Olor a rancio
?Qu¨¦ descubrimiento! El Festival de Benidorm sigue vivo, gracias a una transfusi¨®n de Tele 5. Pero, inevitablemente, huele a rancio. En los ochenta se intent¨® reinventarlo, abandonando el car¨¢cter competitivo para ofrecer conciertos panor¨¢micos, adobados con un seminario sobre la m¨²sica en la radio. All¨ª estuvo John Peel, el guru de la BBC, que demostr¨® gran sabidur¨ªa sobre m¨²sicas indies y gran ignorancia sobre la vida: ¨¦l y sus compa?eros pasaron una noche en un show de travestidos sin enterarse del truco.En la 29? edici¨®n, no hubo m¨¢s sorpresas que las indumentarias: las ¨²nicas pajaritas eran las de los despistados presentadores; los concursantes llevaban hasta perillas grunge. Musicalmente, nada de audacias: aparte de las baladas de rigor, con solos de guitarra chillona, dominaban los colores latinos. De hecho, el tema ganador pod¨ªa haber sido envasado en Miami.
Cierto que muchas de las canciones se quedaban en ese quiero-y-no-me-atrevo propio de los festivales. Pero resultaron mucho m¨¢s sonrojantes las p¨ªldoras audiovisuales de historia de los a?os sesenta, de las que cab¨ªa deducir que la transici¨®n a la democracia comenz¨® con el Festival de la Canci¨®n de Benidorm (y que all¨ª actuaron The Beatles y Bob Dylan).
Tal vez Benidorm est¨¦ en un universo paralelo: el ilustre notario trabajaba bajo la mirada de un busto de Julio Iglesias y Ver¨®nica Mengod soltaba frases tipo "hay que apoyar a la cultura". Y la gran estrella invitada fue Jesul¨ªn de Ubrique, el torero, del que no se conoc¨ªan m¨¢s referencias musicales que un pasodoble firmado por el cineasta Fernando de Bran., Jesul¨ªn cant¨® en playback y estaba ligeramente envarado. Que no sufra: tal como van las cosas en la Espa?a de 1996, su disco ser¨¢ ¨¦xito. Grande.
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