Color¨ªn colorado...
Diana dijo 's¨ª' al divorcio 15 a?os despu¨¦s del 's¨ª' a Carlos de Inglaterra
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Diana dijo ayer por segunda vez s¨ª a Carlos. El 29 de julio de 1981, en la catedral londinense de San Pablo lo acept¨® como marido. Y ayer, casi 15 a?os despu¨¦s, acept¨® el divorcio. Lo suyo no ha sido un cuento de hadas, ni de pr¨ªncipes y princesas. Ha sido una historia que, como tantas otras al uso, comenz¨® como un cuento y acab¨® entre abogados.Carlos estaba a punto de cumplir los 30 y su madre, la Reina, le lanz¨® un ultim¨¢tum. Ten¨ªa que casarse. El pr¨ªncipe heredero deb¨ªa de asegurar el futuro de la corona con un matrimonio y un hijo. La hija peque?a de lord Spencer fue la elegida. El trabajo de b¨²squeda fue complicado. No hab¨ªa muchas j¨®venes arist¨®cratas, solteras y v¨ªrgenes entre las que elegir. Cuentan que fue una tarde en Clarence House tomando el t¨¦ cuando a la reina madre se le ocurri¨® la idea. En esos momentos charlaba con una de sus fieles damas de compa?¨ªa. "Tu nieta, ?no tiene novio?", dicen que le preguntaron a la abuela de Diana. Los informes sobre la j oven Spencer fueron impecables. Viv¨ªa en un peque?o apartamento con dos amigas. Trabajaba en una guarder¨ªa. No se le conoc¨ªan novios. Y, adem¨¢s, ten¨ªa una salud de hierro.
La primera vez que la vimos fue en una foto robada en la que Diana sosten¨ªa tiernamente a un cr¨ªo en su regazo. Miraba t¨ªmidamente a la c¨¢mara, vergonzosa y sorprendida. Pero el sol le jug¨® una mala pasada. Su larga falda se transparentaba. Diana ten¨ªa unas piernas colosales.
El noviazgo fue corto. Carlos estaba encantado. Sonre¨ªa m¨¢s de lo habitual en sus apariciones. Y la monarqu¨ªa sub¨ªa enteros. La petici¨®n oficial fue en Buckingham Palace. Ella, vestida de azul, luc¨ªa en su mano izquierda un anillo con un enorme zafiro rodeado de brillantes. Londres se engalan¨® para la boda. Televisiones de todos los pa¨ªses conectaron en directo. El r¨ªgido protocolo brit¨¢nico se hizo m¨¢s flexible. Las c¨¢maras de la BBC siguieron el cortejo por las calles abarrotadas de fervientes admiradores, entraron en el templo para ofrecer en directo la ceremonia y hasta estuvieron en Buckingham Palace viendo como los invitados de todas las casas reales del mundo llegaban para el banquete. La ¨²ltima imagen de la jornada fue la de los nuevos esposos subiendo al tren real en la estaci¨®n Victoria. Todo estaba preparado para un historia feliz.
Quince a?os despu¨¦s hemos sabido que no todo era amor. Diana, seg¨²n ha revelado su biografo Andrew Morton, estuvo a punto de dejar plantado a Carlos 48 horas antes de la boda. El motivo: una conversaci¨®n telef¨®nica entre el entonces novio con Camilla Parker Bowles. En ella, el pr¨ªncipe le promet¨ªa amor eterno a su amiga. Al final, Diana, joven, inexperta y enamorada, perdon¨®. Fue la primera sospecha de que el suyo iba a ser un matrimonio de tres. "Y tres ¨¦ramos demasiados", dice Diana.
Guillermo naci¨® un a?o despu¨¦s de la boda y Enrique en oto?o de 1984. Para entonces, Diana ya hab¨ªa intentado suicidarse dos veces. La primera, embarazada, tir¨¢ndose por la escalera de palacio. La segunda, cort¨¢ndose las venas. Tambi¨¦n presentaba s¨ªntomas de anorexia y bulimia. Com¨ªa compulsivamente y adelzagaba cada vez m¨¢s. Pero el suyo era un sufrimiento que no traspasaba los muros de Kensington Palace, donde viv¨ªan los pr¨ªncipes de Gales. De cara a la galer¨ªa, Carlos y Diana eran un feliz matrimonio, con dos rollizos hijos, de piel blanca y cabellos pajizos.
