La primera derrota
En estos primeros d¨ªas de Gobierno del PP, que significan la plasmaci¨®n de su victoria electoral, no todo son alegr¨ªas para los conservadores. Al mismo tiempo que ocupan las estructuras del poder pol¨ªtico, su mensaje se autolimita intelectualmente y han acabado por aceptar el consenso socialdem¨®crata y abandonar los rasgos m¨¢s liberales de su programa. ?sta es su primera derrota: la desfiguraci¨®n de su discurso principal.No otra cosa es esa cruzada a favor del Estado del bienestar realmente existente -con sus consecuencias en pensiones, desempleo, sanidad, educaci¨®n, etc¨¦tera-, la defensa de la inversi¨®n p¨²blica o la renuncia a reformar el mercado de trabajo, que tantas veces recuerda a los social-dem¨®cratas (o a los democristianos de postguerra). Quiz¨¢ se han dado cuenta de que no hay otra forma de gobernar un pa¨ªs como Espa?a.
La prueba de la sinceridad de sus palabras habr¨¢ que comprobarlo en la pr¨¢ctica, pero ¨¦sta, desgraciadamente, se da con cuentagotas. Causa perplejidad la lentitud de las medidas de choque; en 1982, un d¨ªa llegaron los socialistas y al s¨¢bado siguiente, con los mercados cerrados y enorme audacia, Miguel Boyer presentaba un plan de ajuste que elimin¨® la incertidumbre de los mercados: ya se sab¨ªa c¨®mo iba a gobernar Felipe Gonz¨¢lez. Ahora no ocurre lo mismo; se suceden las declaraciones, pero siguen sin saberse los datos b¨¢sicos de la praxis gubernamental. Esto debe ser lo que piensa el gobernador del Banco de Espa?a, Luis Angel Rojo, cuando declara que habiendo margen para bajar los tipos de inter¨¦s, no tomar¨¢ la decisi¨®n hasta que "realmente" no se adopten medidas estabilizadoras.
Este complejo no s¨®lo es detectado en los exteriores del Partido Popular, sino en algunos de los t¨¦cnicos que sin pertenecer a la estructura org¨¢nica de la calle G¨¦nova, han acompa?ado y, abastecido de ideas durante los ¨²ltimos tiempos al equipo dirigente del PP, a quien acusan de arrugarse ante las presiones medioambientales y, sobre todo, ante los nacionalistas catalanes. Pujol jam¨¢s se ha autocalificado de liberal sino de socialdem¨®crata, en los tiempos en los que socialdemocracia y socialismo significaban cosas diferentes.
Quien, desde luego, no est¨¢ dentro de ese consenso socialdem¨®crata, ampliamente considerado, es el aparato burocr¨¢tico de la CEOE. Las declaraciones p¨²blicas de Jos¨¦ Mar¨ªa Cuevas son m¨¢s de confrontaci¨®n que de acuerdo. La CEOE ha saludado la llegada del PP con alborozo, en una actitud diametralmente opuesta a la que tuvo en 1982, cuando valor¨® el programa electoral del PSOE en un documento que dec¨ªa: "Los objetivos m¨¢s importantes y m¨¢s duraderos del programa del PSOE coinciden en apoderarse de una serie de estructuras b¨¢sicas, con lo cual, a pesar del fracaso de su pol¨ªtica econ¨®mica, su permanencia en el poder se har¨¢ m¨¢s irreversible... Se trata de un aut¨¦ntico objetivo de cambio, pero de cambio en aspectos esenciales de nuestro modelo de sociedad, que lo aproximar¨ªa en gran medida a los modelos marxistas de la Europa del Este". Se desconoce que la patronal haya hecho una autocr¨ªtica, desminti¨¦ndose de esa barbaridad.
La CEOE ha colocado en el segundo y el tercer nivel de la Administraci¨®n del Estado -es decir, en las estructuras pol¨ªticas de la misma- a algunos de sus m¨¢s sobresalientes asalariados, caso de Crist¨®bal Montoro, Jos¨¦ Folgado o Julio S¨¢nchez Fierro. Repasar lo que han escrito o defendido en el pasado y compararlo con su prudencia actual es otra de las maneras de corroborar que una cosa es sembrar y otra dar trigo.
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