Amo de casa
Tiene 38 a?os y cuatro hijos peque?os. Es un amo de casa: como ¨¦l no encontraba trabajo y su mujer s¨ª, decidieron que sena ¨¦l, Juan Carlos Urb¨®n, quien se encargar¨ªa del hogar. Ahora, tras catorce a?os de casados, su esposa se ha separado de ¨¦l. La juez no ha concedido a Juan Carlos ni pensi¨®n ni la tutela de los ni?os, como sin duda hubiera hecho con una mujer (¨¦l es quien les ha criado). Lo peor es que le han echado de su casa: lleg¨® la polic¨ªa y se lo llev¨® por la fuerza ante la mirada de sus hijos.?Por qu¨¦ ser¨¢ que con la simple enunciaci¨®n de este caso surgen de inmediato las sospechas? Ser¨ªa un vago, te dice una vocecita fastidiosa desde el interior de tu cabeza. Lo mismo esta a en casa tocan ose as narices todo el rato. No sabr¨ªa cocinar, tendr¨ªa la casa hecha una pena, los rincones conquistados por las ara?as. Y mientras tanto, la pobre mujer dale que dale, trabajando como una condenada dentro y fuera. Eso dice la vocecita desde el confin m¨¢s remoto del cerebro, desde la zona abisal en donde los pensamientos se fosfatinan. O sea, desde los prejuicios machistas m¨¢s mostrencos.
El sexismo es una ideolog¨ªa que nos afecta a todos, hombres y mujeres. Por eso, un amo de casa resulta sospechoso: va en contra de demasiadas rutinas mentales. Seguro que Juan Carlos fue tan buen o tan mal amo de casa como cualquier mujer; y no debi¨® de tener mucho tiempo para tocarse las narices, teniendo tantos mocos infantiles que limpiar. Qu¨¦ soledad la de quien transgrede las normas no escritas de los usos sociales: por el espacio exterior, como un astronauta en el vac¨ªo, mientras que los dem¨¢s le contemplamos y escuchamos reaccionarias, injustas vocecitas que nos susurran: "Algo malo habr¨¢ hecho para terminar siendo amo de casa".
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