Ni?os de la Rep¨²blica
Este 14 de abril ha venido m¨¢s cargado de ecos de la Rep¨²blica que a?os anteriores. Y ha venido adem¨¢s con un libro de la mano: El ni?o republicano, de Eduardo Haro Tecglen. Libro v¨ªvido, emocionante y memorioso. Para no olvidar la patria perdida. Para ir so?ando despacio, sin prisas, con el exquisito cuidado con que se labran los mejores sue?os, otro horizonte distinto para nuestra historia, otra voluntad democr¨¢tica de igualdad, laicismo y fraternidad.Eduardo Haro fue un ni?o de la Rep¨²blica que sigue siendo leal, sin confusiones ni delirios, a aquella bandera que su madre hab¨ªa cosido y sac¨® el 14 de abril de debajo del colch¨®n para ondearla a los claros aires de aquella clara ma?ana, de aquel claro d¨ªa, el m¨¢s claro de la historia de Espa?a porque ha sido el m¨¢s compartido, el m¨¢s de todos, cuando la Puerta del Sol se hizo un haz de fervores colectivos que proclamaban la voluntad del pueblo soberano. Sin polic¨ªa, sin guardias, sin vigilantes de ninguna clase, Madrid fue entonces tambi¨¦n capital de la gloria porque lo era de la libertad, una libertad de calles transparentes que los grupos de manifestantes recorr¨ªan enarbolando la bandera con el morado de los comuneros y cantando y bailando y abraz¨¢ndose alegres, completos, felices. Entre ellos estaban aquellos muchachos, algunos a¨²n adolescentes -ten¨ªan entre 16 y 20 a?os-, que hab¨ªan impedido la noche antes, formando un fr¨¢gil pero efectivo cord¨®n de seguridad, el acceso al Palacio Real con la sola fuerza de un brazalete tricolor para defender la paz de la reina Victoria Eugenia y sus hijos.
Eduardo Haro, brit¨¢nico de Madrid, es alto, ir¨®nico y sabio. Escribe una prosa sincopada, firme, a veces c¨¢ustica, siempre intencionada. Es uno de los grandes periodistas espa?oles de este siglo. Sigue siendo (somos nuestra infancia) un ni?o de la Rep¨²blica, un ni?o republicano. No es el ¨²nico ni?o as¨ª que he conocido. En la primavera del a?o pasado mona en Nerja Francisco Giner de los R¨ªos, poeta hondo y una de las mejores personas con que me he topado en esta vida. Francisco Giner, hijo de Bemardo Giner, que fue ministro con el Frente Popular, hizo en el destierro todas la Am¨¦ricas hasta que recal¨® en Madrid con unos ¨¢lbumes formidables, llenos de manuscritos po¨¦ticos y recortes de prensa que versaban sobre los grandes poetas del siglo, y con una memoria ejemplar, habitada por tercas fidelidades (Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, Garc¨ªa Lorca) y altas lealtales (su padre, Aza?a, la bandera con el morado de los comuneros). Francisco Giner encarnaba en su persona aquella Espa?a que pudo ser, hecho como estaba de dignidad y elegancia, de sobriedad, tolerancia y comprensi¨®n.
Hay otro ni?o -otra ni?a- republicana que he tenido la fortuna de conocer. Se cas¨® con Ignacio Aldecoa y ha adoptado el apellido de su marido. Josefina Aldecoa dirige en Madrid un ejemplar colegio laico y privado y ha escrito dos novelas, Historia de una maestra y Mujeres de negro, que recogen, con ternura, con fervor, con transpariencia, las esperanzas pero tambi¨¦n el naufragio de aquella aventura espa?ola. Josefina Aldecoa es una gran dama elegante y de izquierda. Ten¨ªa cinco a?os el 14 de abril. Ha sido, y sigue siendo fiel a lo que signific¨® aquel d¨ªa. Gabriela, la maestra republicana y protagonista de la primera novela, da a luz a su hija precisamente el 14 de abril. Desde el destierro al que ir¨¢n las dos mujeres -el marido y padre fue fusilado el 18 de julio-, la hija, que es la narradora de la segunda obra, volver¨¢ a Espa?a para estudiar en la Universidad, y despu¨¦s se exiliar¨¢ de nuevo aunque pensando, s¨ª, en regresar. Ella, Josefina, no se fue. Acompa?¨® a Ignacio Aldecoa en una de las aventuras est¨¦ticas m¨¢s altas de la posguerra, ha administrado con prudencia una hermosa herencia literaria, dirige su colegio con exquisito laicismo y desde hace algunos a?os se ha dedicado a escribir novelas -novelas de la memor¨ªa- con rigor y pulcritud.
Algunos quisieron borrar la historia, pero la historia no se borra a golpes de persecuci¨®n y de decreto. Ni?os de la Rep¨²blica, salud.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.