?Espa?a en venta ?
Mussolini reinvent¨® la idea de empresa p¨²blica para paliar los efectos del crack de 1929. Derrotado el fascismo, los gobernantes populistas o keynesianos de la posguerra llam¨¢ranse Franco, De Gaulle o Attlee, se lanzaron a crear c¨¢rteles estatales o a nacionalizar grandes compa?¨ªas privadas, en busca de una v¨ªa media entre el capitalismo y el socialismo. Vistos los or¨ªgenes del arbitrio en cuesti¨®n, no debe sorprendernos que, tras medio siglo de experimientos, se haya impuesto la evidencia de que la empresa p¨²blica es un costoso engendro econ¨®mico y un peligroso artefacto social. El Gobierno Popular, con el apoyo de los partidos nacionalistas, lo reconoce por fin al apoyar un plan de privatizaciones, al que, para disimular titula "programa de modernizaci¨®n del sector p¨²blico empresarial del Estado".El error fundamental es creer que no importa qui¨¦n sea el due?o de una compa?¨ªa. Las sociedades estatales, auton¨®micas o municipales, pueden siempre alquilar los servicios de buenos gerentes y funcionar tan bien o tan mal como cualquier compa?¨ªa privada, con la ventaja adicional de que es posible se?alar a esos directivos unos fines "sociales" para su actuaci¨®n. La experiencia demuestra que la propiedad p¨²blica, salvo temporales excepciones, conduce a continuos cambios pol¨ªticos en la direcci¨®n de las empresas, a su captura por los sindicatos, y a la postre a una rigidez incompatible con la flexibilidad necesaria en una econom¨ªa de mercado.
Tomo el ejemplo de las antiguas empresas del INI. El ¨²ltimo gobierno socialista las dividi¨® en dos grupos: T¨¦neo y la AEL El primero re¨²ne las empresas gananciosas y privatizables, encabezadas por la brillante Endesa e incluyendo la m¨¢s endeble Iberia ?Por qu¨¦ privatizarlas si van bien? No tanto para hacer caja y cumplir los criterios de Maastricht de reducci¨®n del d¨¦ficit p¨²blico, sino para desvestirlas de los antiguos privilegios concedidos por el Estado y que explican gran parte de esa buena marcha. Si se privatizan en un marco de total libre competencia, la capacidad de crecimiento de la econom¨ªa espa?ola aumentar¨¢ notablemente.
Adem¨¢s, se concitan alrededor de esas empresas p¨²blicas, incluso gananciosas, toda clase de abusos sindicales; el car¨¢cter pol¨ªtico de la direcci¨®n las convierte en jauja para los sindicatos, sean nacionales o corporativos; y a menudo, la remuneraci¨®n obtenida por sus empleados se encuentra por encima de lo que se paga en el mercado.
Al menos las empresas de T¨¦neo obtuvieron 71.000 millones de beneficios en 1995, la mayor parte de Endesa. Pero las de la AEI, con excepci¨®n de la siderurgia integral, perdieron nada menos que 310.000 millones, y eso despu¨¦s de recibir, sobre todo Hunosa, cuantiosas subvenciones.
, Una empresa que pierde dinero a?o tras a?o destruye valor. Aparentemente sus obreros est¨¢n empleados en labores que parecen ¨²tiles, pero la cuenta de resultados nos dice que entierran sus esfuerzos tan vanamente corno si se dedicaran a abrir y tapar agujeros en el desierto del S¨¢hara.El Gobierno ha renunciado a crear una Oficina de Privatizaci¨®n, lo que quiz¨¢ sea acertado si hace m¨¢s ¨¢gil y transparente la desamortizaci¨®n. Habr¨¢ cuatro grupos de candidatas a la venta: las que van bien y se pueden enajenar inmediatamente, como Telef¨®nica; las que hay que sanear antes de vender, como Iberia; las que exigen una previa liberalizaci¨®n de su mercado, como Endesa; y las que no tienen remedio y hay que cerrar con los debidos miramientos.
Es evidente el acierto de este plan de privatizaciones, cuando los sindicatos prometen movilizaciones para detenerlo. Dicen los directivos de los sindicatos UGT y CC OO que el Gobierno est¨¢ vendiendo los bienes p¨²blicos de Espa?a para tapar agujeros presupuestarios y pata que los grandes empresarios hagan su agosto. La verdad es otra: los sindicatos protestan porque, al lanzar las empresas p¨²blicas a la piscina del mercado para que naden como los dem¨¢s honrados trabajadores, se acaban las canonj¨ªas.
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