La ley del escarmiento
En enero de 1959, cuando Fidel Castro no hab¨ªa completado su toma del poder, Ra¨²l Castro fusil¨® en Santiago de Cuba, en menos de un mes, a m¨¢s de quinientos miembros del Ej¨¦rcito y la polic¨ªa batistiana, sin juicio ni sumario. Fue una verdadera org¨ªa de sangre, y no pod¨ªa ser de otra manera con Ra¨²l Castro. Pero en La Habana, con Fidel Castro en su cuartel general del antiguo campamento de Columbia, en Revoluci¨®n, que era el vocero del Movimiento Veintis¨¦is de Julio, se dec¨ªa: "Seguro que Fidel no sabe nada". Pero lo sab¨ªa todo, claro que lo sab¨ªa: ¨¦l mismo hab¨ªa ordenado los fusilamientos como un escarmiento al Ej¨¦rcito de Batista, que todav¨ªa ocupaba cuarteles y barracas por toda Cuba. Ra¨²l Castro, una vez m¨¢s, era el Mister Hyde del Doctor Jekyll del doctor Castro, como todav¨ªa lo llama el Times de Londres. Ahora el derribo de dos aviones -menos que eso, dos avionetas- de corto alcance, desarmados y pilotados por aviadores civiles (eran naves casi caseras, y una de ellas, la que se salv¨®, que pilotaba Jos¨¦ Basulto, llevaba a un matrimonio cubano de pasajero) era un obvio escarmiento como tantos creados por Fidel Castro a agravios supuestos o reales.No otra cosa fue el fusilamiento de su mejor soldado, Arnaldo Ochoa, en 1989 como escarmiento a posibles desafectos dentro de su Ej¨¦rcito. Ochoa hab¨ªa ascendido desde mero muchacho guerrillero a general de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (antiguo Ej¨¦rcito rebelde). Y hab¨ªa sido una suerte de Escipi¨®n el Africano de Cuba: el vencedor de la campa?a de Angola, luego condecorado como h¨¦roe nacional con todos los honores. Derribar las dos avionetas inermes iba a ser un escarmiento no para estos aviadores que no eran siquiera rivales del aire, sino para la oposici¨®n interna que por primera vez comenzaba a organizarse como un enemigo en el interior. Pero, al rev¨¦s de otras veces, algo sali¨® mal. Los aviones civiles fueron derribados como mosquitos molestos, pero ni Castro ni su comandancia a¨¦rea contaban con la suerte. Simplemente, esta vez no la ten¨ªan de su lado. Todo hab¨ªa sido preparado h¨¢bilmente para tumbar las avionetas y luego mostrar que estaban en el espacio a¨¦reo cubano y hab¨ªan desobedecido avisos de la aviaci¨®n castrista. Por supuesto que el castigo no era proporcional a la supuesta culpa. Aun si las avionetas hubieran sobrevolado el espacio cubano, hab¨ªa medios para hacerlas desistir y regresar a Florida. Dos Migs-29, equipados con misiles aire-aire, eran suficiente detergente. Pero el objetivo no era deshacerse de los intrusos por medios pac¨ªficos, sino destruirlos con extrema violencia. Los mismos partes oficiales cubanos lo demuestran. Hubo, sin embargo, otro desenlace que el previsto. Los radioescuchas americanos de la DEA (agencia para la lucha contra el tr¨¢fico de drogas), con detectores lo suficientemente poderosos para llegar hasta Colombia y m¨¢s all¨¢, captaron la conversaci¨®n de los pilotos y los mandos militares. Una transcripci¨®n le¨ªda ante el Consejo de Seguridad muestra su m¨¢xima culpa. ?Cu¨¢l era el arma enemiga que las avionetas de Hermanos al Rescate hab¨ªan esgrimido contra Cuba? ?Bombas de dispersi¨®n o de guerra qu¨ªmica? ?Granadas antipersonales? Nada de eso.. Eran volantes con consignas a las que aparentemente teme Castro m¨¢s que a las armas homicidas. Pero esta vez la tecnolog¨ªa, audio y visi¨®n, sirvi¨® como testigo excepcional de un asesinato con premeditaci¨®n y alevos¨ªa."
