La invisible guerra de Argelia
El Ej¨¦rcito y la guerrilla integrista mantienen desde hace cinco a?os un enfrentamiento a muerte que hacostado ya 50.000 vidas, multiplica la barbarie y no respeta ni a mujeres, ni a periodistas ni a extranjeros
"Esto no es una guerra". Lo repiten sin cesar responsables del Gobierno de Argel, tratando de minimizar el conflicto entre Ej¨¦rcito y guerrilla integrista, que se ha saldado, hasta ahora, con m¨¢s de 50.000 muertos, millares de exiliados y centenares de desaparecidos. Como si necesitaran reforzar su frase con pruebas, los funcionarios suelen apuntar con el dedo indice a la aparente normalidad de las c¨¦ntricas avenidas de Argel, donde apenas son visibles las fuerzas policiales y la vida parece transcurrir sin sobresaltos, mon¨®tona, entre el ir y venir de los ciudadanos y el tr¨¢fico ca¨®tico de los veh¨ªculos.El frente de combate est¨¢ justo ah¨ª. Es una l¨ªnea invisible. Pasa por en medio de la calzada, entra en los inmuebles, irrumpe en las casas, separa los barrios y divide a Argel en dos mundos. El primero est¨¢ constituido por las zonas de seguridad, donde se encuentran la mayor parte de los edificios p¨²blicos, ministerios, los tres grandes hoteles -Saint George, Aurassi y Sofitel- y las embajadas. Lo que queda fuera de este per¨ªmetro configura el resto; es decir, el campo de batalla. Pero ni siquiera esta divisi¨®n es evidente. Los l¨ªmites son fr¨¢giles. En cualquier momento, en cualquier hora del d¨ªa, puede emerger un comando y violar una de las parcelas de tranquilidad, convirti¨¦ndola en insegura. Atr¨¢s habr¨¢ dejado un coche bomba o el cuerpo de un asesinado. Es la guerrilla urbana.
"Le aconsejo no continuar en esta direcci¨®n. Es el barrio de Bab el Ued, y m¨¢s arriba, la Alcazaba. Todos llenos de terroristas", ha asegurado con tono conminatorio un polic¨ªa vestido de paisano, que en esta ma?ana de viernes festivo saborea un caf¨¦ con leche ante el quicio de la puerta de su comisar¨ªa, en el Bulevar Che Guevara, muy cerca de la plaza de los M¨¢rtires, en pleno, centro de Argel. El muro se concreta.
Bab el Ued, al igual que la mayor¨ªa de los suburbios del este de la ciudad, es un barrio de combate. Este antiguo reducto de los espa?oles vivi¨® al principio del conflicto una situaci¨®n de sorprendente tranquilidad. La calma la hab¨ªan propiciado los propios radicales, que durante los ¨²ltimos a?os hab¨ªan tejido, con la ayuda de. los vecinos, una tupida red de solidaridades. El epicentro de esta corriente islamista hab¨ªa sido en principio la mezquita de Suna, uno de los cuarteles generales el Frente Isl¨¢mico de Salvaci¨®n (FIS). Ning¨²n extra?o se les escapaba. Los movimientos de la polic¨ªa eran conocidos de antemano. Hab¨ªan logrado convertir la zona en una especie de oasis, donde la guerrilla fundamentalista pod¨ªa refugiarse y curar sus heridas.Equilibrio roto
Esta estrategia islamista empez¨® a tambalearse tras el asesinato en Bab el Ued de las dos monjas agustinas misioneras, en octubre de 1994. El equilibrio se rompi¨® definitivamente un a?o m¨¢s tarde, en un mes de agosto, cuando un comando guerrillero lanz¨® contra el edificio de la Direcci¨®n General de la Polic¨ªa un veh¨ªculo cargado de explosivos. Nunca se conoci¨® con exactitud el n¨²mero de muertos, ni siquiera el de heridos. Pero estas dos acciones supusieron el principio de una dura represi¨®n, en la que todo est¨¢ permitido. Bab el Ued es hoy una zona insegura. Sus calles y sus plazas forman junto con las de la Alcazaba tino de los reductos islamistas m¨¢s importantes y castigados de Argelia.
