Major asegura que la UE levantar¨¢, "muy pronto" el embargo a la carne brit¨¢nica
Una revista m¨¦dica dice que se "sigue jugando a la ruleta rusa" al consumir vacuno
El primer ministro brit¨¢nico, John Major, dedic¨® ayer parte de su discurso ante el Comit¨¦ Central del Partido Conservador a convencer a sus correligionarios de que el Reino Unido no pagar¨¢ ning¨²n. precio pol¨ªtico por la ayuda obtenida en Tur¨ªn para salvar a la industria c¨¢rnica brit¨¢nica. Major est¨¢ convencido de que la Comisi¨®n Europea levantar¨¢ el embargo del vacuno brit¨¢nico en un plazo breve. Pero las buenas palabras no logran frenar el miedo de la poblaci¨®n; sobre todo, ante opiniones como la publicada por British Medical Journal, que asegura que comer bovino es "jugar a la ruleta rusa".
El levantamiento de la prohibici¨®n de exportar carne bovina o cualquier de sus derivados, excepto los l¨¢cteos, se producir¨ªa de forma inmediata, seg¨²n Major, si el Reino Unido aplica medidas urgentes.De momento, las primeras medidas adoptadas el jueves por el Ejecutivo, b¨¢sicamente la prohibici¨®n de comercializar carne de vacas mayores de 30 meses, no han tenido efecto alguno, excepto el de sembrar el caos entre las firmas que importan carne de otros pa¨ªses. Se trata, seg¨²n todos los indicios, del paso previo al sacrificio de cuatro millones y medio de reses previsto hace una semana por el ministro de Agricultura Douglas Hogg.
La comprensi¨®n encontrada entre los socios europeos en Tur¨ªn dio, ayer nuevas fuerzas a los conservadores para atacar al Partido Laborista por su conducta durante la crisis de las vacas locas. El ministro de Sanidad, Stephen Dorrell, volvi¨® ayer a la carga acusando al l¨ªder laborista, Tony Blair, y. a su portavoz de Sanidad, Harriet Harman, de haber "alimentado el p¨¢nico entre los ciudadanos" brit¨¢nicos.
Pero no s¨®lo la oposici¨®n ha criticado al Gobierno por el manejo de esta grave crisis. Sheila Gore, experta en estad¨ªstica del Medical Research Council del Reino Unido, deploraba en un reciente art¨ªculo de la revista British Medical Journal, los m¨¦todos de recogida de datos sobre la encefalopat¨ªa bovina (denominada tambi¨¦n enfermedad de las vacas locas) y su versi¨®n humana, utilizados por las autoridades. Seg¨²n la autora, la absoluta falta de pruebas para confirmar la existencia de la enfermedad bovina antes de que aparezcan los s¨ªntomas, significa "que seguimos jugando a la ruleta rusa" con la carne que consumimos."Comida-basura"
Los padres de Anna Pearson, de 29 a?os, ¨²ltima v¨ªctima del nuevo tipo de s¨ªndrome de Creutzf¨¦ldt-Jakob, presuntamente ligado a la encefalopat¨ªa bovina, est¨¢n convencidos de que la joven, fallecida recientemente en un hospital del condado de Kent, contrajo el s¨ªndrome al consumir comida-basura, cuando era estudiante: en Londres.
En este sentido, el caso de Anna Pearson se ajustar¨ªa al esquema de los 10 primeros casos del s¨ªndrome de Creutzfeldt-Jakob detectados por los cient¨ªficos brit¨¢nicos y que han servido de base para sostener la tesis de que podr¨ªa existir una conexi¨®n entre esta enfermedad y el mal de las vacas locas.
Pese a la insistencia del Gobierno brit¨¢nico en culpar a la prensa de la locura colectiva desatada a ra¨ªz de la difusi¨®n de este hallazgo cient¨ªfico, lo cierto es que la inconcreci¨®n de los da tos aportados por los m¨¦dicos del comit¨¦ asesor en encefalopat¨ªa bovina justifica en gran parte el p¨¢nico generado.
