Los locos de Tomislav
Quiz¨¢ el problema estribe en que, como se?ala Robert D. Kaplan en sus Fantasmas balc¨¢nicos, los croatas nunca han ajustado cuentas con su pasado m¨¢s reciente. Es imposible conseguir de las autoridades de Zagreb una reflexi¨®n autocr¨ªtica sobre el r¨¦gimen de los ustachi de Ante Pavelic, que, durante la Il Guerra Mundial, colabor¨® con los nazis y abri¨® en Jasenovac su propio campo de exterminio. En el mejor de los casos, tuercen el gesto y cambian de tema; en el peor, como el del presidente Franjo Tudjman, afirman que en Jasenovac no fueron asesinados tantos serbios, musulmanes, jud¨ªos y gitanos como se dice.Gobierna en Zagreb un nacionalismo virulento, el de Tudjman y su partido HDZ, que ha tenido la habilidad de sustituir los correajes y uniformes paramilitares por los tel¨¦fonos m¨®viles y los trajes de chaqueta italianos. Pasando de puntillas por el cap¨ªtulo de los ustachis, ese nacionalismo entronca, con una berroque?a convicci¨®n croata. Desde el establecimiento por Tomislav del primer reino croata en el a?o 924, estos eslavos meridionales de religi¨®n cat¨®lica se creen el basti¨®n de Occidente frente a los grecoortodoxos, los musulmanes, los comunistas y cualquier otra amenaza procedente de Oriente.
Muy al sur de la llanura de Zagreb, en las monta?as de Herzegovina, semejante ideolog¨ªa ni tan siquiera se toma la molestia de vestirse de seda. All¨ª se expresa en estado puro y duro, incluyendo la reivindicaci¨®n del periodo ustachi. El mundo tuvo una nueva oportunidad de comprobarlo el pasado mi¨¦rcoles cuando cientos de nacionalistas croatas de Mostar intenta ron linchar al administrador europeo de la ciudad, el alem¨¢n Hans Koschnick. Como no lo consiguieron, saquearon las oficinas de la Uni¨®n Europea (UE) y el almac¨¦n de la secci¨®n espa?ola de M¨¦dicos del Mundo. ?Qu¨¦ pecado hab¨ªa cometido Kosclinick? Proponer que uno de los siete distritos de la ciudad, el central, fuera compartido por croatas y musulmanes. "El campo croata", concluy¨® el representante de la UE, "no acepta la reunificaci¨®n de Mostar".
Mostar se extiende a ambas orillas del r¨ªo Neretva. Al oeste, en el feudo croata, ondean los mismos colores de la bandera de Zagreb, se paga en kunas, la moneda de Zagreb, y gobierna el HDZ (Comunidad Democr¨¢tica Croata), el partido de Franjo Tudjman. Al este se sit¨²an los barrios de los musulmanes fieles al Gobierno de Sarajevo, bombardeados en 1992 por los serbios y en 1993 por los croatas. En medio persiste el vac¨ªo dejado por la destrucci¨®n por la artiller¨ªa croata del Stari Most, el Puente Viejo otomano. Y es que para los locos del rey Tomislav, el Neretva es m¨¢s que un r¨ªo, es el muro de Berl¨ªn que separa la Mostar croata de la musulmana y, adem¨¢s, la frontera entre la Gran Croacia y una Bosnia min¨²scula.
Los ultras croatas quieren vivir solos. Para eso desencadenaron la guerra contra sus vecinos musulmanes de Mostar y expulsaron de sus hogares a 30.000. No entienden por qu¨¦ los acuerdos de Dayton reconocen la Republika Srpska creada a sangre y fuego por los serbios de Radovan Karadzic y Ratko MIadic, y no la Rep¨²blica de Herzeg-Bosna que ellos autoproclamaron por el mismo procedimiento y con el socorro de las tropas de Zagreb. Siguen pensando que Bosnia-Herzegovina debe dividirse en tres entidades -croata, serbia y musulmana- y quieren vincular la suya a la Croacia de Tudjman.
Esos tipos son aut¨¦nticos g¨¢nsteres, algunos acusados de cr¨ªmenes de guerra por el Tribunal de La Haya y casi todos dedicados al contrabando de armas, drogas y veh¨ªculos con tanto o m¨¢s entusiasmo que a la guerra y la purificaci¨®n ¨¦tnica. Lo m¨¢s grave es que cuentan con poderosos -padrinos en Zagreb. Cuando, en marzo de 1994, Estados Unidos forz¨® el nacimiento sobre el papel de la Federaci¨®n Bosnio-Croata, Tudjman retir¨® de Herzegovina a Mate Boban y lo instal¨® en Zagreb. Pero, con el visto bueno de Tudjman y de su ministro de Defensa, Gojko Susak, Boban sigue dirigiendo desde Zagreb el llamado lobby herzegovino.
Mostar ha sacado a la luz uno de los grandes eufemismos de Dayton: la Federaci¨®n Bosnio-Croata no existe. Si los norteamericanos y los europeos quieren convertirla en realidad, la puerta a llamar es Zagreb. Tudjman debe ser presionado para que Boban y sus partidarios desaparezcan de la, escena. Si Mostar no es reunificada y si la Federaci¨®n Croata-Bosnia no cuaja, el plan de paz de Dayton puede darse por muerto.
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