El futuro del transtlantismo
Creo llegado el momento de reflexionar en torno a una nueva joint venture que sea directriz entre el Nuevo y el Viejo Continente. Como creo que debemos ahora examinar la cuesti¨®n de una Zona Transatl¨¢ntica de Libre Comercio de manera algo m¨¢s exhaustiva. Nos encontramos en una ¨¦poca de muy r¨¢pidas transformaciones. Las cartas se barajan de nuevo. El crecimiento y el bienestar se vuelven a redistribuir.La Comunidad Atl¨¢ntica ha salido victoriosa de la guerra fr¨ªa. Pero todav¨ªa est¨¢ por alcanzarse el aut¨¦ntico premio de esta victoria desde la perspectiva pol¨ªtica: la Europa unificada en forma duradera, en paz y unida estrechamente a Norteam¨¦rica. La cuesti¨®n medular en el mundo consiste en la actualidad en buscar la f¨®rmula para crear los millones de empleos que necesitamos, en los pa¨ªses industrializados y en los que est¨¢n en v¨ªas de desarrollo, para mantener la calidad de vida.
La pol¨ªtica exterior alemana tiene en este sentido dos prioridades fundamentales: la integraci¨®n europea y la asociaci¨®n transatl¨¢ntica. Son la base imprescindible para todo lo dem¨¢s. La creaci¨®n de una moneda europea com¨²n ser¨¢ la piedra miliar hacia un gran objetivo, comparable con la fundaci¨®n de la Comunidad Econ¨®mica Europea. La creaci¨®n de una Zona Transatl¨¢ntica de Libre Comercio podr¨ªa tener una significaci¨®n similar para las relaciones entre Europa, Norteam¨¦rica y sus socios.
Esto impulsar¨ªa tambi¨¦n la inevitable reforma de las econom¨ªas europeas hacia el fin del proteccionismo y hacia la desregulaci¨®n. Los esc¨¦pticos se cuestionan la necesidad de estas medidas; creen que, con la OTAN como v¨ªnculo s¨®lido, con el comercio y las inversiones existentes, todo funciona bien por encima del gran charco.
Es cierto que Norteam¨¦rica y Europa siguen siendo, la una para la otra, los socios m¨¢s importantes tanto pol¨ªtica como econ¨®micamente. Nunca tuvo la OTAN tanta aceptaci¨®n popular como hoy d¨ªa. Las encuestas muestran, por ejemplo, que los alemanes otorgan la m¨¢xima prioridad a la estrecha relaci¨®n con EE UU, muy por encima de las mantenidas con cualquier otro pa¨ªs. En los nuevos Estados Federados (antigua RDA), EE UU es actualmente el mayor inversor extranjero, y, a su vez, los empresarios alemanes fueron los mayores inversores extranjeros en EE UU durante el pasado a?o.
El Atl¨¢ntico sigue siendo la arteria principal de la econom¨ªa mundial. La cifra de transacciones comerciales de filiales de empresas norteamericanas en Europa es 11 veces mayor que en Jap¨®n y 4 veces mayor que en toda Asia o Canad¨¢ y M¨¦xico juntos.
El 60% de todas las inversiones de la UE en el extranjero se dirige hacia EE UU. El 50% de todas las inversiones de EE UU en el extranjero viene a la Uni¨®n Europea.
?Est¨¢, pues, todo en orden? Yo soy partidario de las relaciones transatl¨¢nticas en cuerpo y alma. Y soy optimista con respecto al futuro de esta asociaci¨®n. Pero hay una cosa clara. Y es que esta asociaci¨®n transatl¨¢ntica no funcionar¨¢ -si es que alguna vez lo hizo- por s¨ª sola. Con la conclusi¨®n del enfrentamiento pol¨ªtico e ideol¨®gico entre el Este y el Oeste lleg¨® tambi¨¦n el "final de lo evidente" para la relaci¨®n transatl¨¢ntica.