Mohamed Zaaf, de 50 a?os, viv¨ªa en la frontera de los dos barrios. Fue detenido all¨ª en enero de 1995. Trabajaba en aquella ¨¦poca como periodista para la agencia de prensa italiana Ansa. Llegaron de noche. Las fuerzas de seguridad rodearon su casa. El toque de queda y los disparos ayudaron a vaciar la calles. No hubo testigos. Cuando finaliz¨® el tiroteo, los polic¨ªas del grupo antiterrorista -los ninja-, con el rostro cubierto con pasamonta?as, entraron en su domicilio. Lo rompieron casi todo. El resto lo robaron. Incluido el turismo que acababa de comprarse con sus ahorros. Se lo llevaron a ¨¦l y a sus dos hijos. Horas antes, los partidos de la oposici¨®n democr¨¢tica hab¨ªan, celebrado en Roma una gran reuni¨®n. Mohamed Zaaf, periodista al servicio de Italia, espera desde entonces en la prisi¨®n de El Harrach. No ha sido juzgado. Zaaf est¨¢ condenado al silencio, al igual que lo est¨¢n m¨¢s de medio centenar de periodistas asesinados en poco menos de cuatro a?os.
No quedan huellas visibles de la agresi¨®n contra este periodista. No es un hecho sorprendente. Nunca hay en Argelia trazos claros que permitan identificar a los responsables de la violencia cotidiana, ni descubrir su estrategia. Nadie, por ejemplo, es capaz de explicar con precisi¨®n cu¨¢l es la misi¨®n de ese contingente de fuerzas del Ej¨¦rcito que, de vez en cuando y llegada la noche, desembarca en los barrios extremos, despierta a los vecinos, los hace descender a la calle y se lleva a punta de fusil a los hombres m¨¢s j¨®venes o en edad militar. Tampoco nadie es capaz de explicar cu¨¢l era el aspecto f¨ªsico de esos dos muchachos que el otro d¨ªa descendieron de un veh¨ªculo, llevando un saco a la espalda, de cuyo interior extrajeron las cabezas cortadas de dos varones, reci¨¦n degollados, y que las dejaron rodar sobre la acera, frente a la puerta de una carnicer¨ªa, para luego desaparecer engullidos por el tr¨¢fico de la baja Alcazaba. Parece como si nadie los hubiera visto.El terror
"Hacia la una de la madrugada nos despert¨® una oleada de disparos. Nos acercamos a la ventana, levantamos la persiana sin llamar la atenci¨®n y vimos a un grupo de hombres vestidos de- paisano, el rostro cubierto con un pasamonta?as. Tiraban al aire, pero sobre todo contra la panader¨ªa -ante la que al mediod¨ªa hab¨ªa sido asesinado un coronel del Ej¨¦rcito-. Nadie respond¨ªa a sus tiros. Todo dur¨® media ahora. Ten¨ªamos miedo de que nos tocara una bala perdida. No entend¨ªamos nada, ni siquiera por qu¨¦ nadie sal¨ªa del cuartel de la Gendarmer¨ªa, que est¨¢ justo delante. Cuando se fueron descubrimos cinco cuerpos, que no hab¨ªan sido muertos all¨ª. Eran cuerpos de j¨®venes, en pijama con los pies desnudos. No eran del barrio. Les hab¨ªan colocado un cartel en las manos: "Esta es la suerte reservada a los traidores de la patria". As¨ª lo explicaba un vecino del suburbio de Ain Naja a un observador internacional, en el mismo barrio donde este invierno han estallado dos coches bomba provocando decenas de muertos, centenares de heridos.
