Hielo en la sangre
El procesado mantuvo una estremecedora frialdad durante la vista oral
Francisco Garc¨ªa Escalero, de 41 a?os, situ¨® ayer en el olvido sus 11 cr¨ªmenes confesos. "No me acuerdo". Su voz pastosa repiti¨® la coletilla una y otra vez ante el repaso del fiscal y de las acusaciones. El procesado, de pie y con las manos esposadas, s¨®lo ten¨ªa memoria para lo que se ha convertido en la base de su defensa: que actu¨® bajo el efecto del alcohol y las pastillas.
-?Qu¨¦ le dec¨ªan esas voces? -inquiri¨® un abogado de la acusaci¨®n.
-No me acuerdo -respondi¨® Escalero.
-?Ypor qu¨¦ mataba?
-No s¨¦, estaba con pastillas y mucho alcohol.
-?Y por qu¨¦ quemaba los cad¨¢veres? ?No era para evitar que se descubriesen sus huellas?
-No me acuerdo.
Garc¨ªa Escalero respondi¨® levantado hasta que el presidente de la sala, Jos¨¦ Manuel Maza, le indic¨® cort¨¦smente que se pod¨ªa sentar en el banquillo. El llamado mendigo psic¨®pata asinti¨® contento. Reci¨¦n tra¨ªdo de la enfermer¨ªa de Alcal¨¢-Meco -donde permanecer¨¢ mientras dure el juicio-, el asesino confeso mostraba un rostro afeitado y ros¨¢ceo. Parec¨ªa muy sano, e incluso atusado con ese pelo peinado hacia atr¨¢s, con bucles en la nuca y una leve calva en la coronilla.
-?Para qu¨¦ ten¨ªa un cuchillo?
-Para comer.
-?Y acaso no cortaba las yemas de los dedos con ¨¦l?
-No me acuerdo.
El procesado se manten¨ªa impert¨¦rrito ante la cascada de preguntas brutales. Nada se mov¨ªa bajo esa cazadora de cuero negra, los pantalones de algod¨®n verde botella y la camisa granate con florecillas blancas. ?En qu¨¦ pensar¨ªa? S¨®lo ante su abogado se solt¨® un poco y habl¨® de su adolescencia, de cuando a los 14 a?os abandon¨® su hogar y qued¨® preso de la botella.
Beber y beber
"Al principio beb¨ªa un litro de vino, luego fui subiendo [los m¨¦dicos estiman que hasta cinco litros al d¨ªa]. No era consciente de lo que hac¨ªa cuando beb¨ªa, no era yo. Por eso no me acuerdo de nada". Otra vez el olvido y la inmovilidad absoluta en el banquillo. Garc¨ªa Escalero apenas parpade¨® cuando escuch¨® el relato de la violaci¨®n e intento de asesinato de Ernesta de la O, la ¨²nica superviviente de su furia. "Yo s¨®lo la miraba", hab¨ªa comentado con frialdad sobre los hechos antes de ver a su v¨ªctima.El hielo s¨®lo se resquebraj¨® un mil¨ªmetro con la llegada de los psiquiatras -nueve- Mientras le defin¨ªan como un "paradigma de la locura", un "torpe mental", un "fracaso social", un "peligro", Escalero perdi¨® su rigidez y, recogido sobre s¨ª mismo, estrell¨® su mirada contra el suelo.Algo m¨¢s se percibi¨® en ¨¦l cuando entr¨® en la sala su anciana madre, Gregoria, quien, afectada por un persistente temblor, apenas se sosten¨ªa en pie. Entonces, Garc¨ªa Escalero gir¨® la cabeza y dej¨® resbalar su mirada sobre ella. Con lentitud. Luego volvi¨® a su estremecedora quietud.
Al salir de la sala, la madre de una de sus v¨ªctimas le grit¨®: "?Asesino! ??jala te maten como t¨² mataste!". El hombre, escoltado por dos polic¨ªas, mantuvo escondido su rostro bajo su cazadora. S¨®lo se le ve¨ªan las manos, esposadas y tatuadas de filigranas chinas hasta los dedos. Un recuerdo de la c¨¢rcel, un lugar donde no cometi¨® ning¨²n crimen, donde los 10 a?os que pas¨®. Su mejor amigo era el cad¨¢ver de un p¨¢jaro que guardaba en su celda.
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