La revoluci¨®n posmoderna
La revoluci¨®n de los zapatistas y el subcomandante Marcos, que Carlos Fuentes llam¨® 'la primera revoluci¨®n posmoderna' y R¨¦gis Debrais elogi¨® por su imaginaci¨®n y esp¨ªritu libertario comienza a dar se?ales inequ¨ªvocas de frivolidad. En un Encuentro Intercontinental contra el Neoliberalismo, celebrado en las selvas de Chiapas, que acaba de concluir, brill¨® por su ausencia aquel esp¨ªritu, a juzgar por las protestas de varias organizaciones de prensa por el crecido n¨²mero de corresponsales (entre ellos el de Le Monde) que trataron de cubrir el evento y fueron despedidos por los zapatistas con el menos libertario de los argumentos: los fusiles Kal¨¢shnikov.De todos modos, en el poblado chiapaneco de La Realidad, se reunieron unas tres mil personas, una buena parte de las cuales eran 'contestatarios' -nost¨¢lgicos y sobrevivientes del sesenta y ocho- venidos de Europa, sobre todo de Espa?a, Italia y Francia, entre los cuales fulgur¨® la se?ora Danielle Mitterrand, cuya viudez, a todas luces, se anuncia interesant¨ªsima (hace poco explic¨® al mundo que Cuba era una democracia sin reparos). Pese al riguroso filtro de asistentes, el subcomandante de la cachimba y la m¨¢scara no pudo impedir que la contestaci¨®n se manifestara en el seno del Encuentro, pues hubo protestas de los grupos de artistas franceses a quienes se impidi¨® montar un espect¨¢culo y de las delegadas feministas, que sintieron como un ultraje el haber sido confinadas en un subgrupo secundario, al margen de las mesas principales de un certamen en el que el humor involuntario parece haber sido el rey de la fiesta.
El acuerdo m¨¢s trascendental de los zapatistas y sus aliados internacionales fue, sin la menorduda, "la supresi¨®n de la deuda externa", audaz decisi¨®n que se asemeja, como una gota de agua a otra, al famoso decreto, de aquel Ministro brasile?o de Salud P¨²blica suprimiendo el paludismo. Y, tambi¨¦n, al bello verso del poeta Lunel, el ¨²nico que he memorizado de toda su obra, proclamando: "Estoy contra todas las leyes, empezando por la ley de gravedad". Puestos a suprimir ?por qu¨¦ no acordaron suprimir tambi¨¦n cosas no menos horrendas como la pobreza, la vejez y la muerte? Pero, el acuerdo m¨¢s misterioso, aunque de innegable contenido po¨¦tico, fue el de "constituir una internacional de mujeres contra el neoliberalismo patriarcal". Sin una definici¨®n pormenorizada y abundosa de ejemplos concretos al respecto, las militantes van a verse en aprietos para identificar al enemigo por aniquilar. ?Son los jeques ¨¢rabes y sus populosos serrallos el modelo del 'neoliberal patriarca'? ?Lo es el hermano del Opus, con su cilicio a cuestas y sus procreaciones puntuales? ?O lo son todos los b¨ªpedos con pantalones que ganan m¨¢s de dos mil d¨®lares al mes? ?Qu¨¦ diferencia al 'neoliberal patriarcal' del 'socialdem¨®crata patriarcal' o del 'conservador patriarcal' o del 'comunista patriarcal'? Sin un identikit m¨¢s preciso, las internacionalistas se pasar¨¢n la vida dando palos de ciego y aporreando inocentes por culpables.
Otro aspecto llamativo del Encuentro fue exigir "una nueva definici¨®n del tiempo c¨®smico", demanda que, muerto de curiosidad, yo suscribir¨ªa de buena gana si me explicaran con qu¨¦ otro tiempo c¨®smico se propone reemplazar al que tenemos. En los ensayos de Borges y los cuentos de Bioy Casares hay, desde luego, una rica colecci¨®n de teor¨ªas fant¨¢sticas sobre el tema del tiempo -mi preferida es la de los tiempos paralelos- y, si se opta por cualquiera de ellas, me adhiero. Ahora bien, una incertidumbre me asalta: ?es seguro que ¨¦ste es el mejor camino para liberar a los ind¨ªgenas de Chiapas de la explotaci¨®n, el desamparo y la pobreza, algo que era, estoy casi seguro, la raz¨®n de ser de la revoluci¨®n zapatista?
Leo, en un despacho de prensa (EL PA?S, 5-8-96) que los ind¨ªgenas de la zona "asistieron, silenciosos y ocultos con pasamonta?as, a sesiones de poes¨ªa er¨®tica, declamaciones teatrales, explicaciones sobre los m¨¦todos de okupaci¨®n de viviendas y reuniones energ¨¦ticas". No me extra?a nada que estuvieran' silenciosos; apostar¨ªa que bostezaban bajo sus m¨¢scaras, en aquellas sesiones, divertidas, tal vez, para la se?ora Mitterrand, mi amigo R¨¦gis Debray y los turistas revolucionarios ¨¢vidos de experiencias fuertes y ex¨®ticas (sin duda, las tuvieron), pero incomprensibles y hasta obscenas desde la perspectiva de quienes afrontan problemas b¨¢sicos de supervivencia: trabajo, oportunidades de desarrollo, propiedad, libertad, legalidad. Es improbable que las comunidades de indios lacandones compartan la filosof¨ªa de quienes dicen representarlos, de que la manera m¨¢s inmediata y eficaz de luchar contra sus infortunios sea mediante la creaci¨®n de una red de mujeres feministas y lesbianas internacionalistas, aboliendo la ONU, desarrollando acciones contra el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, despenalizando las drogas blandas y eliminando los manicomios. Esta ¨²ltima bandera parece mucho m¨¢s concebible en la avanzadilla intelectual urbana y cosmopolita de aprovechados lectores de Michael Foucauld, que en dirigentes empe?ados en luchar por mejorar, ahora, la suerte del campesino de Chiapas. En vez de contribuir a la lucha por la democratizaci¨®n de 'la dictadura perfecta', requisito esencial para que aquel objetivo pueda alcanzarse, ferias medi¨¢ticas como la que acaba de tener lugar en La Realidad la debilitan, introducen un elemento de distracci¨®n y desconcierto en el pueblo mexicano comprometido en el cambio hacia la democracia y prestan un gran servicio al poder actual.