En el extrarradio de Argel, el frente es mucho m¨¢s visible. La guerra all¨ª es mucho m¨¢s clara. El d¨¦dalo de carreteras que cruzan la Mitiya, la planicie que rodea el Gran Argel, est¨¢ jalonado por los vestigios de los ¨²ltimos enfrentamientos armados entre la guerrilla integrista y el Ej¨¦rcito. Los esqueletos de los coches calcinados forman un largo v¨ªa crucis, sucedi¨¦ndose unos a otro, siempre junto a las cunetas, al lado de donde duermen los cables de tel¨¦fono y de electricidad saboteados. Es el escenario de la guerra permanente entre los soldados gubernamentales y las milicias fundamentalistas, que suelen descender de las monta?as, el Atlas de Blida, para abastecerse en Larbaa, Bugara, Bufarik, Saula o Sidi Musa. Son los hombres del maquis.
"En el pen¨²ltimo Ramad¨¢n bajaron los hombres de las monta?as. Eran cientos. Tomaron al asalto las calles, mientras disparaban sin cesar los Kal¨¢shnikov al aire. Nadie pudo detenerlos. Las fuerzas de polic¨ªa y del Ej¨¦rcito estaban muy lejos y no hicieron nada por impedirlo. Estuvie
ron deambulando toda la noche por el pueblo. Hicieron lo que quisieron. Nosotros no nos movimos de casa. Pasamos la noche en vela. Al d¨ªa siguiente desaparecieron, antes de que llegara el alba", recuerda un vecino de Bugara, que, como otros muchos, ha decidido dejar el pueblo y refugiarse en el centro de Argel, donde el alquiler de la vivienda se ha disparado hacia arriba como la inseguridad.El frente del maquis, constituido b¨¢sicamente por falanges del Grupo Isl¨¢mico Armado (GIA) y del Ej¨¦rcito Isl¨¢mico Armado (EIS) -brazo militar del partido pol¨ªtico FIS-, se prolonga hacia el este y el oeste, siguiendo la l¨ªnea y la protecci¨®n de los montes del Atlas de Blida, como cercando la ciudad de Argel e intentando incomunicarla del resto del pa¨ªs. En uno de estos v¨¦rtices est¨¢ Medea, capital de un fantasmag¨®rico Califato Isl¨¢mico, que s¨®lo existi¨® en la falsa propaganda de un falso GIA, reinventado y dirigido desde cualquier despacho de Argel. Estos son los dominios del ¨²nico jefe del verdadero GIA, Abu Abderrahm¨¢n Am¨ªn, m¨¢s conocido con el sobrenombre de Yamel Zituni, hijo de un carnicero de Saula, ex jugador de baloncesto y ex profesor de m¨²sica.
Los aviones y los helic¨®pteros del Ej¨¦rcito suelen rastrear y bombardear los dominios de Zituni, intentando localizar sus huellas o destruir sus refugios. Las operaciones se suceden a pleno d¨ªa, sin ning¨²n pudor, ante la mirada at¨®nita de los vecinos, que se han acostumbrado ya a escuchar el estampido de los cohetes y ver luego a los aparatos remontar el vuelo. La pen¨²ltima ocasi¨®n en que los ciudadanos de Medea vieron sobrevolar los helic¨®pteros de combate fue el pasado 28 de marzo, cuando las tropas gubernamentales trataban infructuosamente de vislumbrar los rastros de los siete monjes trapenses secuestrados el d¨ªa anterior del monasterio de Nuestra Se?ora del Atlas.La batalla de Ain Defla
Pero no s¨®lo se lucha en el Gran Argel. El Ej¨¦rcito y la guerrilla integrista combaten intermitentemente en diferentes puntos del pa¨ªs. No han dejado nunca de enfrentarse en la regi¨®n de Ain Defla, a 150 kil¨®metros al oeste de Argel, donde en marzo de 1995 tuvo lugar una de las batallas m¨¢s importantes de los ¨²ltimos anos, en la que se registraron cerca de 2.500 muertos.
