El guerrillero que humill¨® a Washington
La misi¨®n de la ONU en Somalia fracas¨® el d¨ªa en que cedi¨® el mando de la operaci¨®n a Estados Unidos y la primera potencia del mundo decidi¨® poner precio a la cabeza de Mohamed Far¨¢ Aidid, el principal se?or de la guerra somal¨ª. El orgullo forma parte de la fibra existencial de los clanes somal¨ªes, y a Aidid le sobraba.Tal vez ahora este Estado que s¨®lo existe en la fantas¨ªa de los cart¨®grafos encuentre la manera de unir los a?icos en que le dej¨® la lucha implacable entre clanes desencadenada tras el derrocamiento de Siad Barre en 1991.
Dado por muerto en infinidad de ocasiones por sus incontables enemigos, Aidid, nacido hace unos sesenta a?os en la regi¨®n de Belet-Huen (en el centro del pa¨ªs, cerca de la frontera con Etiop¨ªa), acababa de celebrar el tercer aniversario de su victoria "sobre las fuerzas internacionales de la ONU comandadas por EE UU". Aidid, que controlaba el sur de la capital, ejerc¨ªa con indudable talento como se?or de la guerra. Le gustaba combinar la inmaculada camisa blanca, cuando se dejaba ver en Mogadiscio como presidente interino y civil de un pa¨ªs fantasmag¨®rico, con la guerra militar. Siempre rodeado de una caterva de jovenc¨ªsimos fieles armados hasta los dientes a bordo de furgonetas con ametralladoras antia¨¦reas.
Despu¨¦s de haber jurado bandera con el Ej¨¦rcito colonial italiano, Aidid ten¨ªa el rango de capit¨¢n en 1960, cuando a la llegada de la independencia se integr¨® en el Ej¨¦rcito nacional somal¨ª. Hasta sus peores enemigos reconocen su capacidad t¨¢ctica, que demostr¨® ampliamente en 1993, cuando toda la poderosa maquinaria militar estadounidense fue incapaz de cazarle en el laberinto de Mogadiscio y 18 soldados de la primera potencia cayeron bajo las balas de los hombres de Aidid.
Tras pasar un tiempo como embajador en Nueva Delhi, a su regreso se hizo con la jefatura de un nuevo movimiento guerrillero, el Congreso de la Somalia Unificada, con el que contribuy¨® decisivamente al derribo de Barre. Entregada Somalia a la ley que dictan en sus zonas de influencia -a veces un pu?ado de calles -los se?ores de la guerra. La desaparici¨®n de Aidid ha dejado el campo libre a otro l¨ªder guerrillero, Ali Mahdi Mohamed, para forjar nuevas alianzas que acaso devuelvan la paz a la desgarrada Somalia.
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