Simetr¨ªa y asimetr¨ªa auton¨®mica
Creo que no est¨¢ de m¨¢s recordar que la interpretaci¨®n asim¨¦trica del T¨ªtulo VIII de la Constituci¨®n fue la primera que se intent¨® imponer en el oto?o del 79. Inmediatamente despu¨¦s de las elecciones de abril, el Gobierno de UCD dio varios pasos: 1? Tramit¨® por el procedimiento de urgencia la Ley Org¨¢nica del Tribunal Constitucional (octubre 79). 2? Negoci¨® en noviembre los estatutos vasco y catal¨¢n. 3? Negoci¨® en diciembre "a la baja" el estatuto gallego. 4? Decidi¨® unilateralmente en enero del 80 que todas las dem¨¢s regiones accedieran a la autonom¨ªa por el 143 CE.El modelo inicial del Estado de las Autonom¨ªas era, pues, un modelo con tres niveles: dos m¨¢s uno m¨¢s catorce. Se trataba de la interpretaci¨®n m¨¢s asim¨¦trica de la Constituci¨®n de todas las posibles. La autonom¨ªa, en su vertiente pol¨ªtica, era un problema b¨¢sicamente vasco y catal¨¢n y en parte gallego. En su vertiente administrativa era un problema general de todo el territorio del Estado. A trav¨¦s de esta v¨ªa oblicua UCD y los partidos nacionalistas pretendieron dar concreci¨®n a la distinci¨®n entre nacionalidades y regiones del art. 2 CE. Aquello acab¨® como acab¨® con la desaparici¨®n del centro-derecha espa?ol del sistema pol¨ªtico durante una d¨¦cada. Y es que no pod¨ªa acabar de otra manera. UCD cometi¨® el inmenso error de pactar exclusivamente con los nacionalismos vasco y catal¨¢n la definici¨®n de la estructura del Estado, sin advertir que se trataba de un problema de naturaleza constituyente y que, por eso, exig¨ªa un acuerdo en el que ten¨ªan que participar los partidos nacionalistas, pero en el que ten¨ªan que participar tambi¨¦n y sobre todo los partidos nacionales y con m¨¢s peso que ninguno el otro gran partido nacional, el PSOE.
Los partidos nacionalistas, en lo que a la definici¨®n de la estructura del Estado se refiere, son importantes, pero no son decisivos. Y no deben serlo. Decisivos s¨®lo pueden ser los dos grandes partidos nacionales: UCD-PSOE, PSOE-PP. Ah¨ª est¨¢n como prueba los pactos auton¨®micos del 81 y del 92, a trav¨¦s de los cuales se ha definido la estructura del Estado dentro de las posibilidades y l¨ªmites fijados en la Constituci¨®n. Han sido pactos que han tenido que acabar haciendo en solitario los dos grandes partidos nacionales. Es as¨ª por la propia naturaleza de las cosas. La estructura del Estado es la cuesti¨®n m¨¢s importante para la convivencia pac¨ªfica en toda sociedad. No figura en las encuestas de opini¨®n entre las preocupaciones m¨¢s destacadas de los ciudadanos. Pero es mucho mas importante que el paro, la inflaci¨®n, la vivienda, los tipos de inter¨¦s, la inseguridad ciudadana y lo que sea. Es la premisa indispensable para que todos esos problemas puedan ser abordados pol¨ªticamente, es decir, de manera civilizada. Justamente por eso es por lo que dicha cuesti¨®n no puede ser resuelta desde una perspectiva parcial. Parcialmente se pueden tener respuestas para el paro, la inflaci¨®n, etc¨¦tera. En eso consiste la pol¨ªtica en democracia. Los partidos son portadores de programas generales de gobierno a partir de la representaci¨®n de intereses parciales. Ning¨²n partido representa a toda la sociedad y, sin embargo, cuando llega al gobierno es el Gobierno de la Naci¨®n y no s¨®lo de quienes lo han elegido.
Nada hay que objetar, en consecuencia, a que un partido nacionalista participe en la definici¨®n de la pol¨ªtica del Estado con todo el peso que sea capaz de poner en la balanza. Pero una cosa es la pol¨ªtica de gobierno y otra la estructura del Estado. Que un partido nacional pacte con otro nacionalista la estructura del Estado deja de ser leg¨ªtimo. Y la p¨¦rdida de la legitimidad se suele pagar muy caro. Incluso con la propia supervivencia.
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