Extracto de coca¨ªna al precio del tocino
Un historiador valenciano revisa la relaci¨®n de la sociedad espa?ola y las drogas en el ¨²ltimo siglo y medio
El t¨¦rmino camello aplicado hoy en d¨ªa a los traficantes de drogas tiene su origen en una picaresca que se utilizaba en los a?os veinte y que consist¨ªa en esconder la mercanc¨ªa bajo una joroba simulada. Era una ¨¦poca en la que comenzaba la restricci¨®n del comercio de este tipo de sustancias y en el que, junto a un mercado legal, comenzaba a abrirse paso otro ilegal. Lo explica Juan Carlos Us¨®, un joven historiador valenciano, en su libro Drogas y cultura de masas (Espa?a 1855- 1995), que acaba de publicar la editorial Taurus.El final de la primera Guerra Mundial marca un antes y un despu¨¦s en la situaci¨®n social de las drogas, seg¨²n Us¨®, autor de esa interesante incursi¨®n en la relaci¨®n de la sociedad espa?ola con las sustancias psicoactivas. "En los pueblos valencianos no era extra?o darles derivados del c¨¤nem a los ni?os inapetentes", comenta Us¨®, quien constata c¨®mo el cannabis no era entonces, ni mucho menos, un producto perseguido por las autoridades y c¨®mo sus derivados se empleaban para variados usos terap¨¦uticos y medicinales.
"Hasta la primera Guerra Mundial, la voluntad del Estado era protegerte del da?o que pod¨ªas provocar a otros. A partir de ese momento, empieza a querer protegerte de ti mismo", explica Us¨®, quien reconstruye en su libro el proceso por el cual "la dieta farmacol¨®gica se convierte en un problema de Estado".
El detallado recorrido hist¨®rico que hace Us¨® incluye curiosidades, como el precio oficial que alrededor de 1925 ten¨ªan determinadas drogas sometidas a restricci¨®n. As¨ª, el opio en polvo costaba 60 c¨¦ntimos, lo que equival¨ªa a un kilo de arroz. El extracto de cannabis costaba una peseta, menos que un kilo de az¨²car; la coca¨ªna, cuatro pesetas, como un kilo de tocino, y la hero¨ªna, cinco pesetas, 90 c¨¦ntimos menos que un kilo de carne.
No ten¨ªa intenci¨®n este historiador, que trabaja desde 1983 en la Biblioteca P¨²blica Municipal de Castell¨®n, de emprender un estudio como el que ha llevado a cabo. Seg¨²n cuenta, estaba metido en una investigaci¨®n sobre la Uni¨®n Patri¨®tica, el partido que trat¨® de promover el general Primo de Rivera. En los peri¨®dicos de los a?os veinte que consultaba, le llam¨® la atenci¨®n la existencia de noticias sobre las drogas y comenz¨® a recopilarlas, pese a que se?ala que en esa d¨¦cada "no se registran atracos ni delitos contra personas por motivo de drogas" y s¨®lo se menciona el asalto a una farmacia y una agresi¨®n a unos polic¨ªas por parte de una mujer exaltada por una fuerte dosis de coca¨ªna.
Tras ponerse en contacto con Antonio Escohotado, acab¨® redactando una novedosa tesis doctoral sobre la historia social de las drogas, de la que deriva el ensayo sociol¨®gico que ahora ha publicado. La primera de las cinco partes en que Us¨® ha estructurado el libro lleva un t¨ªtulo bien expresivo: La era de la libertad farmacol¨®gica (hasta 1918). El resto recorre las etapas de la creaci¨®n del problema (en los a?os veinte), el tr¨¢nsito de la restricci¨®n a la prohibici¨®n (entre 1931 y 1939), las drogas durante el franquismo y la situaci¨®n durante la Espa?a democr¨¢tica.
En busca de fuentes primarias y directas, Us¨® ha recurrido a documentos legales (como las memorias anuales del fiscal del Tribunal Supremo), psiqui¨¢tricos, period¨ªsticos, penitenciarios y literarios. Su tesis es muy clara: "Espa?a ha sido hasta hace muy poco un Estado confesional, en el que se convert¨ªa en ilegal lo que era pecado para la Iglesia: la blasfemia, la pornograf¨ªa, las drogas... Hasta la primera Guerra Mundial, el uso de las drogas era terap¨¦utico y no planteaba m¨¢s problemas". El sentido del esc¨¢ndalo, que desencadena lo que Us¨® no duda en denominar una "cruzada", surge en su opini¨®n cuando esas sustancias "comienzan a tomarlas personas sanas (no enfermas), gente joven y mujeres". La asociaci¨®n del consumo de drogas con el placer y la diversi¨®n, en un contexto de expasi¨®n de la cultura de masas,' suscita el movimiento de represi¨®n de su uso. Un movimiento que, seg¨²n Us¨®, "emplea argumentos sanitarios cuando, en realidad, los motivos de fondo son morales".
A esa mayor¨ªa se oponen en Espa?a algunas voces, entre las que Us¨® se?ala las de los anarquistas. En todo caso, este autor declara su sorpresa por la falta de estudios sobre el asunto. Seg¨²n Us¨®, las referencias sociol¨®gicas a las drogas suelen remitirse a los a?os sesenta y a los hippies, pero antes "hay mucha historia".
Convencido de que, desde el principio, son los Estados Unidos los que marcan la pauta en esta cuesti¨®n, Us¨® afirma con iron¨ªa: "Si los americanos no llegan a derogar la ley seca, el alcohol estar¨ªa prohibido actualmente en todo el mundo".
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