La ofensiva de las fuerzas gubernamentales dur¨® cerca de una semana y se centr¨® sobre una zona boscosa, Beni Buateb, donde se presum¨ªa que se encontraban reunidos m¨¢s de 160 emires o jeques del GIA, dispuestos a coordinarse y preparar un ataque sobre el Gran Argel. Las tropas del general Lamari utilizaron todos los medios a su alcance. Los aviones efectuaron vuelos rasantes sobre la zona, a los que sigui¨® una lluvia de obuses de artiller¨ªa, facilitando as¨ª la entrada en la zona de blindados y de la infanter¨ªa.
Ain Defla supuso una gran derrota para las fuerzas rebeldes. Aunque nunca hubo testimonios ni versiones oficiales de la batalla, la operaci¨®n supuso el inicio de una nueva estrategia medi¨¢tica gubernamental, seg¨²n la cual los ataques integristas ser¨ªan en adelante calificados como "terrorismo residual". La euforia oficial provocada por el triunfo armado no logr¨®, sin embargo, silenciar el estruendo de las explosiones, que pr¨¢cticamente todas las noches de aquel verano se escucharon en Argel, mientras llegaban noticias de que se estaba desarrollando una nueva batalla, est¨¢ vez en Laguath, a 400 kil¨®metros al sur de la capital, en las puertas del S¨¢hara, a medio camino de los campos petrol¨ªferos de Hasi Mesaud.
"La operaci¨®n dur¨® m¨¢s de una semana. Los que viv¨ªamos en el centro de Laguath fuimos obligados a desalojar nuestras casas, mientras el Ej¨¦rcito tomaba posiciones y asediaba un punto preciso de la ciudad, muy cerca de los dep¨®sitos de gas, donde se hab¨ªan atrincherado los integristas, que amenazaban con hacer explosionar las instalaciones. Durante noches y noches escuchamos las explosiones de las bombas y de los proyectiles, sin saber a ciencia cierta qu¨¦ es lo que realmente estaba sucediendo. Cuando volvimos al barrio nos encontramos con numerosas casas destruidas y con un balance oficioso de una treintena de v¨ªctimas", recuerda uno de los vecinos de Laguath que, como toda la poblaci¨®n, vivi¨® noches de insomnio y de indignaci¨®n, que culminaron con una oleada de protestas y de huelgas por la violencia innecesaria utilizada por las tropas gubernamentales contra objetivos civiles.
El episodio de Laguath ha atomizado la guerrilla integrista en su frente sur y oeste. Las milicias rebeldes se han replegado algunos kil¨®metros m¨¢s al norte y desde all¨ª ponen permanentemente en jaque a las tropas del r¨¦gimen de Argel. Es el contraataque o la represalia. La primera respuesta integrista se produjo el pasado 8 de marzo y el objetivo fue un tren de viajeros que se dirig¨ªa de Telemcen a Or¨¢n. M¨¢s de 150 guerrilleros atacaron el convoy, hicieron descarrilar los vagones y mataron una docena de civiles e hirieron a otros 20. Dos semanas m¨¢s tarde fue un autob¨²s de viajeros que se dirig¨ªa de Hasi Mesaud a Or¨¢n, a su paso por la localidad de Aflu. Los fundamentalistas, que dieron muerte a una decena de viajeros, todos ellos trabajadores de la empresa petrol¨ªfera estatal Sonatrach, cumpl¨ªan sus amenazas de atacar las instalaciones e intereses energ¨¦ticos.
