Este 98
Desde que Azor¨ªn y el duque de Maura inventaron en 1913 el r¨®tulo "generaci¨®n del 98", t¨®pico desde entonces, los espa?oles cultos han le¨ªdo, o¨ªdo o escrito mil y una cosas acerca de lo que ese r¨®tulo nombra: si el conjunto de los escritores a que alude fue o no fue una verdadera generaci¨®n; si, en el caso de que lo fuera, se mostr¨® optimista o pesimista frente a la realidad de Espa?a; si el nombre de esa supuesta o real generaci¨®n tiene o no relaci¨®n directa con el desastre de Cuba y Filipinas... No quiero repetir con palabras nuevas mi vieja opini¨®n acerca de tales cuestiones. Me limitar¨¦ a glosar la fecunda idea que sobre la conducta de los intelectuales en "este 98" ha expuesto Pedro Cerezo en una mesa redonda hace poco celebrada en la Residencia de Estudiantes.Para lo cual es preciso responder con alg¨²n rigor de la pregunta que de modo previo plantea ese empe?o: saber qui¨¦nes son los que, en relaci¨®n con ¨¦l, pueden ser considerados "intelectuales". Respondo: todos aquellos cuya actividad p¨²blica tenga especial relaci¨®n con la inteligencia; digo "especial relaci¨®n", porque "relaci¨®n gen¨¦rica" la tiene cualquier actividad humana. Y a?ado: todos aquellos que adem¨¢s de hacer bien, o por lo menos aceptablemente, lo concerniente a su actividad p¨²blica, sienten en s¨ª el deber de contribuir intelectualmente -opinando, criticando y proponiendo; s¨®lo cuando va acompa?ada por una propuesta correctiva de lo que se censura es enteramente plausible la cr¨ªtica- a la vida global del pa¨ªs o del grupo humano a que pertenecen.
Supuesto lo cual, he aqu¨ª la cuesti¨®n suscitada por Pedro Cerezo: precisar en "este 98" lo que tras la cr¨ªtica de la Espa?a actual, m¨¢s de un motivo hay para ella, deben proponer los intelectuales, si en verdad quieren serlo responsablemente. De modo m¨¢s preciso: c¨®mo deben hacer lo que como espa?oles -no, claro est¨¢, como escritores- no hicieron los intelectuales de "aquel 98".
Recordaba Pedro Cerezo que los miembros m¨¢s notorios de la generaci¨®n del 98, todos espa?oles perif¨¦ricos -Unamuno, Baroja, Maeztu y Zuloaga, vascos; Ganivet y los Machado, andaluces; Azor¨ªn, levantino; Valle-Incl¨¢n, gallego; Men¨¦ndez Pidal, gallegoasturiano; Rusi?ol, catal¨¢n-, fueron curiosamente los mitificadores est¨¦ticos y literarios de Castilla y, a la vez, los detractores de lo que la castellanizada Espa?a hizo y dej¨® de hacer; por tanto, del lado deficiente y sombr¨ªo que todos ve¨ªan en su fugaz grandeza. No fueron, en cambio, so?adores o proyectistas de la varia, y plural Espa?a, Castilla comprendida, que desde la Edad Media hubiera podido ser. A fines del siglo XIX y comienzos del XX, ?era esto posible? No lo s¨¦. S¨®lo un so?ador catal¨¢n, el poeta Joan Maragall, con t¨ªmida esperanza lo apunt¨® en la ¨²ltima estrofa de su Himne ib¨¦ric:
"En cada platja fa son cant l'onada,
mes terra endins se sent un sol ress¨®
que de l'un cap a l'altre a amor convida
i es va tornant un cant de germanor".Sin aludir a estos benevolentes y esperanzados versos del gran poeta, Pedro Cerezo piensa, con raz¨®n, que esa Espa?a plural en su perif¨¦rica realidad y concordada terra endins, desde su centro, no ha llegado a existir; pero que puede existir si rectamente se realiza el proyecto inherente al actual Estado de las autonom¨ªas, y que en consecuencia es deber de los intelectuales de "este 98" proponer, cada uno en lo suyo, lo que pol¨ªtica, jur¨ªdica, econ¨®mica y culturalmente debe ser la deseable Espa?a plural y concorde a que la Constituci¨®n aspira. Hacer, en suma, lo que los pol¨ªticos y los intelectuales de "aquel 98" no supieron o no quisieron hacer. Aunque el vasco Unamuno afirmase un d¨ªa que los hombres de Vasconia eran los espa?oles mejor capacitados para la necesaria quijotizaci¨®n de Espa?a, y aunque su amigo el catal¨¢n Maragall so?ase lo que Catalu?a podr¨ªa ser dentro de una Espanya gran.
Con Pedro Cerezo estoy. Los intelectuales en el amplio sentido antes indicado y los pol¨ªticos realmente sensibles a la cultura y a la inteligencia -tantos no lo son- debemos decir c¨®mo entendemos pol¨ªtica y culturalmente esa Espa?a plural y concorde. De otro modo, los pactos ocasionales de que estos d¨ªas tanto se habla no pasar¨¢n de ser, lo dir¨¦ con nuestro pueblo, expedientes "para ir tirando". Sin saber si ha servido para algo, repetir¨¦, por lo que valga, la f¨®rmula que en relaci¨®n con la lengua y la cultura m¨¢s de una vez he propuesto yo: que los catalanohablantes, los vascohablantes y los galaicohablantes usen como "m¨¢s suya" su lengua propia y como "tambi¨¦n suya" la lengua com¨²n de los espa?oles; que los castellanohablantes de esas partes de Espa?a empleen como "m¨¢s suya" la lengua com¨²n y hablen, lean y escriban como "tambi¨¦n suya" la lengua de aquella a que pertenezcan; que todos los espa?oles conozcan la cultura expresada en las lenguas espa?olas no castellanas.
Dos graves problemas -los m¨¢s graves, a mi entender- tiene la Espa?a actual. Uno ¨¦tico, el del paro, si se lo quiere resolver evitando la da?osa instalaci¨®n en ¨¦l. Otro pol¨ªtico, la realidad de lo que Espa?a debe ser en el curso del siglo que est¨¢ llegando, si no queremos que, se desintegre. ?Podremos resolverlos los espa?oles que hoy vivimos, desde los viejos, como yo, hasta los que acaban de nacer, como mis bisnietos?
es miembro de la Real Academia Espa?ola.
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