?Lidia ha dicho usted?
Los toros ten¨ªan mucho que lidiar. Alguien lo coment¨® en el tendido y el resto de la poblaci¨®n le mir¨® como un bicho raro. "?Lidi.. qu¨¦?" para la inmensa mayor¨ªa de la gente que va a los toros, la lidia es la vecina del quinto (en el caso de que la vecina del quinto se llame Lidia, naturalmente)."?Lidia ha dicho? ?Y eso con qu¨¦ se come?".
Mientras los de arriba no exijan lidia no la dar¨¢n los de abajo, eso est¨¢ claro, como no habr¨¢ toros ¨ªntegros y toreo aut¨¦ntico abajo mientras no lo exijan los de arriba. Y as¨ª va tirando la fiesta: unos aplaudiendo, otros no haciendo apenas nada que sea digno de aplauso; unos aburri¨¦ndose soberanamente (es otra forma de decir), otros conformes con su mediocridad y su papel de segundones.
Ib¨¢n / Espl¨¢, C¨¢mara, Liria
Toros de Baltasar Ib¨¢n (dos rechazados en el reconocimiento), desiguales de presenicia, con casta, deslucidos excepto 6?. 4? y 5? de Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares, grandes, mansos.Luis Francisco Espl¨¢: estocada atravesada y descabello (silencio); pinchazo a paso banderillas, estocada corta y rueda de peones (silencio). Fernando C¨¢mara: dos pinchazos -aviso con retraso-, pinchazo y estocada atravesada (silencio); cuatro pinchazos y estocada (silencio). Pep¨ªn Liria: estocada y dos descabellos (vuelta con protestas); estocada ca¨ªda, rueda de peones y descabello (oreja). Plaza de Las Ventas, 19 de mayo. 9? corrida de feria. Lleno.
Los taurinos echan su cuarto a espadas en este asunto de la lidia que no existe, el toro que suele salir, el toreo que se lleva y argumentan que as¨ª le gusta al p¨²blico pues en otro caso no aplaudir¨ªa. La cuesti¨®n -teme uno- es de mayor calado: no s¨®lo es en los toros donde la gente aplaude sin fundamento. Hay quienes les quitan la cartera y encima dan las gracias.
Un cierto remedo de lidia lo aplaud¨ªa entusiasmado el publico. Por ejemplo, cuando los toreros no se atrev¨ªan a embarcar con el capote las primeras embestidas codiciosas de los toros y entonces se daban la vuelta y lo sacaban a lo medios, capotazo va y viene, corriendo hacia atr¨¢s, que es una forma ventajista y vergonzante de defenderse perdiendo terreno. Ve¨ªa eso el p¨²blico y prorrump¨ªa en una ovaci¨®n clamorosa.
Consecuencia: que cada vez es m¨¢s raro el toreo a la ver¨®nica. Aquellos lances habituales en cualquier funci¨®n de la a?eja fiesta, no importaba que participaran novilleros, incluso modestos; aquellos alardes de valor y torer¨ªa, tanto m¨¢s emocionantes cuanto mayor fuera la casta embestidora del toro, tray¨¦ndoselo toreado, embebi¨¦ndolo en los vuelos del percal y ligando las suertes mientras se iba ganando terreno hacia los medios, han pasado a la historia.
Ver¨®nicas de tal fuste dio unas cuantas el maestro Pepe Luis, con ¨¦l miles de toreros en el largo devenir de la fiesta, y quiz¨¢ no les aplaud¨ªan tanto como a esos segundones del capoteo ventajista y vergonzante a la defensiva. Y, de ah¨ª en adelante, todo lo que fue lidia se est¨¢ convirtiendo en un suced¨¢neo cuando no en una bochornosa tropel¨ªa. Sin ir m¨¢s lejos, los picadores, que acribillaron a los toros con sa?a carnicera, les met¨ªan la vara por los espinazos atr¨¢s envolvi¨¦ndolos en la trampa letal de la carioca, ?y les aplaud¨ªan tambi¨¦n!
Fernando C¨¢mara result¨® arrollado peligrosamente las dos veces que practic¨® el capoteo hacia atr¨¢s, qued¨® del percance maltrecho y tuvo m¨¦rito que desarrollara con buenos ¨¢nimos el resto de su labor. No lig¨® los pases en su primero, cuya casta combativa infund¨ªa respeto, pero le instrument¨® algunos ayudados de muy buen corte. En el quinto, un manso al que las cuadrillas fueron incapaces de fijar y banderillear, resolvi¨® abreviar e hizo bien.
Luis Francisco Espl¨¢ estuvo siempre bien colocado, entr¨® muy oportuno a quites y acaso no pase de ah¨ª el balance de su actuaci¨®n. Arriesg¨® poco con capote y muleta, banderille¨® de tr¨¢mite y a punto estuvo de pasar desapercibido.
Pep¨ªn Liria, por el contrario, no quer¨ªa pasar desapercibido de ninguna manera y pareci¨® que atropellaba la raz¨®n arrim¨¢ndose como un jabato a sus toros. La verdad es que le correspondieron los mejores, y con tanto alboroto y tanto af¨¢n tremendista se le fueron sin torear. Lo cual no impidi¨® que le dieran una oreja. La oreja es lo que importa. El p¨²blico la pidi¨® con pasi¨®n y una vez la vio, sanguinolenta y peluda, en la mano del torero, se march¨® harto satisfecho. El p¨²blico actual no cambiar¨ªa una oreja por todas las lidias del mundo. Y, adem¨¢s, ?qu¨¦ es eso de lidia, si se puede saber?
Babelia
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