Es sabido a cu¨¢n agudizada competencia ha conducido la globalizaci¨®n. La pol¨ªtica exterior como "fomento de los intereses econ¨®micos" gana en significaci¨®n a ambos lados del Atl¨¢ntico. Esto no puede llevarnos a acabar consider¨¢ndonos m¨¢s competidores que socios. La Comunidad Transatl¨¢ntica fue la carta ganadora de la posguerra. Y en el siglo XXI debe seguir siendo la fuerza que garantice en todo el mundo la seguridad, la estabilidad y la apertura de mercados. S¨®lo as¨ª tiene perspectivas de ¨¦xito la lucha contra la pobreza, la superpoblaci¨®n y la destrucci¨®n del medio ambiente.
?Qui¨¦n podr¨ªa sustituir a la Comunidad Transatl¨¢ntica como garante de estabilidad? ?Qui¨¦nes tienen mayor proximidad cultural? ?Qui¨¦nes en el mundo est¨¢n tan dispuestos a la ayuda mutua como europeos y norteamericanos? Desde la guerra del Golfo a la intervenci¨®n en Bosnia, son cuantiosos los ejemplos de la dependencia entre unos y otros. Y esto es especialmente cierto en lo que se refiere a Alemania.
Tomemos como ejemplo el inter¨¦s especial de Alemania en el centro y el este de Europa. Nadie ha luchado con tanto denuedo como Alemania por la ampliaci¨®n de la Uni¨®n Europea y de la OTAN salvo EE UU. Los objetivos alemanes en esta regi¨®n son pr¨¢cticamente id¨¦nticos a los de Estados Unidos. En 1994, el presidente Clinton calific¨® en Berl¨ªn nuestra relaci¨®n como "¨²nica" con raz¨®n. Considero que velar por esta amistad es -junto al fortalecimiento de nuestra alianza con Francia- el primer deber del Ministerio Federal de Relaciones Exteriores de Alemania.
En Estados Unidos se est¨¢ produciendo un profundo cambio generacional. En 1994 un gran n¨²mero de diputados j¨®venes entraron al Congreso con el mandato terminante de sus electores de orientar su labor hacia la pol¨ªtica interior.
En abril se celebr¨® en Missouri un encuentro entre parlamentarios del Bundestag alem¨¢n y del Congreso norteamericano en el que tambi¨¦n particip¨® mi adjunto, Hoyer. All¨ª se puso en evidencia que hoy d¨ªa son muchos los diputados j¨®venes en el Congreso norteamericano que consideran que un viaje a Europa es un "pecado mortal" t¨¢ctico con vistas a unas elecciones.
Esto no debe seguir siendo as¨ª. La capacidad de influir con eficacia sobre la clase pol¨ªtica de EE UU va a ser decisiva para los europeos. Tenemos que reactivar un inter¨¦s por Europa en los parlamentarios norteamericanos. Esta es una de las tareas medulares para la relaci¨®n transatl¨¢ntica. S¨®lo logr¨¢ndolo podremos conservar y continuar lo que construyeron las generaciones que vivieron la Segunda Guerra Mundial.
A eso se debe mi llamamiento al empresariado y a las fundaciones de ambos lados del Atl¨¢ntico: deben buscar intensamente el intercambio de las Pasa a la p¨¢gina siguiente Viene de la p¨¢gina anterior ¨¦lites laboriosas; esta actitud se ver¨¢ con seguridad recompensada con beneficios e intereses comunes.
Con este trasfondo abogu¨¦ el pasado mes de abril en Chicago por una nueva agenda transatl¨¢ntica y formul¨¦, adem¨¢s, dos. objetivos que son de hecho ambiciosos: una cooperaci¨®n pol¨ªtica m¨¢s estrecha y una zona de libre comercio. La combinaci¨®n de ambos objetivos producir¨¢ un verdadero espacio com¨²n euro-norteamericano de seguridad y econom¨ªa para el siglo XXI.
En este contexto es decisivo dar al puente transatl¨¢ntico un impulso econ¨®mico adicional. La econom¨ªa y la tecnolog¨ªa son las principales fuerzas motrices de nuestra ¨¦poca. Por eso la asociaci¨®n entre Europa y Estados Unidos tiene que primar estos factores si quiere seguir existiendo en el siglo XXI.
