El campeon paciente y calmado
El primer dan¨¦s en ganar el Tour es un magn¨ªfico atleta de maduraci¨®n tard¨ªa y, sobre todo, una gran cabeza
El viejo Giancarlo Ferretti, director de Bjame Riis en sus tiempos del Ariostea, pensaba que la vida, el ciclismo, le pod¨ªa dar pocas sorpresas. "Cuando en diciembre de 1993 llam¨¦ a Riis a su casa, como todos los a?os, pese a que ya entonces hab¨ªa fichado por el Gewiss, para preguntarle por su preparaci¨®n invernal", cuenta el actual t¨¦cnico del MG, "me dijo una cosa que yo no pod¨ªa creer. 'Giancarlo', me anunci¨® por tel¨¦fono, ya s¨®lo pienso en el Tour. Creo que lo puedo ganar". Ferretti hac¨ªa gestos de estupefacci¨®n, de no creer lo que o¨ªa por tel¨¦fono. Gestos que ampl¨ªa hasta la desmesura cuando se da cuenta de que el calvo dan¨¦s cumpli¨® con su promesa: "Estoy estupefacto, pero en el buen sentido, admirado".El ganador del Tour de 1996 guarda buenos y malos recuerdos de su crucial paso por el Ariostea. "Enese equipo cambi¨® mi mentalidad", dice el dan¨¦s. "Debo agradecer a Ferretti su fe en m¨ª , pero no dejo de pensar que era un tipo duro, muy duro. Estaba todo el d¨ªa- dici¨¦ndome que atacara; se pasaba un pel¨ªn, pero con todos, Es un gran psicol¨®go, parcialmente responsable de c¨®mo soy ahora". Era el estilo Ariostea, el estilo Ferretti. Siempre equipos sin l¨ªderes ni gregarios. Cada uno era su propio jefe. Un ambiente en el que la llegada de Riis en enero de 1992 parec¨ªa lo menos adecuado.Habr¨¢ que remontarse en el tiempo hasta los a?os 70 para entender la transf¨®rmaci¨®n de Bjarne Riis, que a¨²n recuerda su dura infancia en Herning: "Cierro los ojos y me veo en mitad del largo invierno dan¨¦s. Yo, un chaval espigado, doblado sobre una bicicleta naranja. Mi padre, detr¨¢s, en el coche, con los faros encendidos para que yo pudiera ver la carretera". Riis fue de ni?o el producto del deseo de su padre, Preben, tip¨®grafo divorciado, ciclista frustrado y entrenador, instructor ciclista de su propio hijo. "Me exig¨ªa mucho, pero me ense?¨® a trabajar duro".Con el desapego enga?oso a su tierra de los habitantes de pa¨ªses peque?os -a¨²n mantiene una casa de vacaciones en Dinamarca aunque vive en Luxemburgo-, Riis, envenenado de ciclismo, tuvo que emigrar para encontrar un espacio vital que se le negaba en un pa¨ªs sin estructuras profesionales. Trabaj¨® de cualquier cosa en Luxemburgo para poder vivir mientras pertenec¨ªa a un equipo aficionado. Cay¨® en el profesionalismo en un entramado belga que le hundi¨® n la rueda de las carreras domingueras, un pozo del que sali¨® -siempre intentando sacar la cabeza- a los dos a?os para ir a dar a los brazos del segundo personaje de su vida ciclista, Laurent Fignon. "No ser¨ªa lo que soy ahora si hubiera sido ya un l¨ªder desde joven. Estar al lado de Fignon me ense?¨® a ser fuerte, sobre todo, mentalmente. Aprend¨ª a trabajar y sufrir". Porque sus primeros verdaderos pasos en el ciclismo profesional, Riis empez¨® a darlos en 1989, a los 26 a?os, igual que cientos de ciclistas m¨¢s, como gregario, trabajador devoto de un l¨ªder. El dan¨¦s, tan arrogante como parece, es un gran t¨ªmido: "No estar¨ªa tan seguro de m¨ª mismo si no tuviera siempre al lado a alguien que cree en m¨ª".Fignon fue el segundo en ayudarle a sacar la cabeza, el primero que le convenci¨® de que pod¨ªa ser profesional serio. Pero ah¨ª lo dej¨®.El franc¨¦s rompi¨® con Guimard y elun caso Castorama en 1991 y se fue a Italia, alGatorade. Cuando Fignon le encontr¨® un hueco a su lado, lue una hora tarde. Riis ya se hab¨ªa comprometido con Ferretti esa misma tarde en que termin¨® sexto en el Mundial de Sttutgart de 1991. El destino le hizo caer en brazos del tercer per sonaje de su vida. "El primer a?o con nosotros", recuerda Ferretti, "Riis ni siquiera se meti¨® en una escapada. Fue frustrante, porque nuestro equipo vive de las fugas. No sab¨ªa qu¨¦ hacer con ¨¦l. Pero ¨¦l me dec¨ªa: 'no, yo no valgo para ganar, s¨®lo s¨¦ trabajar para otros'. Ten¨ªa la autoestima por los suelos. El a?o siguiente, a base de darle la tabarra todos los d¨ªas, ese gran atleta que es Riis se decidi¨® y comprob¨® que pod¨ªa ganar. Se impuso en una etapa del Giro y en otra del Tour. Y termin¨® quinto en Francia". Y cambi¨® de equipo. Cay¨® en el Gewiss. Del Ariostea s¨®lo se qued¨® con el m¨¦dico, Luigi Cechini, el mismo que le dirige ahora.
