"Si no reconocen mi esclavitud sexual, m¨¢tenme"
Las esclavas sexuales al servicio del ej¨¦rcito japon¨¦s durante la II Guerra Mundial relatan su tortura ante los tribunales
Li ten¨ªa 15 a?os cuando, en 1942, fue arrancada de los brazos de su madre y secuestrada por un grupo de cuatro soldados que irrumpi¨® en su casa, en la provincia de Shanxi.No era m¨¢s que el principio de su descenso a los infiernos. Y era una m¨¢s de la red de esclavas sexuales destinadas al servicio del ej¨¦rcito japon¨¦s durante la II Guerra Mundial. La joven Li fue trasladada y confinada, junto con otras dos adolescentes, a una cueva cercana a un cuartel militar japon¨¦s, donde ese mismo d¨ªa fue violada por el mando del cuartel. Hasta 10 soldados reproducir¨ªan diariamente, durante cinco interminables meses, este salvaje acto.
"Todo lo que pod¨ªa hacer era llorar, y no ten¨ªa experiencia sexual anterior", declar¨® ayer, entre l¨¢grimas, Li Xumei, que ahora tiene 68 a?os, ante el Tribunal del Distrito de Tokio, donde compareci¨® como querellante. Si se resist¨ªa era maltratada, y las palizas llegaron a ser tan crueles que le costaron la visi¨®n de un ojo y varias lesiones en una pierna, cuyas secuelas achaca a los m¨²ltiples "asaltos violentos" de los soldados. Ahora lo cuenta postrada en una silla de ruedas. Su madre no resisti¨®. Antes de que su hija pudiera ver la luz, no soport¨® la tortura de imaginar el destino de Li y se suicid¨®.
Dos ex esclavas sexuales del Ej¨¦rcito Imperial japon¨¦s ofrecieron ayer, por vez primera ante un tribunal, un desgarrador testimonio sobre la brutalidad que sintieron como esclavas sexuales y sobre las condiciones en que fueron secuestradas y torturadas en una cueva diariamente por soldados nipones.
Cuando Liu Mianhuan finaliz¨® su particular calvario, escap¨¢ndose del campamento, nadie en su pueblo quiso casarse con ella. Durante sus ¨²ltimos 50 a?os ha vivido en el miedo y el silencio. Liu declar¨® ante los tribunales que s¨®lo le daban de comer un cuenco de ma¨ªz dos veces al d¨ªa. Al llegar la tarde, el "jefe de la cara roja", como ella le llamaba, comenzaba a violarla, y la tortura continuaba hasta el amanecer. "Quiero que el pueblo japon¨¦s sepa que sus soldados quemaron todo y mataron a todo el mundo", dijo ayer Liu.
Li Xiumei y Liu Mianhuan forman parte de las 300 mujeres -mayoritariamente chinas, coreanas y filipinas- que fueron secuestradas por el desaparecido Ej¨¦rcito Imperial y obligadas a la esclavitud sexual durante la campa?a de expansi¨®n de Jap¨®n en Asia durante la II Guerra Mundial. Cifra que, seg¨²n los historiadores, enmascara otra realidad, porque, si se cuentan las mujeres que fueron forzadas durante cortos periodos de tiempo, el n¨²mero podr¨ªa triplicarse.
Hasta 1992 el Gobierno japones negaba esta realidad. Daba la espalda a la existencia de estos burdeles nutridos por " prisioneras esclavas del sexo", contradiciendo las versiones de los historiadores de Jap¨®n y desoyendo las denuncias de los pa¨ªses vecinos, Corea del Sur y China.
Detr¨¢s de esta ocultaci¨®n se intuye una cuesti¨®n econ¨®mica. Las dos amigas, Li y Liu, que destaparon ayer la cara oculta del ej¨¦rcito japon¨¦s -que, seg¨²n documentos oficiales fue el encargado de organizar y mantener los burdeles militares- forman parte de un grupo de seis mujeres que iniciaron un proceso contra el Gobierno japon¨¦s en agosto de 1995, demandando 20 millones de yenes (26 millones de pesetas) por da?os y una disculpa p¨²blica.
El verano pasado, coincidiendo con la conmemoraci¨®n del 50? aniversario del final de la II Guerra Mundial, el Gobierno del entonces primer ministro socialista Tomiichi Murayama, en un intento de evitar asumir responsabilidad directa alguna y de salvar la cara, cre¨® un organismo encargado de recaudar fondos privados para indemnizar a las v¨ªctimas, el Fondo Nacional Asi¨¢tico. Sus frutos han sido otra cruda realidad: ante el objetivo de 10 millones de d¨®lares (1.300 millones de pesetas), no ha llegado a los cuatro (520 millones de pesetas).
La actitud del actual Gobierno se expresa entre rumores. El m¨¢s optimista es que admitir¨¢ la "responsabilidad moral" y asumir¨¢ que el ej¨¦rcito nip¨®n particip¨® directamente en la esclavitud de esas mujeres. "Si el Gobierno japon¨¦s no admite la existencia de esclavas sexuales, por favor, m¨¢tenme", suplic¨® una pat¨¦tica Liu Mianhuan ante el tribunal.
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