Kiko apaga la tensi¨®n
Dos goles del delantero firmaron la victoria ag¨®nica del Atl¨¦tico sobre el Salamanca
Kiko se levant¨® sobre la angustia y la desesperaci¨®n, sobre el miedo al fracaso y la ausencia de f¨²tbol. Kiko se elev¨® sobre todas las condiciones que pusieron al Atl¨¦tico al borde de la cat¨¢strofre. Cuando el partido echaba la persiana, con un empate desastroso para el Atl¨¦tico, Kiko recibi¨® la pelota en la corona del ¨¢rea, se gir¨® con mucha propiedad y sac¨® un remate espl¨¦ndido que dio la victoria y la vida al Atl¨¦tico, que se ve¨ªa condenado a una tragedia. Kiko fue el hombre del partido, un h¨¦roe para la gente colchonera, que ya no aguanta m¨¢s: quiere el t¨ªtulo a la voz de ya. Nadie puede soportar tanta tensi¨®n en el Manzanares.La peque?ez del Salamanca favoreci¨® los intereses del Atl¨¦tico, pero no suficientemente. O sea, que la gente del Calder¨®n vivi¨® otra tarde hipertensa, lipotimia va, lipotimia viene. Y otra vez la sensaci¨®n fatalista que invade al colchonerismo desde tiempo inmemorial, desde que el f¨²tbol es f¨²tbol, Debe ser una cuesti¨®n gen¨¦tica o ganas de fastidiar, porque bien mirado la victoria estaba hecha: el Salamanca lleg¨® con la carta de descendido y jug¨® como tal. No era el equipo para amargar la fiesta al Atl¨¦tico, a pesar de la debil¨ªsima trayectoria del equipo de Antic en el Manzanares. Pero el Atl¨¦tico se empe?¨® en complicarse la existencia, Como es su. costumbre, y salv¨® el partido a duras penas, con una media vuelta de Kiko que casi anuncia el t¨ªtulo. As¨ª fue recibido el gol en el Manzanares, en medio de un estallido liberador.
El verdadero problema del Atl¨¦tico fue su incapacidad para poner distancia. Kiko, que se ha hecho cabeceador, marc¨® muy pronto y todo el mundo tir¨® cohetes. Se hab¨ªan puesto las condiciones para una victoria tranquila. Pero el Atl¨¦tico no aprovech¨® el viento de cola y se meti¨® en el charco, o al menos vivi¨® expuesto a alguna contrariedad, que finalmente se produjo. Cuando Stinga levant¨® la pelota sobre Molina, el Atl¨¦tico y su hinchada se pusieron en lo peor. Un partido que iba para sencillo se retorci¨® y dej¨® algunos de los momentos m¨¢s emotivos del campeonato. La recta final del encuentro estuvo presidida por el miedo y la aprensi¨®n de los aficionados. Todo en grado may¨²sculo. Pocas veces se ha advertido tanto sufrimiento en un campo y por eso el tanto de Kiko fue recibido en tromba. Se rompieron todos los diques emotivos y la gente estall¨® para celebrar el gol, para sacarse una angustia terrible, para mandar al carajo todas las supersticiones que abruman a la hinchada rojiblanca.
El partido s¨®lo pudo entenderse desde el lado de los sentidos. Juego no hubo. El Atl¨¦tico volvi¨® a salir con un f¨²tbol estre?ido, consumido por la ansiedad que le provoca la inminencia del ¨¦xito. S¨®lo as¨ª pueden interpretarse las dificultades que atraves¨® para derrotar a un rival muy d¨¦bil. El Salamanca se ofreci¨® tal y como es. Jug¨® muy mal en el primer tiempo, desorganizado y triste. La defensa fue especialmente vulnerable. Sin embargo, el Atl¨¦tico se encontr¨® sin recursos para conducir el partido con tranquilidad.
Antes y despu¨¦s del primer gol qued¨® claro que el hombre del d¨ªa era Kiko. Ha tenido suerte el Atl¨¦tico en encontrar a un jugador decisivo en cada uno de. los ¨²ltimos partidos. A falta de un f¨²tbol de ley, ha tenido a Caminero, para ganar un partido, a Pantic para conquistar otro y a Kiko para ganar ¨¦ste frente al Salamanca. Kiko domin¨® el encuentro por deseo, clase y oportunidad.
En medio de la desesperaci¨®n reinante, Kiko actu¨® como un dandy, con una frialdad sajona. Cogi¨® la onda con el primer gol y se sinti¨® bien, c¨®modo en el gallinero. Donde todos se lanzaban a la carga, Kiko se negaba a capitular y le daba por inventar. O quiz¨¢ eran cosas normales: regateaba, tiraba paredes, pasaba con intenci¨®n. El caso es que ning¨²n otro lo hac¨ªa. Ni en el Atl¨¦tico, ni en el Salamanca. A unos les pod¨ªa la tensi¨®n y a otros sus carencias. Pero el m¨¢s perjudicado era el Atl¨¦tico. Poco a poco el partido se puso interpares. Es decir, p¨¦simo. Y ah¨ª se sent¨ªa mejor el Salamanca, que s¨®lo se preocup¨® de anotar su ¨²nica oportunidad. Aquello son¨® a funeral en el Manzanares. Nada de lo que sigui¨® despu¨¦s sirvi¨® para mejorar el paisaje del Atl¨¦tico. Hubo un tiro de Pantic al palo y poco m¨¢s. Como no hab¨ªa f¨²tbol, ni sentido colectivo, ni nada, el ¨²nico recurso era Kiko, que iba por libre y ten¨ªa amargados a los defensores del Salamanca. El Atl¨¦tico deposit¨® su suerte en la serenidad de Kiko, que devolvi¨® la confianza con el gol del triunfo. Un gol estupendo, por cierto. Fue una media vuelta con los tiempos bien marcados y un remate venenoso, colocadito al palo contrario. Para la hinchada del Atl¨¦tico fue algo m¨¢s que eso. Vieron el gol m¨¢s hermoso del mundo, el gol que les quit¨® un nudo del pecho y les abri¨® las puertas del t¨ªtulo.
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