La tortura no es arte ni cultura
Jandilla / Joselito, Jesul¨ªn, Barrera
Toros de Jandilla, anovillados y sin trap¨ªo, sospechosos de afeitado;1? 4? 6? inv¨¢lidos; Y reserv¨®n; 5? noble. Joselito: media estocada ca¨ªda y rueda de peones (algunos pitos); aviso antes de matar y estocada corta ca¨ªda (oreja). Jesul¨ªn de Ubrique: bajonazo descarado y rueda de peones (algunos pitos); estocada corta descaradamente baja rueda de peones y descabello (oreja). Vicente Barrera: pinchazo y media (silencio); pinchazo saliendo volteado -primer aviso-, estocada perdiendo la muleta, descabello -segundo aviso- y dobla el toro (silencio).
Plaza de Valencia, 18 de marzo. 12? corrida de feria. Lleno.
Hecho el despeje, en la naya de sol dos muchachos, chico y chica, extendieron una pancarta que dec¨ªa: "Tortura, ni es arte ni es cultura". Parte del p¨²blico, al advertirlo, les peg¨® un abucheo y no hubo m¨¢s: se sent¨® al p¨²blico a ver la corrida y los chavales tambi¨¦n. Pareci¨® entonces que se hab¨ªa olvidado el incidente pero he aqu¨ª que aparecieron los guardias en la naya, arrebataron violentamente la pancarta y expulsaron sin contemplaciones a sus portadores. Un atropello bochornoso que produjo aut¨¦ntica indignaci¨®n.Daba verg¨¹enza ser aficionado a los toros, ser ciudadano y ser espa?ol ante aquel brutal ataque al derecho de opini¨®n, ante aquella arbitraria expulsi¨®n de unos chavales maj¨ªsimos que no se hab¨ªan metido con nadie, ante aquella facistada incalificable. :
Guardias contra unos chiquillos inocentes, que se limitaron a saludar sin un mal gesto y a exhibir una pancarta donde se dec¨ªa la verdad: tortura no es arte ni es cultura. Tan obvia era la proclama como que luc¨ªa el sol y est¨¢bamos en fallas. En lo que seguramente estaban equivocados los dos muchachos es en creer que lidiar un toro bravo consiste en torturarlo. Varas y banderillas son suertes proporcionadas al poder de las reses, que no buscan tanto castigarlas como ahormarlas y calibrar su bravura. Mucho habr¨ªa que hablar y discutir sobre la naturaleza de la lidia y su licitud. Lo que no puede hacerse de ninguna manera -salvo abuso de autoridad y brutalidad manifiesta- es violentar a quienes est¨¢n contra ella y echarlos a empujones.
Si les hubieran dejado ver la corrida, los dos chicos de la protesta hubiesen advertido que, efectivamente, aquello era una verdadera animalada. Porque sacaron unos toros m¨ªnimos, una birria de toros, mermados de fuerza y de pit¨®n, indefensos ante el caballazo acorazado y el siniestro individuo del castore?o que lo cabalga, humillados despu¨¦s por unos toreros que en lugar de torear les hac¨ªan cucamonas.
Ah¨ª s¨ª estaba el delito. Ah¨ª -y en todas -las corridas de la feria- es donde debi¨® intervenir la autoridad, y mandar guardias y llevar al cuartelillo a los defraudadores, a los que convirtieron el espect¨¢culo en estafa y la fiesta brava en tortura. Pero en lugar de detenerlos les dieron franqu¨ªa para cometer sus desmanes. La propia autoridad era c¨®mplice, y con ella, los pol¨ªticos, que ocupaban las mejores localidades del coso. All¨ª estaban los del pep¨¦ y los del pop¨®. All¨ª los que a¨²n gobiernan y los que quiz¨¢ gobiernen. All¨ª ministros en funciones y ministros in pectore,all¨ª alcaldes y alcaldesas, diputados y concejales, callando ante la s¨®rdida irrupci¨®n de los guardias y aplaudiendo divertidos la siniestra mascarada en que los taurinos hab¨ªan convertido la funci¨®n.
Joselito no se confi¨® con el primer inv¨¢lido y al cuarto le propin¨® faena largu¨ªsima por derechazos y naturales corriendo de un lado a otro, oy¨® un aviso, cort¨® una oreja. Ahora bien: ?es eso torear? Jesul¨ªn no se acopl¨® con el segundo, mientras al boyante quinto le peg¨® derechazos y naturales con el pico, a?adi¨® pases por alto empalmados, de rodillas, de espaldas,- y arm¨® el alboroto. Ambos los mat¨® de cruel bajonazo, que eso s¨ª es tortura; y a¨²n le dieron una oreja, le llamaron machote, le tiraban besos, le cubr¨ªan de flores. Vicente Barrera se empe?¨® en emplear el toreo a pies juntos y era t¨¦cnica equivocada pues el car¨¢cter reserv¨®n de sus toros precisaba distintos recursos.
Y todo ello, con una especie de novillos que daban la sensaci¨®n de afeitados, a los que raj¨® las entra?as la acorazada de picar acorral¨¢ndolos contra las tablas. Tal fue la versi¨®n astrosa y repulsiva de la secular fiesta brava, que ofrecieron ganadero y lidiadores, permiti¨® la autoridad y aplaudieron los pol¨ªticos. Y eso no es arte ni cultura, efectivamente. Eso es tortura. Eso es una vileza y es una estafa.
Babelia
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