Gozar Madrid
El que no goza Madrid es porque no quiere. A lo mejor es porque no puede. No todo el mundo est¨¢ en disposici¨®n de echarse a la calle, tiempo por delante y disfrutar los placeres de la ciudad.Hay muchos ciudadanos, sin embargo, que s¨ª se encuentran en esa disposici¨®n, pero no lo saben o, al menos, no se lo acaban de creer. Obsesionados con sus ocupaciones cotidianas, presionados por las tensiones que les plantean la vida laboral y la familiar, hartos de la circulaci¨®n ca¨®tica y de la ciudadan¨ªa arisca -a veces intratable- que se encuentra en parecidas circunstancias, cansados, nerviosos Y confusos, ¨²nicamente les compensa ir restando los d¨ªas que faltan para disfrutar las vacaciones y salir corriendo.
Y, sin embargo, es precisamente en Madrid donde posiblemente disfrutar¨ªan mejor sus vacaciones.
Madrid, en verano, con dinero y sin familia -sol¨ªan decir nuestros antepasados- Baden Baden.
Madrid, en verano, es un lujo para los que no salen a veranear.
Todo Madrid, sus parques y jardines, sus museos y parnasos, sus plazas y avenidas, sus calles recoletas, sus rincones hist¨®ricos, sus iglesias, sus teatros, sus cines, sus comercios y escaparates, sus restaurantes de bien comer, sus bares de bien libar, sus centros de formaci¨®n y de perdici¨®n, sin m¨¢cula ni reserva, enteros y verderos, a disposici¨®n plena de los pocos madrile?os que rito se van de vacaciones. Una maravilla.
Cierto que esta vast¨ªsima oferta la tuvieron el a?o entero, mas las obligaciones de cada d¨ªa, los horarios inflexibles, la anochecida temprana, el fr¨ªo que pelaba, la lluvia copiosa que cay¨® durante meses y meses, les impidieron disfrutarlo. Las vacaciones son, por tanto, la gran ocasi¨®n. Aquellas representaciones teatrales -el teatro de verso -y el alternativo-, proyecciones cinematogr¨¢ficas, conciertos, bel canto, g¨¦nero chico, revistas y variedades, obra pict¨®rica en museos y galer¨ªas de arte, manifestaciones diversas de la intelectualidad que se perdieron en la invernada, pueden recuperarlos durante el mes vacacional.
El verano 1966 podr¨ªa ser la gran ocasi¨®n de gozar Madrid, para la minor¨ªa de madrile?os que se quedan sin vacaciones y no hab¨ªan ca¨ªdo en la cuenta; para los que s¨ª hab¨ªan ca¨ªdo en la cuenta y determinaron quedarse a aquellos efectos.
Uno no est¨¢ muy seguro, sin embargo, de que sea poca la gente que se queda sin vacaciones. La simple observaci¨®n de la ciudad propicia serias dudas. El ¨²ltimo fin de semana de junio, que coincid¨ªa con el comienzo de las vacaciones, los medios de comunicaci¨®n informaron de la masiva salida de coches, de las caravanas y los largu¨ªsimos atascos en las carreteras que conducen a las playas, autov¨ªas tambi¨¦n; de la enorme afluencia de viajeros en el aeropuerto, en las estaciones de autobuses y de ferrocarril, de la insuficiencia de plazas en hoteles y restaurantes para satisfacer la demanda.
Pero lleg¨® el lunes, que era 1 de julio, y Madrid estaba a reventar; el tr¨¢fico, atascado; las calles, tupidas por los habituales estacionamientos en doble y triple fila; los madrile?os, tan hartos como siempre del hacinamiento y del caos, de la irritabilidad de la gente, de la insolidaridad ciudadana porque no todo el mundo es bueno, de la incompetencia del alcalde y su equipo de gobierno, que son incapaces de resolver un problema elemental cual es poner orden en la circulaci¨®n viaria y meter en vereda, a los automovilistas d¨ªscolos.
Todo segu¨ªa igual que antes del gran ¨¦xodo vacacional, en definitiva. De donde cabe deducir: a) no es verdad que el 30 de junio se fuera de vacaciones una ingente cantidad de madrile?os; b) s¨ª es verdad, s¨®lo que al d¨ªa siguiente ya estaban de vuelta; c) los madrile?os paren.
?Tendr¨ªan la bondad los madrile?os de no parir? ?Tendr¨ªan la amabilidad de irse felizmente de vacaciones para que uno pueda gozar Madrid a sus anchas, tranquilamente, en paz y concordia, sin aglomeraciones y sin atascos?
Gracias.
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