Mejor el anuncio que el programa
Hubo un rey Abderram¨¢n que al cabo de la vida cont¨® los d¨ªas de felicidad y le salieron 13. Al final del estreno de Caiga quien caiga, la noche del viernes en Tele 5, me pongo mucho menos exigente que el rey moro e intento un ben¨¦volo recuento de peque?as felicidades, de alegr¨ªas de bisuter¨ªa cat¨®dica, unas poquitas habas. El resultado es descorazonador. Y no fue por falta de ganas. Ese aud¨ªmetro que todos llevamos dentro permaneci¨® alerta, en plan "ahora s¨ª, ahora viene lo bueno", y termin¨® el programa con la t¨ªpica mueca l¨¢nguida de lo que pudo haber sido y no fue. ?Qu¨¦ es lo que pudo haber sido? ?se es el problema. Tampoco lo s¨¦.Crear expectativas es un arma de doble filo. La autopromoci¨®n de las cadenas ha entrado en una carrera tan exagerada que a uno lo que le acaba gustando son los anuncios de algunos programas siempre que no ceda a la tentaci¨®n de verlos. Por ejemplo, te dicen que acciones en el mando mental el dispositivo S (Sorpresa). Luego resulta que en la feria hay lo de siempre, la vaca de cinco patas y la mujer barbuda, y te quedas con el s¨ªndrome de los hechos consumados. A veces pienso que ser¨ªa mejor que los programas surgieran de repente, a traici¨®n, con alevos¨ªa nocturna, y que te encontraras con ellos por azar como con la sombra tigresa de un gato callejero.
El se?uelo de Caiga quien caiga era muy prometedor. Invitaba a accionar el dispositivo mental PB (Pasarlo Bomba). Buen t¨ªtulo (para m¨ª, la a?oranza de aquella genial pel¨ªcula jamaicana del mundo reggae en los a?os setenta). Buena est¨¦tica, con reporteros de traje y gafas negras a lo Blues Brothers. Buena idea: parodiar la actualidad y al propio medio televisivo. Buena intenci¨®n: hacerlo, con estilo. Uno cree, adem¨¢s, en la materia prima de El Gran Wyoming, el humor del disparate dicho en serio, tan desaprovechada en otras experiencias. En el colmo de las ilusiones, Caiga quien caiga podr¨ªa ser el anhelado contrapunto a otros productos en circulaci¨®n, como el show cada vez m¨¢s pendenciero que en la misma cadena cruza el Mississippi.
El estreno de Caiga quien caiga daba la impresi¨®n de ser un n¨²mero cero. Es posible que Wyoming y los suyos lo hayan pasado bien ingeniando situaciones graciosas, pero hay una cierta diferencia entre querer hacer gracia y hacerla. Carrascal, objeto de uno de los reportajes con pretensiones kamikazes de Caiga quien caiga, hace re¨ªr cuando editorializa en serio en su informativo, pero no funciona cuando lo pones en situaciones risue?as. La pieza m¨¢s lograda fue precisamente la importada, la del desparpajo de un locutor porte?o con las estrellas de Hollywood. Lamento, como aquel rey Abderram¨¢n, no haberlo pasado bomba el viernes. Pero hay mucha vida por delante.
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