Los noventa y ochos
"El oficio propio del historiador es ocuparse de lo que ha ocurrido, no de lo que pueda -o m¨¢s probablemente no pueda- ocurrir", dec¨ªa uno de los historiadores contempor¨¢neos m¨¢s inteligentes, el brit¨¢nico Geoffrey Barraclough. Mas para que la historia no sea, como declamaba Macbeth, "una conseja farfullada por un idiota, llena de ruido y de furia, y significado nada", es preciso buscar los motivos profundos de los acontecimientos, sin olvidar lo contingente y lo imprevisto.El espa?ol actual tiene mayor necesidad que nunca de ver claras las coordenadas por donde transcurren su tiempo y su pa¨ªs, embargado como est¨¢ por la duda y el temor de por d¨®nde romper¨¢ el porvenir, guarecido entre las sombras del ma?ana. Eso le lleva a un inter¨¦s creciente por los libros de historia, como saben muy bien los editores que atienden esa demanda. Se ha publicado recientemente una obra que constituye un hito en la historiografia espa?ola: los dos vol¨²menes de la Historia de Espa?a de Espasa Calpe, relativos a El reinado de Alfonso XIII, antecedente inmediato de los tiempos que corren. Esta ilustre serie, fundada por don Ram¨®n Men¨¦ndez Pidal, en la que han ido colaborando los mejores expertos de cada periodo, ha cobrado nuevo impulso al dirigirla, desde 1975, el profesor Jos¨¦ Mar¨ªa Jover Zamora, catedr¨¢tico -hoy em¨¦rito- de Historia Contempor¨¢nea en la Universidad Complutense y miembro de la Real Academia de la Historia. Fiel a los criterios fundacionales de b¨²squeda de la verdad y de asunci¨®n por todos los espa?oles de su propia historia, ha renovado la arquitectura general de la obra, incorporando los grandes avances de las ciencias hist¨®ricas desde los tiempos de don Ram¨®n.
Dos historiadores de primera fila eligi¨® Jover para desentra?ar la ¨¦poca de Alfonso XIII: Carlos Seco Serrano, "de los comienzos del reinado a los problemas de la posguerra (1902-1922)", y Javier Tussell, "del plano inclinado hacia la dictadura al final de la Monarqu¨ªa (1922-1931)".
Merecedores ambos vol¨²menes de amplio comentario, que me requerir¨ªan sendos art¨ªculos si me atrevo m¨¢s adelante, voy a referirme en ¨¦ste al pr¨®logo que ha puesto a ambos, abarcando el arco completo de ese periodo, el profesor Jover.
La historia si no se pule y perfecciona se va llenando de las telara?as de leyendas y de t¨®picos. As¨ª, por ejemplo, Jover desmiente esa falsa idea del "secular aislamiento de Espa?a"; antes bien, relata el esfuerzo pol¨ªtico y diplom¨¢tico de aquellos pol¨ªticos tan denostados, "para superar una coyuntura dif¨ªcil y decisiva para Espa?a, como fue el forzoso abandono de Ultramar y el retorno a una Europa en la que Espa?a carec¨ªa de una posici¨®n internacional s¨®lidamente establecida". Sin Marina, perdida en Cavite y Santiago de Cuba, Espa?a tuvo que recuperar, con habilidad, su papel de "potencia flanqueante" de Europa, cuya frontera meridional no era la costa mediterr¨¢nea, sino el eje Baleares-Canarias. Una frontera que interesaba a todas las potencias europeas y que explica, como muy claramente lo se?ala Jover, el que reservaran para Espa?a su protectorado de Marruecos y, al mismo tiempo, fuera su neutralidad en la guerra del 14 una consecuencia l¨®gica, entendida por todos los beligerantes. Este esfuerzo diplom¨¢tico -en el que la diplomacia personal del rey tuvo mucha importancia- culminar¨ªa en la adhesi¨®n a la entente franco-brit¨¢nica de 1904 y en los Acuerdos de Cartagena de 1907, con ocasi¨®n de la visita del yate regio Victoria and Albert y de la escuadra inglesa a la ciudad de Asdr¨²bal.