Los recientes ejemplos de la legislaci¨®n norteamericana sobre sanciones contra terceros pa¨ªses y el fracaso transitorio de las negociaciones sobre la Ronda Uruguay constituyen un preocupante indicio.
Ya lo he dicho p¨²blicamente. La pol¨ªtica norteamericana de sanciones -Helms-Burton e Ir¨¢n-Libia- es para nosotros inaceptable. 'No. se lo ocult¨¦ a mis anfitriones en mi ¨²ltima visita a Washington. Sus evidentes repercusiones extraterritoriales violan tanto el derecho internacional como las reglas de la Organizaci¨®n Mundial del Comercio (WTO). Dicho claramente: ¨¦sta es una pol¨ªtica por la cual se golpea a los amigos para hacer da?o a los enemigos.
Los ¨²ltimos acontecimientos demuestran que en Washington ha tenido efecto la s¨®lida actitud adoptada al respecto por los aliados de los norteamericanos. La C¨¢mara de Representantes ha emprendido modificaciones al proyecto de la ley sobre Ir¨¢n y Libia que no son de poca monta. Continuaremos ejerciendo influencia de acuerdo con nuestros socios europeos sobre el Gobierno norteamericano con el fin de que el Congreso abandone dicha pol¨ªtica.
Me congratulo de que el presidente Clinton haya tomado ahora con la suspensi¨®n del cap¨ªtulo 3 de la ley Helms-Burton, un paso en la direcci¨®n correcta de la que fui inmediatamente informado telef¨®nicamente por el secretario de Estado, Warren Cristopher. Esta decisi¨®n ha evitado, por lo menos de momento, un serio deterioro de las relaciones entre la UE y EE UU. La consideraci¨®n mutua y la negociaci¨®n para evitar problemas en las relaciones han de ser una constante en el di¨¢logo transatl¨¢ntico.
La Zona Transatl¨¢ntica de Libre Comercio ha de agotar el enorme potencial econ¨®mico de: la Comunidad Atl¨¢ntica y liberar energ¨ªas pol¨ªticas adicionales. Pero no puede conducir al abandono del sistema multilateral de comercio mundial.
Por el contrario, fue el consenso entre Europa y Norteam¨¦rica el que hizo posible concluir el GATT y crear la WTO. Ahora ambos tienen que ser pioneros en los nuevos impulsos hacia la apertura de los mercados del mundo.
Un tercio de las exportaciones alemanas que se ven obstaculizadas por barreras comerciales lo son precisamente en Estados Unidos. S¨®lo en torno a la mitad del intercambio de mercanc¨ªas a trav¨¦s del Atl¨¢ntico est¨¢ libre de arancel aduanero. No podemos contentarnos con lo ya logrado. El mercado libre no cuesta nada. Fomenta la creaci¨®n de empleo. Y de eso se trata.
Esta certeza condujo ya en Europa a la creaci¨®n de un mercado interno europeo o en Norteam¨¦rica a la zona regional de libre comercio NAFTA. La Uni¨®n Europea incluye cada vez m¨¢s Estados vecinos en sus acuerdos de libre comercio. Ya ha tendido puentes con perspectivas de asociaci¨®n y comercio libre hacia los Estados de Mercosur y pronto entrar¨¢ en negociaciones Con M¨¦xico en el mismo sentido.
Estados Unidos y Canad¨¢ son al mismo tiempo miembros de APEC (foro de Cooperaci¨®n Econ¨®mica Asia-Pac¨ªfico ), la zona econ¨®mica potencialmente m¨¢s grande, que cuenta con el 40% de la poblaci¨®n mundial, el 46% del producto social bruto y el 49% de las exportaciones mundiales.
Todo ello deja clara la voluntad de desarrollar el comercio libre mucho m¨¢s all¨¢ de lo que el acuerdo del GATT preve¨ªa. Si esta voluntad est¨¢ presente en Europa y Norteam¨¦rica, si los pa¨ªses ribere?os del Pac¨ªfico se han propuesto la gran meta de una zona econ¨®mica libre, ?por qu¨¦ habr¨ªa de quedarse atr¨¢s el Atl¨¢ntico?