En el nuevo equipo el personaje clave de su vida fue uno negativo para ¨¦l: Eugeni Berzin. "Era dificil llevarse mal con ¨¦l. Se llevaba bien con todos, salvo con Berzin", dice Bombini, su director entonces. "Creo que es porque eran muy parecidos". Si Bombini no tuvo un efecto de shock sobre Riis, s¨ª que marc¨® su carrera, sin embargo. "Es el mejor director que he tenido. Muy profesional y muy atento a todos los corredores, no s¨®lo a los l¨ªderes", dice Riis, que ya no era un gregario, era alguien en el camino hacia el triunfo. "Dentro de la calina", dice Bombini, "era un l¨ªder. Siempre ha sido igual. Muy serio. Un hombre que cree mucho en ciertas carreras e incre¨ªblemente en el Tour". Sigui¨® all¨ª hasta que qued¨® tercero en el Tour de 1995 y comprendi¨® que en ese equipo no podr¨ªa ganar el Tour nunca. Oficialmente se fue por dinero. El Gewiss tuvo limitaciones presupuestarias y no le pod¨ªa pagar los 85 millones que le ofreci¨® el Telekom. Pero, aparte del dinero, estaba Berzin -"le lleg¨® el ¨¦xito demasiado pronto y no supo digerirlo"- y estaba la necesidad: Riis quer¨ªa un equipo enteramente dedicado a su causa, a su Tour.
"Yo s¨¦ que lo que es trabajar para otros, quiero decir, trabajar de verdad, subirle a ritmo, quedarte, arriesgar en la bajada para volver al primer grupo, seguir trabajando, reventar y hacer el resto de la etapa pensando en no pasarte del cierre de control. No te quedas con nada para t¨ª, aunque hab¨ªa algunos en el Gewiss que pensaban un poco en s¨ª mismos, que no lo daban todo, pensando en ganar una etapa o quedar entre los primeros 20 de la general. Qu¨¦ chorrada: 20' o 150' es lo mismo. S¨¦ que no es lo mismo ser l¨ªder ¨²nico en el Telekom que en el Gewiss, aunque ¨¦ste puede ser mejor equipo. Con los alemanes tengo la seguridad de que todos correr¨¢n para m¨ª sin pensar en ellos.
Quiz¨¢s asisti¨® sonriente al fugaz paso por el liderato de Berzin. Sab¨ªa que al d¨ªa siguiente, en Sestriere, lo despojar¨ªa para siempre. Se lo dijo a su mec¨¢nico en la salida, igual que le anunci¨® que en Hautacam nadie le seguir¨ªa y que en Pamplona pocos aguantar¨ªan su rueda.El campe¨®n calmado y seguro hab¨ªa madurado por fin. Adquiri¨® el convencimiento de la invencibilidad propia: "Se necesita tiempo para construir la fortaleza que te permita aspirar a ganar el Tour, pero una vez conseguido no lo voy a soltar. Me veo a este nivel otro par de a?os. Pienso que puedo ganar un segundo Tour. Estoy muy seguro de mi potencial. S¨¦ que adonde vaya en el Tour, Indur¨¢in me seguir¨¢, porque sabe que voy a atacar". "Es un caso excepcional" cierra Ferretti. "Un hombre de excesos: de no creer nada en ¨¦l a creerse el mejor y serlo".
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