Encinar y la Nacional, al margen de la rutina
En su reaparici¨®n al frente de la Orquesta Nacional, Jos¨¦ Ram¨®n Encinar (Madrid, 1954) abord¨® un programa comprometido, dif¨ªcil y arriesgado desde el punto (le vista de la receptividad del p¨²blico. Volvimos a escuchar el poema de Joaqu¨ªn Rodrigo Por la flor del lirio azul, de 1934. L¨ªrico, heroico y evocativo, lo veo como un homenaje a Salvador Giner en sus anticipadas narraciones sonoras como Es xop¨¢ hasta la moma. Con todo, el refinamiento estil¨ªstico de Rodrigo hab¨ªa alcanzado mayor finura y poes¨ªa en las Piezas infantiles, de 1924, o en Zarabanda lejana y villancico, de 1930.A la eclosi¨®n sonora de Rodrigo sigui¨® otra, muy distinta, de Liszt. Totentanz (danza de los rnuertos), para piano y orquesta, explotaci¨®n del tema gregoriano del Dies irae y, pese al virtuosismo de la parte pian¨ªstica, sin mayor trascendencia a la hora de estudiar la formidable personalidad del compositor h¨²ngaro. Fue solista, digno de los muchos aplausos exhibidos, Isidro Barrio (Madrid, 1945), una, personalidad interesante que sit¨²a su pensamiento interpretativo entre la tradici¨®n y la modernidad.
Orquesta Nacional
Director: J. R. Encinar. Obras de Rodrigo, Liszt, Encinar y Stravinski. Auditorio Nacional. Madrid, 15 de marzo.
En su doble condici¨®n de autor y director, demuestra Encinar mucho talento. Es m¨¢s: creo que el int¨¦rprete est¨¢ siempre movido por su condici¨®n de creador profundamente formado, inconformista y voluntarioso. Su obra Proyecto naci¨® para los fastos de la capitalidad cultural de Madrid en 1992 y est¨¢ dedicado a dos colegas entra?ables de Encinar: el italiano Sandro Ciorli y el espa?ol Alfredo Aracil.
Agudo ensayo
Todo el trabajo, obediente a una intencionalidad musical, parece un agudo ensayo sobre la materia sonora en cuanto tal, una disecci¨ªn penetrante en las diversas partes del cuerpo orquestal. Disc¨ªpulo de Franco Donatoni, Encinar ha asimilado muchos rasgos de su maestro, entre ellos el de no ceder al halago del p¨²blico, lo que puede dar lugar, como ahora, a la protesta de una minor¨ªa de los asistentes. Ejercen su derecho, como la mayor¨ªa que aplaudi¨®.
En fin, con el montaje de estas obras por delante, El p¨¢jaro de fuego, de Stravinski, dentro de una buena factura, no ardi¨® con la potencia debida, pero en los momentos l¨ªricos disfrutamos de expresividad po¨¦tica de muy buena ley.
Hay que resaltar lo conveniente de programas como el de esta vez, en los que la Orquesta Nacional se separa de la rutina. Al fin y al cabo esta actitud viene siendo definitoria de Encinar desde el primer d¨ªa que empu?¨® una batuta.
Babelia
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