Fallece el director de orquesta Rafael Kubelik
Es triste la desaparici¨®n del maestro de origen checo Rafael Kubelik -que falleci¨® ayer a los 82 a?os en Lucerna (Suiza)- y no s¨®lo porque se tratara de una primera estrella de su generaci¨®n, sino tambi¨¦n por su sentimiento y su modo afectivos y su profunda humanidad. Hombres as¨ª nos acompa?an en la vida, los frecuentemos o no, por el simple hecho de conocer su existencia, de saber que est¨¢n ah¨ª dando sentido a un tiempo que, tantas veces, parece un puro nonsense.
Nacido en 1914 -como Fricsay, Rowiczki, Kondrashin y Giulini- pertenec¨ªa Kubelik a una generaci¨®n de directores, la siguiente a la de Karajan, que hab¨ªa heredado y conservaba muchos valores de la vieja escuela. Es la generaci¨®n de 1916 que inaugura Gavazzeni, nacido en 1909, y cierra Sawallisch, de 1923. Entre uno y otro, y aparte los citados, figuran Kempe, Leinsdorf, Markevich,Jord¨¢, Sanzogno, Celibidache, Solti, Leitner, S?nderling, Argenta, Silvestri, Mitropoulos, Bern-stein, Ormandy, Watanabe, Cantelli y Newmann, por citar personalidades tan diversas como significativas.
Creo que la mayor¨ªa de los madrile?os entramos en conocimiento con Kubelik cuando vino a dirigir la Orquesta Nacional en 1959. En su primer programa "descubri¨®" a los asiduos del Palacio de la M¨²sica y el Monumental el Doble concierto, de Martinu, antes de exponer su visi¨®n interiorizada de la Sinfon¨ªa heroica; en el segundo, hizo el Concierto de Schumann con la inolvidable Rosa Sabater, la Quinta (entonces llevaba esa numeraci¨®n) de Dvorak y las Metamorfosis de Hindemith. Al a?o siguiente volvi¨® a Espa?a invitado por el Festival de Granada. Insisti¨® en Martinu con los bellos Frescos de Piero della Francesca, cambi¨® la Sinfon¨ªa del Nuevo Mundo por la Cuarta del mismo Dvorak y entre el maestro y Richter-Hasser quitaron hierro al espectacular Concierto en si bemol de Chaikovski. Todav¨ªa quedaba una nueva y duradera impresi¨®n: la recibida en 1961 con su Primera sinfon¨ªa, de Mahler, hecha un continuo cantar y espiritualizada desde la tierra.
Perdimos de vista a Kubelik, pues una vez que abandon¨® su pa¨ªs por razones pol¨ªticas sin el menor gesto exhibicionista pas¨® a la Sinf¨®nica de Chicago. No era Kubelik, sin embargo, f¨¢cilmente deseuropeizable y volvi¨® sin demasiada tardanza para dirigir el Covent Garden de Londres, llev¨® luego la direcci¨®n del Metropolitan de Nueva York durante dos a?os (1972-74) y . se afinc¨® por fin en M¨²nich como titular de la Orquesta de la Radio de Baviera a lo largo de 18 a?os. All¨ª le escuch¨¦ las ¨²ltimas veces para reencontrar esa relaci¨®n c¨¢lida entre el artista y el hecho musical que decid¨ªa una especial temperatura, una leve y m¨¢gica vibraci¨®n y una naturalidad ejemplar. Como ¨¦l mismo repet¨ªa, "la misi¨®n del director es convertir en unidad los impulsos individuales de los instrumentistas de la orquesta".
En cierta ocasi¨®n, estando no recuerdo si en Praga o en Brno, la persona que llevaba la organizaci¨®n del festival a nivel local dedic¨® toda una cena a preguntarme, casi en voz baja, qu¨¦ era de Kubelik, qu¨¦ hac¨ªa y qu¨¦ ¨¦xitos ten¨ªa. Sent¨ªa hondamente la ausencia de su pa¨ªs de un tan ilustre hijo musical. Le habl¨¦ largamente sobre el maestro, tal y como, yo lo ve¨ªa. Se sumi¨® en el silencio para terminar el encuentro con una lamentaci¨®n dolorida: "Y nosotros, aqu¨ª, sin poderle escuchar nunca". M¨¢s de una vez pens¨¦ si esta mujer no estar¨ªa presente cuando Kubelik regres¨® a la primavera de Praga en 1990 para dirigir 1,a serie de poemas de Smetana Ma vlast (Mi patria). Habr¨ªa sido un premio tard¨ªo a tan apasionada espera.
Ahora todos hemos perdido a Kubelik, aunque nos quede el testimonio fehaciente y un tanto fantasmag¨®rico de las grabaciones: El sue?o de una noche de verano, la Primera, de Mahler, la Octava de Dvorak, un espl¨¦ndido Ober¨®n con la Nilsson y Domingo, el Lohengrin con la Janovitz o Rigoletto con la Scotto, la Cossotto, Bergonzi, Vinco y Fischer-Dieskau.
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