Nuestro verdadero problema
La se?a de identidad de un Gobierno se expresa a trav¨¦s de tres pol¨ªticas b¨¢sicas de impulso redistributivo: de la riqueza econ¨®mica, de la riqueza cultural, y -si se puede decir as¨ª- de las libertades y derechos. Cuanto m¨¢s desigual es esa triple distribuci¨®n, m¨¢s conservador es el Gobierno. Cuanto m¨¢s equilibrada es, y m¨¢s cohesi¨®n social produce, m¨¢s progresista o de izquierda es la pol¨ªtica del poder ejecutivo y legislativo.El PP dijo y reiter¨® en la campa?a electoral previa al 3-M que era un partido de centro y que su pol¨ªtica iba a ser centrista. No nos lo cre¨ªmos, naturalmente. Pero nunca imaginamos que esa falacia se pondr¨ªa tan pronto de manifiesto, de forma tan evidente y expl¨ªcita.
Efectivamente, si hay que valorar por los anteriores par¨¢metros a la actual Administraci¨®n del Partido Popular, el diagn¨®stico es abrumadoramente claro: favorece fuertemente la desigualdad econ¨®mica y cultural y discrimina en el goce de las libertades b¨¢sicas. Esto es lo que, a mi juicio, cabe decir respecto a las medidas -no demasiadas- que se han adoptado desde la toma de posesi¨®n de Aznar.
Empecemos por lo econ¨®mico. Dos grupos de decisiones destacan. De un lado, la amnist¨ªa o regalo, en los impuestos directos, a los propietarios de terrenos, de fondos de inversi¨®n y de sociedades, y la venta de la propiedad p¨²blica (privatizaciones); y, como reverso de la moneda, la congelaci¨®n de los salarios a los funcionarios y quienes trabajan en el sector p¨²blico, que parece ser la bestia negra a abatir por el Gobierno, as¨ª como la intensa subida de impuestos indirectos. Esto significa, lisa y llanamente, trasvasar rentas desde los ciudadanos y ciudadanas con menos ,ingresos a los que poseen rentas del capital, mobiliarias o inmobiliarias; desde lo p¨²blico a lo privado. No hay demagogia ni exageraci¨®n en afirmar esto. En lo que hay demagogia y cinismo es en explicar el frenazo a los salarios de los funcionarios bas¨¢ndose en que as¨ª se puede mantener el poder adquisitivo de las pensiones -ya asegurado en el Pacto de Toledo- y que as¨ª se cumple la convergencia con Europa.
La pretensi¨®n del Gobierno de enfrentar a los trabajadores con los pensionistas es un juego demasiado peligroso para tomarlo por una broma. Seamos serios. La opci¨®n del Gobierno ha sido favorecer las rentas del capital. Esto y no los pensionistas es lo que le obliga, l¨®gicamente, a gravar las rentas del trabajo, lo que, a su vez, implica ahondar el desequilibrio socioecon¨®mico.
En cuanto al pretexto de Maastnicht, el argumento se cae por su propio peso. Hasta ahora, este Gobierno no ha hecho m¨¢s que conspirar contra la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria (UEM). Primero, porque la desfiscalizaci¨®n a los poseedores de rentas de capital nos aleja de la moneda ¨²nica. Segundo, porque la insistencia' en golpear el consumo de los trabajadores -se dijo, por cierto, que las primeras medidasfiscales eran para alentar el consumo de los rentistas- es una acci¨®n recesiva proc¨ªclica, cuando la causa de la debilidad de la recuperaci¨®n econ¨®mica -imprescindible para converger con Europa- est¨¢ en la aton¨ªa del consumo de las familias muy temerosas del futuro de las pensiones y del empleo (descenso del 2,1% de los gastos familiares en el segundo trimestre). Tercero, porque un objetivo tan ambicioso e importante como la construcci¨®n europea y la UEM, que hay que apoyar sin reservas, requiere un esfuerzo que s¨®lo la cohesi¨®n social permite afrontar con garant¨ªas de ¨¦xito; sin embargo, esa cohesi¨®n la rompe la pol¨ªtica antiigualitaria de la derecha, que en esto no recibe m¨¢s que ¨¢nimo interesado de un socio nacionalista que pasar¨¢ pronto la factura de la financiaci¨®n auton¨®mica.
La otra gran dimensi¨®n de la naturaleza ideol¨®gica de una alternativa pol¨ªtica es la que afecta a la cultura. Un Gobierno democr¨¢tico tiene la obligaci¨®n de aplicar una pol¨ªtica cultural dirigida a la integraci¨®n y al libre desarrollo de la personalidad. Se trata de derechos innatos a la persona. Algo que el mercado no puede garantizar. En este ¨¢mbito, los pasos dados desde el Gobierno han sido de lo m¨¢s lamentable. Desde lo de la asignatura de religi¨®n hasta la propuesta de que las ayudas al cine se den en funci¨®n del n¨²mero de espectadores, o, m¨¢s grave a¨²n, la desaparici¨®n de cualquier protecci¨®n p¨²blica a la creaci¨®n espa?ola, latinoamericana y europea, frente a la agresiva industria audiovisual de Norteam¨¦rica. La derecha patriota se comporta aqu¨ª como una sucursal de multinacionales extranjeras exportadoras de ideolog¨ªas innecesarias. S¨®lo un ejemplo de lo que nos espera con un planteamiento cultural (sic) que confunde el arte y la creaci¨®n con una f¨¢brica de mediocridades en serie...