Cuando se escribe historia -volviendo a citar a Barraclough_ ha de tenerse en cuenta que "el pasado es sumamente complicado y las l¨ªneas que arrancan de ¨¦l son no pocas, y, generalmente, suele ser la que menos se espera la que parece que realmente tiene importancia". Jover es prudente al preguntarse ?cu¨¢ndo termina el siglo XIX y comienza el siglo XX? Para Jover, la d¨¦cada decisiva, que transcurre entre 1895 y 1905, constituye la verdadera transici¨®n entre ambos siglos. Durante esa d¨¦cada, la Alemania de Guillermo II -retirado Bismarck-, que ya era una de las "grandes potencias europeas pasa a convertirse en "gran potencia mundial". Y por vez primera entran en ese concepto dos potencias extraeuropeas: Estados Unidos, que desde 1894 figura en cabeza de la producci¨®n sider¨²rgica mundial -y esto significa poder naval-, y Jap¨®n, desde 1905, por su victoria sobre Rusia. Las potencias pasan de buscar el equilibrio mutuo a procurar el dominio personal de los mares. En esa d¨¦cada se alberga el a?o 1898, tan terrible para Espa?a, que pierde en Cuba, Puerto Rico y Filipinas los ¨²ltimos jirones de su imperio, y represen La para Jover el verdadero comienzo del reinado de Alfonso XIII. El cual periodo tampoco termina con la salida, en 1931, del Monarca del Palacio de Oriente, sino en 1936, al estallar la guerra civil, "cuya gestaci¨®n transcurre al hilo de aquel reinado y ser¨ªa inadmisible encerrarla en -el lustro de la 11 Rep¨²blica". El reinado del ¨²ltimo Alfonso abarcar¨ªa as¨ª cuatro a?os. antes de su mayor¨ªa de edad y cinco a?os despu¨¦s de su triste partida hacia el exilio.
Pero Espa?a no fue la ¨²nica naci¨®n europea que padeci¨® en torno al 98, y puede hablarse de los noventa y ochos de varias naciones latinas: Portugal, en 1890, con el inesperado ultim¨¢tum que le dio Inglaterra, su aliada habitual, exigiendo la re tirada de las fuerzas portuguesas en sus intentos de enlazar sus posesiones de Angola y Mozambique; Italia, con su derrota colonial de Adua, el 1 de marzo de 1896; Francia, humillada por los ingleses en Fachoda, en 1898: el general Marchand hab¨ªa toma do la ciudad del Sud¨¢n, en el curso superior del Nilo, y el general ingl¨¦s Kitchener avanz¨® tambi¨¦n sobre ella exigiendo la retirada de los franceses. El Gobierno galo, ante la situaci¨®n cr¨ªtica del pa¨ªs, dividido por el asunto Dreyfus, tuvo que ordenar finalmente la retirada y re nunciar a todos jus intereses en el Sud¨¢n. Y por ¨²ltimo, nuestro desastre del 98, cuyo centenario se aproxima. Enseguida se elev¨® la voz de Salisbury -que gobern¨® Inglaterra precisamente en la mayor parte de la d¨¦cada decisiva- hablando de las "naciones vivas" -las anglosajonas- y las "naciones moribundas" -las latinas-, las cuales ser¨ªan poco a poco ocupadas por las primeras. No citaba nombres, pero no se dud¨® -aunque el propio Salisbury lo desmintiera- que tambi¨¦n se refer¨ªa a toda la pen¨ªnsula Ib¨¦rica. El mundo ha dado muchas vueltas desde entonces, los imperios coloniales han desaparecido y no puede sostenerse esa dicotom¨ªa elemental. La ¨²nica esperanza para unas y para otras es que Europa empiece de verdad a existir.
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