El rejoneador estorbo
Diez minutos llevaba cabalgando la collera Javier Buend¨ªa-Javier Mayoral y a¨²n no hab¨ªa conseguido clavar ni un rej¨®n de castigo. La javierada no funcionaba. Barruntaba la afici¨®n (la afici¨®n a la mal llamada corrida de rejones, se quiere decir) que alguien estorbaba all¨ª y, teniendo en cuenta lo sucedido en el toro anterior, deb¨ªa ser Javier Mayoral. Acert¨®. No m¨¢s bien hubo desaparecido Javier Mayoral, que se fue a cambiar de caballo, Javier Buend¨ªa clav¨® los rejones de castigo, no uno sino dos, y adem¨¢s con la facilidad propia de su reconocido oficio.Mayoral ten¨ªa la tarde negra y a los aficionados a la mal llamada corrida de rejones ya empezaba a preocuparles el largu¨ªsimo rato que llevaban sin poder aplaudir; lo menos media hora. Por eso cuando Javier Mayoral consigui¨® poner una banderilla, luego otra, la plaza le dedic¨® una estruendosa ovaci¨®n puesta en pie, y algunos hasta prorrumpieron en v¨ªtores. A qui¨¦n vitoreaban no pod¨ªa saberse, dado el jolgorio que hab¨ªa en la plaza. La normalidad quedaba, al fin, restablecida. Una (mal llamada) corrida de rejones sin apoteosis es como un jard¨ªn sin flores.
Ortigao / Cuatro rejoneadores
Toros despuntados para rejoneo de Ortigao Costa, mansotes aunque dieron juego. Javier Buend¨ªa: rej¨®n bajo y rueda de peones (silencio). Leonardo Hern¨¢ndez: metisaca (oreja). Ferm¨ªn Boh¨®rquez: rej¨®n ca¨ªdo (ovaci¨®n y salida al tercio). Javier Mayoral: pinchazo trasero baj¨ªsimo, cinco pasadas en falso, rej¨®n bajo, metisaca, tres pasadas en falso, rej¨®n bajo -primer aviso con retraso-, pinchazo, otro cerca de la ri?onada, rej¨®n baj¨ªsimo -segundo aviso-; mata el sobresaliente de pinchazo, estocada ca¨ªda y descabello (bronca al rejoneador). Por colleras: Buend¨ªa, rej¨®n trasero y Mayoral, rej¨®n bajo (divisi¨®n cuando salen a saludar). Boh¨®rquez, con Hern¨¢ndez, rej¨®n bajo, rueda de peones y cinco descabellos (vuelta con alguna protesta).Plaza de Las Ventas, 18 de mayo. 8a corrida de feria. Lleno.
Los aficionados respiraron tranquilos porque Javier Mayoral, en su actuaci¨®n solitaria, hab¨ªa estado a punto de darles la tarde. Javier Mayoral fallaba las clavazones, se hac¨ªa un l¨ªo con el toro, menudeaba las pasadas en falso y a la de matar fue ella: metiendo el rej¨®n donde pod¨ªa, o incapaz de meterlo, el peonaje intentando pon¨¦rselo f¨¢cil, el toro perplejo, sufridor y a la espera, iban cayendo m¨¢s rejonazos y pasando m¨¢s minutos de cuantos permite el reglamento. Sonaron dos avisos y no parec¨ªa haber remedio, hasta que el delegado de la autoridad indic¨® al rejoneador que cesara en la perpetraci¨®n de sus amagos toricidas. De manera que sali¨® un subalterno en calidad de sobresaliente y liquid¨® al toro.Y el toro -?Dios sea loado!- descans¨® en paz.
El toro es la v¨ªctima de la corrida de rejones.- Siempre es la v¨ªctima el toro -acabar¨¢ muriendo irremisiblemente- pero en estas funciones ni siquiera se le otorga la posibilidad de combatir. Si la echan a correr, el caballo es m¨¢s veloz. Si la echan a reunir, los rejoneadores tienen licencia para ejecutar la suerte seg¨²n les plazca. Aquello de clavar reuniendo al estribo lo hicieron alguna vez Buend¨ªa, Hern¨¢ndez, Boh¨®rquez; s¨®lo alguna pues lo habitual era que clavaran pasada la grupa y el p¨²blico lo premiaba igual con clamorosas ovaciones.
Las ovaciones son la salsa del rejoneo. Javier Buend¨ªa llevaba 14, bien diferenciadas, apenas clav¨® el tercer rej¨®n de castigo al toro que abri¨® plaza. Catorce ovaciones por tres rejones es un balance surrealista, y se distribu¨ªan as¨ª: una al preparar la suerte, otra al clavar, otra al levantar la bandera, m¨¢s cinco correspondientes a otras tantas veces que salud¨® sombrero en mano.
El toreo sobrio de Buend¨ªa se continu¨® con el de Hern¨¢ndez, que a?adi¨® templanza y seguridad al suyo y se gan¨® una oreja. Boh¨®rquez tuvo momentos brillantes dentro de una actuaci¨®n desigual. Estos dos rejoneadores provocaron los mayores entusiasmos de la tarde al llegar su turno de collera. Est¨¢ demostra do que la collera es una unidad de destino en lo universal donde no cuadran estorbos. Por eso cuando, en perfecta conjunci¨®n, pasaban a galope tendido por delante del toro uno detr¨¢s del otro volvi¨¦ndolo loco y tundi¨¦ndole a banderillazos los lomos, hubo en el tendido un frenes¨ª. La afici¨®n volvi¨® entonces a ser feliz. Las s¨®rdidas peripecias de Javier Mayoral quedaban condonadas. Y estuvo bien. Un petardo lo da cualquiera y, adem¨¢s, un rejoneador no tiene por qu¨¦ ser genial todos los d¨ªas de su vida. Ni siquiera por colleras .
Babelia
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