La estrat¨¦gica carretera que conduce hacia la regi¨®n petrol¨ªfera de Hasi Mesaud, pasando por Laguath, est¨¢ sometida a un riguroso control del Ej¨¦rcito regular. Los desplazamientos de los veh¨ªculos privados se efect¨²an espor¨¢dicamente, con permisos especiales, y en convoyes custodiados por las fuerzas de seguridad. El pen¨²ltimo viajero en solitario fue el obispo de Laguath, Michel Gagnon, cuyo veh¨ªculo fue interceptado por el Ej¨¦rcito en plena carretera y obligado a retroceder y a esperar el correspondiente convoy. S¨®lo as¨ª pudo llegar hasta su di¨®cesis. Son las precauciones l¨®gicas del mando unificado de la lucha contra el integrismo, que ha constatado en los ¨²ltimos tiempos c¨®mo la guerrilla fundamentalista se desplazaba hacia el sur, con un doble objetivo: atentar contra los pozos de petr¨®leo y aliarse con los grupos n¨®madas y rebeldes que hist¨®ricamente deambulan en los l¨ªmites fronterizos de Argelia.
El peso de la lucha contra los rebeldes integristas lo dirige el general y jefe del Alto Estado Mayor, Mohamed Lamari, de 56 a?os, ex responsable del Ej¨¦rcito de Tierra, separado de este cargo en 1990 por discrepancias con el anterior presidente de la Rep¨²blica, Chadli Benyedid, del que critic¨® su intento de alianza con los islamistas. Recuperado por el actual r¨¦gimen de Argel en noviembre de 1994, Lamari es hoy uno de los cerebros principales de la guerra contra el integrismo, al que dice estar dispuesto a aniquilar "sea cual sea el precio y los sacrificios". Dirige el mando unificado de todas las tropas y coordina a la vez con pu?o de hierro la reestructurada y temida Seguridad Militar y el poderoso Ej¨¦rcito argelino, cuya espina dorsal es el Ej¨¦rcito de Tierra, constituido por m¨¢s de 120.000 hombres, encuadrados en 17 brigadas y m¨¢s de un centenar de batallones aut¨®nomos.Adolescentes en la guerra
Son en su mayor¨ªa adolescentes, que acaban de reincorporarse al servicio militar obligatorio. Visten de manera desigual, con un cierto desali?o, en ocasiones con ciertos detalles de estilo Rambo, soportando con las dos manos la pesada carga de un arma cuyo funcionamiento parecen a duras penas conocer, sometidos a largas horas de vigilancia y de tensi¨®n, con el miedo reflejado en sus rostros. Muchos de ellos han sido reclutados a la fuerza, presionados por medidas conminatorias dictadas hace dos a?os por el Ministerio de Defensa, cuando descubri¨® que una gran mayor¨ªa de j¨®venes en edad de quintas ven¨ªan eludiendo habitualmente su servicio militar.El llamamiento de los reservistas, iniciado en junio de 1995, ha supuesto un bal¨®n de ox¨ªgeno para estas tropas exhaustas por casi cinco a?os de combates continuados, aunque muchos j¨®venes reservistas parecen por el momento dispuestos a deso¨ªr la nueva convocatoria a filas y han iniciado un movimiento espont¨¢neo de rebeld¨ªa y de desobediencia militar.
Los verdaderos refuerzos del todopoderoso general de Estado Mayor Lamari llegan por ahora de las zonas rurales; son los grupos de autodefensa civil. Convertidos en se?ores de la guerra, han abandonado la familia y sus trabajos para convertirse en patriotas. Las armas se las ha proporcionado la Gendarmer¨ªa o el Estado. Se han transformado as¨ª en un verdadero ej¨¦rcito. Su casa es su cuartel, su patria es su pueblo. Asumen la seguridad de la zona y configuran en ocasiones batallones de hasta 1.000 hombres. Han pasado de la vigilancia pasiva a la ofensiva. Buscan y persiguen a los islamistas, como si se tratara de una cacer¨ªa. Ellos tambi¨¦n hacen lo imposible por convertir esta guerra en una sucia carnicer¨ªa.
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