Pierrot, en el final de los tiempos
Veinticuatro horas despu¨¦s del ¨¦xito de Fidelio, el Festival de Salzburgo ha vuelto a sorprender con un espect¨¢culo asombroso, la visualizaci¨®n esc¨¦nica de Christoph Marthaler y Anna Viebrock de un programa doble formado por Pierrot lunar, de Sch?nberg, y el Cuarteto para el fin de los tiempos, de Messiaen. El espect¨¢culo tiene lugar en el Stadstkino, espacio of-of y algo cutre, cuyos aleda?os frecuenta la juventud m¨¢s contestataria de la ciudad natal de Mozart.
,ENVIADO ESPECIAL
Nada de glamour, ni de broches de diamantes, ni de dise?os de alta costura: un entorno puro y duro. para una propuesta que busca m¨¢s la desnudez que el artificio.La presentaci¨®n en Salzburgo del director suizo Christoph Marthaler (Zurich, 1951) ha causado sensaci¨®n. Su est¨¦tica parte de un hiperrealismo que encuentra su m¨¢ximo sentido en la creaci¨®n de ambientes. La autonom¨ªa y el dominio del lenguaje teatral hacen el resto. Sin que uno se d¨¦ cuenta, queda atrapado en un clima de misterio, de poes¨ªa y de novedad, que envuelve tanto por el lado m¨¢s intelectual como por el emotivo.
Cinco actores -sensacionales todos ellos- que se desdoblan entre pierrots y prisioneros, acompa?an la ins¨®lita asociaci¨®n Sch?nberg-Messiaen. En el caso del Cuarteto, escrito por el compositor franc¨¦s en 1940 cuando estaba en un campo de concentraci¨®n, y tocado por primera vez ante 5.000 prisioneros, los movimientos de los actores son m¨ªnimos. Se limitan a hacer cola ante una b¨¢scula repetidas veces, y al final acaban sentados con expresi¨®n de desolaci¨®n al pie del escenario. Pues bien, con estos elementos la m¨²sica "que mece y canta" que compuso Messiaen alcanza un estado de espiritualidad y de consuelo realmente turbadores. Ello se debe, desde luego, y muy principalmente, a los instrumentistas del Klangforum de Viena, grupo excelente en este repertorio tan necesariamente reivindicado ahora.
En Pierrot lunar el enfoque es m¨¢s complejo, entre otras razones porque hay texto y, mundos muy diversos en el universo po¨¦tico de Albert Giraud, en las 21 piezas cantadas que forman la obra de Sch?nberg. Alguna vinculaci¨®n especial tienen en cualquier caso Marthaler y Viebrock con los creadores literarios belgas, porque al igual que sucedi¨® el mes pasado en Pelleas y Melisande, de Debussy, con texto de Maeterlink en Francfort, el paisaje interior que extrae el equipo esc¨¦nico de Pierrot lunar, tiene en su esencia profundidad y una enorme capacidad de evocaci¨®n. La escenograf¨ªa es m¨ªnima -puertas, la misma b¨¢scula que utiliza en Messiaen, un armario, una m¨¢quina expendedora de bolitas dulces, un extra?o escaparate circular con luces de ne¨®n que gira, tel¨¦fonos, varios enchufes, sillas y sillones- Los cinco actores recrean como en un juego de espejos y repeticiones su actuaci¨®n teatral. As¨ª logran transmitir un c¨²mulo de sensaciones en que, como en los versos de Giraud, se va de lo desconcertante a lo surrealista, de lo humor¨ªstico a lo ritual, de lo improbable a lo evidente, de lo sarc¨¢stico a lo sentimental. Todo ello con fuerza teatral, a un ritmo endiablado, y teniendo como n¨²cleo motor la intervenci¨®n heterodoxa pero fundamental de Graham Valentine en la palabra cantada o, si se prefiere, en el canto hablado.
Fiesta teatral
Dulack dirige esta vez desde abajo del escenario el grupo instrumental, con parecidos niveles de excelencia que en Messiaen. Los instrumentistas se unen tambi¨¦n a la fiesta teatral. As¨ª, el pianista se va a lavar las manos un par de veces en un lavabo que existe a pie de escenario.La transici¨®n entre las dos obras es, asimismo, natural, y se tocan sin intermedio, simplemente con unos momentos de silencio que unos figurantes aprovechan para colocar un plano arriba del escenario e introducir en el mundo de los actores una cuesti¨®n de territorialidad. ?De qui¨¦n es el espacio? ?D¨®nde termina la vida y donde termina el teatro? ?Qu¨¦ es antes, la m¨²sica o el gesto?
La uni¨®n imposible entre Sch?nberg y Messiaen se hace as¨ª posible, y la escenificaci¨®n de la m¨²sica sin palabras de este ¨²ltimo tan evidente como sugestiva. Del Pierrot trascendido de Watteau hemos pasado en un abrir y cerrar de ojos a la memoria del horror.
?C¨®mo reaccion¨® el p¨²blico de Salzburgo en la premiere de este espect¨¢culo? Pues, sencillamente, con la acogida m¨¢s c¨¢lida y un¨¢nime que ha tenido cualquier propuesta de la era Mortier. Este es el estilo que el Festival trata de conseguir y no siempre logra. El doblete Sch?nberg-Messiaen se sit¨²a as¨ª en ese grupo de cabeza de espect¨¢culos esc¨¦nicos mod¨¦licos de esta d¨¦cada en Salzburgo, distinci¨®n que comparte con Lucio Silla, Boris Godunov, Lulu, El castillo de Barba Azul, San Francisco de Asis, Salom¨¦ y, por supuesto, Fidelio.
Babelia
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