Un temor que no permite demasiados alardes de patriotismo. Cadenas de supermercados,, l¨ªneas a¨¦reas, escuelas, restaurantes y f¨¢bricas, de productos congelados retiraron su confianza a la carne de vacuno brit¨¢nica en el plazo de horas en lo que el ministro de Sanidad brit¨¢nico, Stephen Dorrell, calific¨® el mi¨¦rcoles pasado como una reacci¨®n de locura colectiva. "No son las vacas las que se han. vuelto locas; es el mundo", coment¨® gr¨¢ficamente en una entrevista. Para entonces, la cantina del Ministerio de Sanidad hab¨ªa retirado ya cualquier rastro de beef de sus men¨²s. De la interminable retah¨ªla de consideraciones pol¨ªticas, sanitarias, econ¨®micas y cient¨ªficas, el consumidor ha ¨¦xtra¨ªdo una solaConclusi¨®n clara: pr¨¢cticamente nadie sabe nada del mal de las vacas locas y de su eventual transmisi¨®n a los humanos. [La ca¨ªda del precio de la carne de vaca en las grandes superficies del Reino Unido ha generado, seg¨²n informaba ayer la agencia France Press, que los ciudadanos, a pesar de la psic¨®sis, sigan consumiendo la carne e incluso ayer redoblaran la demanda].La vista gorda Lo ¨²nico cierto hasta ahora es que el Gobierno tard¨® a?os en tomar las primeras medidas para cortar la epidemia de encefalopat¨ªa bovina que apareci¨® hacia 1986. Carne infectada entr¨® sin problemas en la cadena alimentaria, en teor¨ªa hasta el a?o 1989, cuando se prohibi¨® la comercializaci¨®n de las v¨ªsceras, espina dorsal y huesos de las reses de m¨¢s de 30 meses de edad y se ofreci¨® una compensaci¨®n parcial a los ganaderos para que sacrificaran a sus vacas enfermas.Las propias autoridades han reconocido que en todo ese tiempo, durante el cual 1,5 millones de reses pasaron por los mataderos con destino al consumo humano, que muchos criadores optaron por hacer la vista gorda ante los primeros s¨ªntomas de enfermedad de sus reses, ya que la indemnizaci¨®n oficial s¨®lo cubr¨ªa la mitad del precio de mercado. Y no s¨®lo eso. Muchos mataderos brit¨¢nicos continuaron haciendo caso omiso de la normativa puesta en marcha por el Gobierno. Hamburguesas, pasteles de carne baratos, salchichas, caldos y hasta galletas se han seguido fabricando, seg¨²n todos los indicios, con material prohibido. Esa es la principal raz¨®n de que las autoridades sanitarias no puedan ofrecer una seguridad del cien por cien sobre los productos de vacuno que est¨¢n hoy en el mercado. Cuando en 1986 se detectaron los primeros casos, el Gobierno brit¨¢nico no reaccion¨®, mientras que otros pa¨ªses, como Irlanda tomaron medidas dr¨¢sticas sacrificando a la totalidad de las vacas en cada comunidad donde se registraba alg¨²n caso. Fieles a su esp¨ªritu patri¨®tico y rural, los parlamentarios brit¨¢nicos han seguido degustando platos tradicionales de buey a lo largo de toda la crisis. Eso s¨ª, la carne servida en el restaurante para miembros del Parlamento de Westminster era una carne con pedigree, servida por el Duque de Buccleuch, un terrateniente escoc¨¦s cuyas vacas han permanecido libres de la mortal encefalopat¨ªa espongiforme. Sus se?or¨ªas han seguido consumiendo Roastbeef y Pudding de Yorkshire como si tal cosa.
Sin embargo, en la cantina destinada a los periodistas de la C¨¢mara de los Comunes, los platos de boeuf bourguignon quedaron intactos.
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