¨®cratas, sean o no nacionalistas, de los fascistas que asesinan a sus contrincantes?
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