Vayamos, por ¨²ltimo, a las libertades; como la de circular o como la de pedir asilo o como la de gozar de un trato simplemente humano. Ya est¨¢bamos acostumbr¨¢ndonos, bajo mandato sedicentemente socialista, a que los inmigrantes cada vez fueran respetados menos por el Estado, como parias del mundo occidental. Pero lo que ha ocurrido con los 103 africanos, expulsados con nocturnidad y alevos¨ªa, ha superado nuestros temores m¨¢s instint¨ªvos por la venida de la derecha. La operaci¨®n de quitarse de en medio ese "problema" que mencion¨® Aznar -en uno de sus m¨¢s desafortunados pensamientos en alto- pasar¨¢ a la historia de la xenofobia de Estado.
Todos los agravantes se dan aqu¨ª. Incumplimiento de las leyes de extranjer¨ªa y asilo, en sus procedimientos ya de por s¨ª draconianos; expulsi¨®n ilegal cuando casi la mitad de los inmigrantes hab¨ªan cursado petici¨®n de asilo (que debe paralizar, seg¨²n la ley, cualquier expulsi¨®n) sabi¨¦ndolo el Gobierno; utilizaci¨®n de t¨¦cnicas propias de novela negra, como coacci¨®n para administrar narc¨®ticos o sobornos a funcionarios de los pa¨ªses de destino; destino incierto e inseguro en cualquier caso. Prevaricaci¨®n, coacciones, delito de impedir el ejercicio de derechos constitucionales, m¨®vil racista, son tipificaciones del reciente C¨®digo Penal (art¨ªculos 404, 172, 542 y 23, respectivamente), cuya existencia en este caso tendr¨¢ que investigar el sistema judicial.
Las conductas descritas significan olvidar que las libertades y el Estado de derecho son indivisibles, que no se pueden aplicar con criterios de discriminaci¨®n por la raza o por la pobreza. Esas conductas no son una an¨¦cdota.
Son la imitaci¨®n chapucera y ajur¨ªdica -el no derecho de que habl¨® Radbruch- de las t¨¦cnicas desde hace poco utilizadas por
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Francia -cuyo modelo cultural protector no se imita, sino el represor- para expulsiones, colectivas y sistem¨¢ticas, de extranjeros en situaci¨®n irregular. Christian de Brie ha llamado a eso el "bulevar de la xenofobia ambiental". Desde luego, con ello Aznar y Mayor no han resuelto ning¨²n problema. Lo han hecho m¨¢s grande, aunque, al menos, nos han despertado de los famosos l00 d¨ªas de gracia y nos han ilustrado sobre el sentido de la nueva etapa pol¨ªtica espa?ola.La estrategia err¨¢tica del Gobierno parece que empieza a aclararse. Siguiendo la viej¨ªsima enfermedad espa?ola del clientelismo, su pol¨ªtica est¨¢ dise?¨¢ndose para consolidar una base electoral con los suyos de siempre y algunos m¨¢s, como los poseedores de rentas no provenientes del trabajo, y, utilizando el buen Pacto de Toledo, para atraerse a una parte significativa de los pensionistas. Lo hace con un mensaje ideol¨®gico individualista, y supuestamente liberal, que pretende competir con la maltrecha tradici¨®n cultural de la izquierda, cuya base social quiere desvertebrar a¨²n m¨¢s. El precio a pagar es menor cohesi¨®n en lo social, desequilibrio en lo econ¨®mico, y, lo m¨¢s preocupante, una p¨¦rdida de autonom¨ªa de los poderes pol¨ªticos democr¨¢ticos en beneficio de otros poderes f¨¢cticos em¨¦rgentes, externos e internos.
Es un precio muy alto, que la ?zquierda no puede admitir. A pesar de que ¨¦sta se encuentra en no muy buena posici¨®n, con la autoridad moral (PSOE) por los suelos y con la obsolescencia
rigidez del discurso (IU) por el techo, a pesar de eso, hay que oponerse y, m¨¢s all¨¢, crear una alternativa progresista y cre¨ªble a esto que vemos. Para ello ser¨¢ necesario que la izquierda no s¨®lo dialogue -lo que ya es un paso notable-, sino, sobre todo, que entre en un proceso de profunda renovaci¨®n en ideas y estrategias -lo que es un paso imprescindible- para llegar a edificar el proyecto del que hoy carece y que exige coincidir en bastante m¨¢s que en decir no a la pol¨ªtica del PP.
Todo porque, parafraseando al presidente del Gobierno, la pol¨ªtica de ¨¦ste es ya el problema para la mayor¨ªa de los espa?oles. Nuestro verdadero problema.
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