El premio a la clasificaci¨®n
Clemente concede a Amor unas horas para viajar a Barcelona y conocer a su segundo hijo
Le gusta dormir entre ocho y nueve horas, y la noche del martes quiso que no fuera una excepci¨®n. No lo consigui¨® plenamente. No es que estuviera tumbado en la cama recre¨¢ndose con el recuerdo del gol que sell¨® la clasificaci¨®n espa?ola para Wembley. Nunca ha presumido de su tarea y, consecuentemente, busca el marco con la misma naturalidad que regresa sobre sus pasos. El relato suyo es s¨®lo futbol¨ªstico: "Yo acompa?aba la jugada, pues es lo que me corresponde. Ven¨ªa desde atr¨¢s y busqu¨¦ sitio cuando el bal¨®n fue a la banda izquierda para Sergi. Hab¨ªa que prever el rechace o el remate y, tras tocar Alfonso, vi que se impon¨ªa cabecear y asegurar el bal¨®n. Tuve claro que si no la met¨ªa abajo se me iba hacia arriba".Tampoco es que all¨ª, en la oscuridad de la habitaci¨®n, con el est¨®mago a¨²n trabajando la cena y el cuerpo fundido por todo el esfuezo de veinte minutos y la tensi¨®n de 24 horas, fuera el mejor refugio para idealizar su gesta desde que Clemente le mand¨® a calentar hasta que se refugi¨® en el c¨®rner izquierdo. Pod¨ªa haber contado una pel¨ªcula y, sin embargo, confiesa que no sabe siquiera lo que la pudo leer en sus labios: "No gente s¨¦ lo que dije y si me fui a aquella esquina, donde hab¨ªa m¨¢s seguidores rumanos que espa?oles, fue para despejar el ¨¢rea y perder un par de minutos que nos ven¨ªan muy bien".
Quiz¨¢ en la intimidad, en aquel cuarto del Oulton Hall que comparte con Andoni Zubizarreta, le pidi¨®, al capit¨¢n -quiz¨¢ eso puede que s¨ª- c¨®mo eran las tripas de Wembley. ?l estuvo en la grada cuando el Barca gan¨® la Copa de Europa, por culpa de una sanci¨®n, y bueno de Zubi dej¨® que fuera Alexanco quien recogiera la Copa. El s¨¢bado, en cambio, los dos compartir¨¢n vestuario. "No s¨¦ si jugar¨¦", dice. "Estuve contra Bulgaria, calent¨¦ y no sal¨ª al campo ante los franceses y s¨ª tuve la suerte de disputar unos minutos con los rumanos".
No dir¨¢ jam¨¢s, por ejemplo, que so?¨® con marcar aquel gol y que la victoria contra Rumania estaba escrita en el cielo: "Yo, cuando calentaba, ten¨ªa mis dudas sobre lo que pasar¨ªa, porque el partido estaba muy peleado y los rumanos s¨®lo hac¨ªan que tocar y tocar la bola. La cosa estuvo complicada. Y, en el campo, adem¨¢s no ten¨ªamos la misma noci¨®n que en el banco sobre lo que suced¨ªa entre Francia y Bulgaria".
Puede que entre el gol, la jugada, los gestos y la nostalgia le robaran algo de sue?o, pero Guillermo s¨®lo quer¨ªa dormirse -"cada cosa debe hacerse en su momento ya aquella hora s¨®lo me apetec¨ªa sobarme"- porque ansiaba que amaneciera pronto en Leeds para coger el avi¨®n y viajar a Barcelona. Quer¨ªa sorprender a su esposa Marta y conocer a su segundo hijo, Daniel, nacido el lunes. No hab¨ªa reparado que en Barcelona toda la prensa le estaba ya aguardando en el aeropuerto y Marta le esperaba con los diarios en una mano y Daniel en la otra. Amor nunca tuvo madera de h¨¦roe. El ni?o, como le conocen sus amigos del vestuario, incluso ahora que ya ha cumplido los 28, siempre ha vivido m¨¢s de ilusiones que de recuerdos.
Durante todo el d¨ªa de ayer, la cl¨ªnica Sagrada Familia, conocida entre otras cosas por ser la que atiende a las lesiones de los jugadores del Bar?a, soport¨® un constante trasiego de periodistas que aguardaba la llegada del h¨¦roe inesperado de Leeds. Mientras alg¨²n miembro del personal sanitario sonre¨ªa con desd¨¦n por la expectaci¨®n, una persona, con el pelo ya canoso, dirig¨ªa miradas de complicidad. Toni Torres, ex jugador azulgrana, padre de Marta, se felicitaba por ser abuelo por segunda vez y comprobar c¨®mo su yerno hab¨ªa alargado la vida de Espa?a, informa Angels Pi?ol.
Amor, que recibi¨® el permiso de Clemente para exprimir su d¨ªa de fiesta viajando a Barcelona, lleg¨® al aeropuerto de El Prat a las 15.30 en un avi¨®n que le traslad¨® desde Manchester. La soledad del vuelo se transform¨® en loor de multitud cuando aterriz¨® en Barcelona. La sorpresa que quer¨ªa dar a Marta se desvaneci¨®. El jugador, con el uniforme de la selecci¨®n y refugiado tras unas gafas de sol, arrastraba una poderosa maleta para hacer m¨¢s liviano el viaje de regreso. "Espero, de todas formas, que no sea el domingo y que podamos vencer a Inglaterra en Wembley", afirm¨®. Sin haber querido emular a Bebeto en el Mundial acunando los brazos en honor a su hijo ni a Caminero, que se levant¨® ante Francia la zamarra en la que se ley¨® el nombre de su hija, Amor no quiso dedicarle el gol solo a Daniel: "Tambi¨¦n a mi mujer y a Alexandre, el mayor a quien tengo muchas ganas de ver".
Guillermo Amor, conocido por su ponderaci¨®n, no permiti¨® que nadie se acercara ni por asomo. a la habitaci¨®n 207. En esta ocasi¨®n solo subieron, y muchos, ramos de flores.
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