Pero Camilla, que lleg¨® a ser consejera y amiga de Diana, decidi¨® recuperar terreno. No le bastaba la compa?¨ªa de Carlos. Quer¨ªa m¨¢s. Y Carlos, a esas alturas, se hab¨ªa cansado de la peque?a Spencer a la que no le gustaba ni la caza del zorro, ni la arquitectura, ni la pintura. As¨ª que el pr¨ªncipe reanud¨® sus encuentros con su vieja amiga y ¨¦sta, sin rencor, a pesar de que nunca la pidi¨® en matrimonio, le recibi¨® con los brazos abiertos. Los ¨²ltimos a?os han sido de dura batalla. Primero, el libro de Andrew Morton, en el que amigos de Diana contaban el calvario de la princesa. Luego, las cintas de Carlos. Y la reina en palacio, at¨®nita, segu¨ªa el espect¨¢culo. O¨ªa, por ejemplo, como su hijo le dec¨ªa a Camilla que le gustar¨ªa ser "un tampax para estar muy dentro de ella". Diana ten¨ªa a la calle de su parte. Sus apariciones en p¨²blico lo indicaban. Para la gente, ella era la m¨¢s guapa, la m¨¢s joven y la m¨¢s elegante de la rancia familia real.
Los consejeros del pr¨ªncipe, con Nicholas Soames a la cabeza, temerosos de la s¨®lida posici¨®n de la princesa ante la opini¨®n p¨²blica, decideron contraatacar. As¨ª supimos del car¨¢cter d¨¦bil y caprichoso de Diana, de su romance con el capit¨¢n James Hewitt, antiguo profesor de equitaci¨®n de sus hijos, y de sus elevadas cuentas de vestuario.
En diciembre de 1992, el primer ministro brit¨¢nico, John Mayor, anunci¨® que Carlos y Diana se separaban "amigablemente". Ese mismo mes, pero tres a?os m¨¢s tarde, fue el palacio de Buckingham el que emit¨ªa el siguiente comunicado oficial: "Despu¨¦s de considerar la actual situaci¨®n, la Reina escribi¨® al pr¨ªncipe y a la princesa a principio de esta semana y les expres¨® la opini¨®n de que es deseable un pronto divorcio".
Diana acept¨® la separaci¨®n. La busc¨® con el libro de Morton, pero no estaba dispuesta al divorcio y menos a¨²n a separarse de sus hijos. La princesa, con ayuda de su psicoterapeuta, madur¨® a los ojos de los brit¨¢nicos. Viajaba por el mundo como embajadora de su pa¨ªs, apoyaba a la madre Teresa en su obra, se ocupaba de los enfermos de sida, visitaba los hospitales por las noches y ejerc¨ªa de madre moderna. Con vaqueros y una gorra de b¨¦isbol acompa?aba a sus hijos al cine, al parque de atracciones o se los llevaba a jugar a tenis.
La fortaleza de ella enojaba a los consejeros del pr¨ªncipe. Diana denunci¨® un compl¨® para desacreditarla y decidi¨® comunicarlo a la opini¨®n p¨²blica. En el mayor de los secretos, col¨® en las habitaciones de su apartamento de palacio a las c¨¢maras de la BBC. Vestida con un traje de chaqueta oscuro, una blusa blanca, apenas maquillada y con los ojos llorosos anunci¨®: "No me marchar¨¦ por la puerta de atr¨¢s. Luchar¨¦ hasta el final. Tengo un papel que cumplir y dos hijos a los que educar". De su infidelidad con Hewitt confes¨®: "S¨ª, yo estaba enamorada de ¨¦l, le adoraba", y de la infidelidad de Carlos: "En mi matrimonio ¨¦ramos tres y tres es multitud". Diana acept¨® la mitad de la responsabilidad del fracaso de su matrimonio, pero lanz¨® a su esposo un dardo envenedado: "Le deseo que encuentre la paz interior. El trabajo de rey ser¨ªa a¨²n m¨¢s sofocante que el de pr¨ªncipe de Gales y le impondr¨ªa enormes limitaciones. No s¨¦ si ser¨ªa capaz de adaptarse".
La respuesta a las explosivas declaraciones de la clandestina entrevista no se hizo esperar. Isabel II pidi¨® a los pr¨ªncipes que se divorciaran. Carlos, a trav¨¦s de su oficina, acept¨® r¨¢pidamente la orden y anunci¨® su intenci¨®n de no volverse a casar. Diana, desolada, huy¨® a una playa del Caribe. Tres meses despu¨¦s, tras una dif¨ªcil negociaci¨®n entre abogados, Diana ha vuelto a decir s¨ª a Carlos.
S¨ª, se divorcia. Pero esta vez, 15 a?os despu¨¦s, ha puesto condiciones: un pu?ado de millones, mantener su t¨ªtulo, conservar su casa, decidir sobre sus hijos, y quien sabe qu¨¦ m¨¢s.
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