?Por qu¨¦ no ha de proponerse la Comunidad Transatl¨¢ntica la meta de un espacio econ¨®mico y de seguridad sobre el Atl¨¢ntico? El Gobierno Federal est¨¢ dispuesto a asumir el papel din¨¢mico en el comercio mundial exigido por la WTO. Tiene la voluntad de hacerlo.
La negociaciones del GATT mostraron d¨®nde estamos y all¨ª estaremos tambi¨¦n en el futuro: firmemente partidarios del libre comercio. Pero este proceso es inconcebible sin acuerdos regionales que lo, establezcan. Porque ¨¦stos aceleran el proceso global, siempre que se conciban como pilares del mismo y no como otra cosa al servicio del proceso multilateral de liberalizaci¨®n. ?sa es nuestra meta.
El ideal ser¨ªa liberalizar de inmediato el comercio a nivel mundial. Lamentablemente no es de momento realista este objetivo. Por eso mi defensa de un "regionalismo abierto", de una apertura para todos aquellos que quieran colaborar y mi rechazo a nuevas barreras contra terceros.
El tr¨¢nsito de mercanc¨ªas, capital y prestaci¨®n de servicios a trav¨¦s del Atl¨¢ntico s¨®lo puede alcanzarse en forma paulatina. Por eso deber¨ªamos concentrarnos en aquellas cuestiones de pol¨ªtica comercial cuya soluci¨®n est¨¢ al alcance.
Puede pensarse en ayudas al modo de un marc¨¢pasos:
-Eliminaci¨®n de las limitaciones de acceso existentes para compras gubernamentales.
-Acuerdo com¨²n de protecci¨®n de inversiones.
-Liberalizaci¨®n en la prestaci¨®n de servicios, en especial en el tr¨¢fico a¨¦reo y la prestaci¨®n de servicios audiovisuales.
-C¨®digo de comportamiento para la competencia en los mercados con terceros Estados, en el sentido de una pol¨ªtica comercial clara con respecto a los futuros mercados en Asia y Am¨¦rica Latina.
-Concertaci¨®n estrecha sobre los nuevos temas de la WTO, comercio, medio ambiente y ¨¢reas sociales. Rechazo al proteccionismo rico contra el pobre bajo el pretexto que sea.
-Creaci¨®n de un mecanismo de consulta para cuestiones bilaterales de comercio e inversi¨®n, as¨ª como de un mecanismo obligatorio de arbitraje.
Se ha advertido ya que el comercio libre transatl¨¢ntico, no puede convertirse en un instrument¨® para alcanzar fines en la pol¨ªtica exterior. Yo entiendo la preocupaci¨®n por una "fortaleza transatl¨¢ntica", pero una asociaci¨®n especial no debe suponer necesariamente el aislamiento. Puede ser tambi¨¦n precursor de la liberalizaci¨®n global del comercio mundial. Como liberal, creo en esta segunda opci¨®n.
Mantener fuera los mercados de crecimiento de Asia y Am¨¦rica Latina ser¨ªa, por lo dem¨¢s, algo que no redundar¨ªa en el inter¨¦s de Norteam¨¦rica ni de Europa. En pol¨ªtica, el inter¨¦s ha sido siempre aquello que merece la mayor confianza.
Cuando se trata de la visi¨®n de un gran espacio econ¨®mico transatl¨¢ntico ¨²nico de 700 millones de seres humanos, yo pienso siempre en la expresi¨®n de De Gaulle: "Uno tiene que ponerse metas altas para poder permitirse despu¨¦s tambi¨¦n peque?os rodeos".
As¨ª procedieron hace 41 a?os los estadistas europeos, cuando apadrinaron la fundaci¨®n del concepto de la Comunidad Europea en Mesina. Tal esp¨ªritu ha de ser la mira tambi¨¦n para nosotros hoy a ambos lados del Atl¨¢ntico, entre europeos y norteamericanos, cuya cooperaci¨®n es y ser¨¢ imprescindible.
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