Sabemos bien qu¨¦ es alevos¨ªa, pero ?d¨®nde est¨¢ la premeditaci¨®n? El verdadero desenlace comenz¨® el 12 de febrero, cuando Jos¨¦ Basulto, el dirigente de los Hermanos al Rescate, entreg¨® a Sebasti¨¢n Arcos, uno de los l¨ªderes del movimiento llamado Concilio Cubano, un cheque proveniente de los fondos de Hermanos. Hay que decir que Hermanos se sostiene por donaciones de todo el exilio (una de las avionetas, por ejemplo, fue regalada por la cantante Gloria Estefan) y que hubo protestas. Los l¨ªderes del exilio ve¨ªan al Concilio como una consecuencia de la supuesta apertura permitida por Fidel Castro y era una manifestaci¨®n de todos los lemas procastristas como "Cuba es una sola", "La isla entera", etc¨¦tera. Pero Castro, alarmado o alertado ante la oposici¨®n interna que cobraba prestigio internacional, arrest¨® a m¨¢s de un centenar de los representantes del Concilio en su eterna pol¨ªtica del gato que parece que juega con los ratones. La otra maniobra, m¨¢s dram¨¢tica y m¨¢s terrible, fue el asesinato de cuatro miembros de los Hermanos al Rescate.
Hace dos a?os visit¨¦ en Miami la sede de Hermanos al Rescate. Era un modesto apartamento en un primer piso convertido en oficinas y un sal¨®n de exhibici¨®n. En las paredes hab¨ªa mapas del mar, de las islas, y entre ellas la de Cuba. En el sal¨®n principal se ve¨ªa una balsa rescatada de la traicionera corriente del golfo a la que s¨®lo hac¨ªa navegable la esperanza: tal era su precariedad, su deterioro. Lo m¨¢s conmovedor, sin embargo, era un ¨¢lbum de fotos: algunas balsas, varios botes, pero las m¨¢s eran rec¨¢maras de cami¨®n convertidas en balsas. Lo que hac¨ªa las fotos memorables es que todas esas embarcaciones hab¨ªan sido encontradas a la deriva, vac¨ªas, sus tripulantes ahogados en el mar. Hay que decir que se calcula que desde 1960 hasta ese momento m¨¢s de diez miI cubanos hab¨ªan desaparecido tratando de huir de un temible para¨ªso. En el gran ¨¦xodo de 1994 la marina americana calcula que m¨¢s de doce mil cubanos perecieron en la traves¨ªa -y todav¨ªa Castro se jacta de que, al rev¨¦s de Argentina y Chile, no ha habido desaparecidos en Cuba- Es cierto: todos los desaparecidos est¨¢n enterrados en el mar.
La tragedia, urdida por la aviaci¨®n castrista, no fue un acto gratuito o azaroso. Todo estuvo muy bien planeado. El 24 de febrero se conmemora el inicio de la ¨²ltima guerra de independencia contra Espa?a y el Concilio celebrar¨ªa una reuni¨®n primera de todos sus delegados en La Habana. Los mandos militares sab¨ªan que varios aviones volver¨ªan a volar cerca de Cuba ese d¨ªa. Les garantizaba esa cita un tal Roque, un piloto castrista que desert¨® a Miami y que hab¨ªa vuelto a Cuba un d¨ªa antes.La treta (Castro se complace en estas invenciones malvadas) era derribar a los aviones y presentar al desertor como ¨²nico sobreviviente y testigo excepcional. Borges, con sabidur¨ªa de sabio, defini¨® al traidor como un hombre dado a sucesivas y encontradas lealtades. La ¨²ltima lealtad de Roque era a su primera misi¨®n: doble agente de Castro. Roque, para aumentar su eficacia, era informante del FBI. Un verdadero h¨¦roe de nuestro tiempo, sin duda. Pero su ¨²ltima misi¨®n se mostr¨® imposible: los cohetes rusos destrozaron a dos de los aviones, pero un tercero logr¨® escapar. No hubo sobrevivientes: ni siquiera un falso n¨¢ufrago. Pero Castro tuvo su momento de escarmiento y la vida diaria de Cuba ha abandonado los simulacros de apertura y se ha militarizado: las ¨²ltimas vistas muestran concentraciones militares por todas partes y la isla ha vuelto a cobrar su aspecto de cuartel color verde oliva.
Un parte oficial describe a La Habana gozando los ¨²ltimos d¨ªas del carnaval, queriendo decir que nada ha cambiado. Efectivamente, nada ha cambiado desde 1952. En el mes de marzo de ese a?o Batista perpetr¨® su alevoso golpe de Estado. D¨ªas m¨¢s tarde comenz¨® el carnaval de La Habana con las mismas comparsas de antes -y de ahora-. Una voz de la democracia, el escritor y pol¨ªtico antibatistiano Jorge Manach, deplor¨® en un art¨ªculo estas fiestas y estos fastos en d¨ªas tan terribles para Cuba. Las recriminaciones cayeron en o¨ªdos sordos para las palabras, pero no para la m¨²sica. A?os despu¨¦s, exiliado por Castro, Manach muri¨® en el exilio.
Roberto Robaina (el canciller de Castro que la prensa espa?ola
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