De la discordia al hermanismo
Observando el mapa de las sorpresas electorales, se pod¨ªa llegar con facilidad a la conclusi¨®n de que los ciudadanos dibujaron un oasis espa?ol y una isla madrile?a. Un enorme oasis tendente al equilibrio y la ponderaci¨®n rodeando una ciudad que se fue transformando durante los dos ¨²ltimos a?os en la isla de la discordia. Las capitales de los pa¨ªses que funcionan se caracterizan o bien por una extraordinaria capacidad de direcci¨®n, a menudo rayando en una eficaz imposici¨®n, o bien por una representatividad que, m¨¢s all¨¢ del Parlamento, se traduce en una habilidad especial para percibir las distintas sensibilidades ideol¨®gicas o territoriales y sintonizar con ellas. Madrid, en cambio, se fue alejando de Espa?a. La apuesta por un cambio que asegurara antes que nada concentraci¨®n de poder en el centro fracas¨® en las urnas. Fracas¨® lo artificioso de la crispaci¨®n. Fracas¨® la pinza PP-IU. Fracasaron las estrategias desestabilizadoras perge?adas en la Audiencia Nacional. Las p¨®cimas de la abece¨ªna, la cope¨ªna, la pedrojotina y la carrascalina no surtieron el nocivo efecto deseado. La asociaci¨®n de periodistas irredentos se estrell¨® contra el muro de una voluntad democr¨¢tica que ha dictado sentencia: equilibrio y ponderaci¨®n; alternancia s¨ª, crispaci¨®n no.Pero el dictamen no est¨¢ geogr¨¢ficamente equilibrado. Se configuran dos grandes grupos de comunidades: la gran mayor¨ªa que ha participado en la contramarea que fren¨® al PP y las pocas que han apretado el acelerador de la derecha uniformizadora, principalmente Madrid y Castilla y Le¨®n, las ¨²nicas donde la diferencia en porcentaje entre PP y PSOE supera los 17 puntos. Puede incluso decirse que los tent¨¢culos lanzados desde la isla de la discordia consiguieron con bastantes matices buena parte de sus objetivos en Galicia, Arag¨®n, Cantabria y Murcia. En el resto, que es la inmensa mayor¨ªa del territorio y de la poblaci¨®n, centenares de miles de ciudadanos han sacado las tijeras para cortar esos tent¨¢culos, cuando no los han cercenado con un sensato hachazo. Pues bien, los grandes perdedores de las eleccionesdel 96 son los partidarios de los 17 puntos de distancia. Casi todo el resto -y no s¨®lo Andaluc¨ªa, Catalu?a, el Pa¨ªs Vasco y Extremadura- coincidi¨® en plantar cara a la entonces previsible prepotencia del PP con mayor¨ªa suficiente, a la marabunta que pretend¨ªa desestabilizar la democracia barriendo al PSOE en vez de vencerle y machacando a los nacionalismos en lugar de procurar integrarlos. Catalu?a dej¨® en parte de ser un oasis mientras Madrid iba pasando a ser una isla.
Ahora, a la vista del veredicto de las urnas, no deben ser pocos los que est¨¢n convencidos de que si en el 93 Aznar hubiera reaccionado como un estadista frente a la caterva medi¨¢tica y al juez Garz¨®n, los idus del 96 le habr¨ªan amargado bastante menos. Las elecciones fueron una gran lecci¨®n para la vieja Espa?a monol¨ªtica, representada por el clan de Valladolid, los voceros de las tertulias y el se?or Anson. Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar tiene un reto mucho m¨¢s dif¨ªcil que el de centrar el partido. Los hechos le estar¨¢n demostrando que su tarea principal no consiste en tender a los nacionalistas una mano que por ahora no pueden estrechar sin desagrado, sino en capitanear una reconversi¨®n cat¨¢rtica de la ¨¦lite de irresponsables que, enga?ando, mintiendo y escandaliz¨¢ndose farisaicamente, intentaron apoderarse de Madrid y la convirtieron en la isla de la discordia. No se trata de ocultar la evidencia de los dos a?os y medio de crispaci¨®n ni los clamorosos errores socialistas. Se trata de llegar a convencerse de que, ocurra lo que, ocurra, esa insensatez no volver¨¢ a poner en cuesti¨®n la Espa?a que mira a Europa y asume su diversidad. Se trata de conseguir que no vuelva a ser posible confundir la normalidad del debate y la alternancia con el hundimiento del adversario.
?C¨®mo ha reaccionado ese Madrid? Sustituyendo en un abrir y cerrar de ojos la crispaci¨®n por un hermanismo a todas luces exagerado, casi soez. Una cosa es hacer de la necesidad virtud y otra es pasarse abraz¨¢ndose con euforia infantil al mismo mu?eco catal¨¢n que fue el blanco preferido durante la ¨¦poca del pimpampum. Ahora se encuentra Aznar con un Parlamento donde sus enemigos pol¨ªticos suman m¨¢s de 180 diputados -mido las palabras, enemigos pol¨ªticos, entendiendo por tales los que consideran que encabeza un bloque que representar¨ªa un peligro para el progreso general de no haber sido frenado en las urnas-. Es posible que en esa isla de la discordia reconvertida al hermanismo incoherente ese dato no se perciba con suficiente claridad. Los voceros m¨¢s conspicuos llevan bastantes a?os de ofuscaci¨®n mental como para esperar de ellos que de pronto adquieran una visi¨®n objetiva de la realidad. En cualquier caso, ser¨ªa mejor que tuvieran en cuenta que no basta dar la vuelta al calcet¨ªn para cambiar de calcet¨ªn.
Partiendo de ese hecho, y contando con que en otras circunstancias, hoy por hoy lejanas, Aznar podr¨ªa haber cosechado sin grandes dificultades una colaboraci¨®n de id¨¦ntica suma, 180 diputados, con la misma composici¨®n del arco parlamentario, cabe concluir que su primera tarea despu¨¦s de buscar unos apoyos que no tiene aunque se le presten consiste en capitanear la reconversi¨®n de la isla de la discordia y el hermanismo descordado en la capital del equilibrio y la moderaci¨®n que fue en tiempos de Su¨¢rez. Adem¨¢s de un programa econ¨®mico consensuado a tres o cuatro bandas, eso es lo que la derecha y la caterva medi¨¢tica le deben a Espa?a. Lo puede intentar ahora Aznar desde el poder o, previsiblemente, analizar dentro de 15 o 20 meses por qu¨¦ se mantuvo tan poco tiempo en la cima.
El problema de Espa?a no se llama Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. El problema, mucho m¨¢s profundo, son los numerosos aventureros del poder que escalaron posiciones de influencia supliendo la falta de oferta convincente del PP. Si Aznar no consigue aparcarlos, Gonz¨¢lez puede volver a La Moncloa y el pr¨®ximo l¨ªder del PP tendr¨¢ su oportunidad de completar la doble tarea de convertir la derecha en pluralista y Madrid en la capital de la Espa?a del siglo XXI que a todos conviene.
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