Todo ello ahonda mis sospechas de que, de un modo sutil y maquiav¨¦lico, el gran manipulador en la sombra de la supuesta revoluci¨®n de las selvas de Chiapas es el PRI. (?Si a los zapatistas tienen derecho a fantasear como lo han hecho en el Encuentro, por qu¨¦ no este escribidor?). ? No ser¨ªa ¨¦sta una de las t¨ªpicas operaciones maestras que jalonan la historia de sus siete d¨¦cadas de permanencia en el poder de la m¨¢s eficiente maquinaria pol¨ªtica de control y manipulaci¨®n social que haya conocido la historia moderna? Cuando hizo falta ser de izquierda, el gobierno del PRI lo fue, y cuando de derecha, tamib¨¦n, sin inmutarse, y se las arregl¨®, incluso, si eso era lo m¨¢s adecuado para conservar el poder, para ser ambas cosas a la vez. En vez de matar o encarcelar a sus opositores m¨¢s peligrosos -lo hizo cuando no hubo m¨¢s remedio, claro est¨¢- prefiri¨® corromperlos o despretigiarlos prepar¨¢ndoles delicadas emboscadas, que los arruinaban econ¨®micamente o enredaban en esc¨¢ndalos de sexo, droga o estafa.
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A los intelectuales y artistas los soborn¨®, subsidi¨¢ndolos, pero no para que adularan al r¨¦gimen, sino permitiendo que lo criticaran, con lo que aqu¨¦llos pod¨ªan medrar con buena conciencia y demostrar al mundo que M¨¦xico era un pa¨ªs libre. Cuando no hubo suficiente oposici¨®n pol¨ªtica para mantener la farsa, el PRI cre¨® partidos opositores y les dio incluso peque?as, migajas de poder. De este modo fue atrapando dentro de su refinad¨ªsima telara?a de control a sindicatos, empresarios, diarios, radios, televisi¨®n, asignando a cada cual un papel muy preciso dentro de esa permanente movilizaci¨®n del aparato pri¨ªsta encaminada al objetivo supremo y ¨²nico: eternizarse en el poder.
Esta escalofriante obra maestra de sistema pol¨ªtico comenz¨® hace algunos a?os a hacer concesiones y a perder peque?os espacios de poder, gracias a la presi¨®n de un vasto sector de la sociedad mexicana ansiosa de libertad. Prueba de ello ha sido el crecimiento sistem¨¢tico de los dos partidos de oposici¨®n, uno de izquierda, el PRD, y otro de derecha, al PAN, que, a pesar de los fraudes y maniobras consabidos por parte del r¨¦gimen, han ido ensanchando su presencia tanto a nivel local y comunal como nacional. En ese momento, cuando la campa?a en favor de la democratizaci¨®n del pa¨ªs estaba en plena din¨¢mica impulsada por una vasta alianza de mexicanos de toda condici¨®n, surge, en Chiapas, la revoluci¨®n zapatista. ?A qu¨¦? A pedir, no s¨®lo esa cosa peque?a, mediocre, pedestre, pero sin la cual nunca habr¨¢ justicia para nadie en M¨¦xico -la democracia-, sobre lo que se hab¨ªa puesto de acuerdo la gran mayor¨ªa de mexicanos, sino la luna. Naturalmente, el subcomandante Marcos -el guerrillero del fax- tuvo, en el acto, un gran ¨¦xito internacional. Pero, en M¨¦xico, introdujo la confusi¨®n y la divisi¨®n, pues su simp¨¢tico radicalismo extremista, su buen humor, sus denuncias del sistema en bloque que confund¨ªa al PRI con quienes lo combat¨ªan aprovechando los resquicios de legalidad disponible, empobreci¨® y hasta ridiculiz¨® a ojos de muchos -de los m¨¢s j¨®venes, de los m¨¢s idealistas, de los m¨¢s ingenuos- la movilizaci¨®n reformista por la democracia. ?Para qu¨¦ luchar por el aburrido purgatorio si se puede alcanzar el exaltante cielo?
Gracias al alboroto zapatista y al aura de prestigio de que lo han dotado sus fr¨ªvolos inciensarios, muchos mexicanos han olvidado que la revoluci¨®n urgente en su pa¨ªs es sacar al PRI del poder y que en la pr¨®xima elecci¨®n asuma el gobierno el PRD o el PAN. Mientras eso no ocurra, ning¨²n otro cambio importante tendr¨¢ lugar. Todas las 'reformas' hechas desde arriba, por el PRI, no importa el aparato publicitario que las promueva, ser¨¢n, como el Encuentro Intercontinental contra el Neoliberalismo, una mascarada para beneficiar al PRI, es decir, para que contin¨²e la dictadura perfecta, y, tambi¨¦n, la miserable condici¨®n de los ind¨ªgenas, de Chiapas y el bochornoso anacronismo pol¨ªtico de M¨¦xico.
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