Fujimori juega a dios con los incas
El presidente peruano lleva a los Andes su 'espect¨¢culo pol¨ªtico ambulante'
Para los habitantes de la aldea andina de Mamara, incas puros, el estilo de la llegada de El Chino debi¨® parecerles una aparici¨®n divina. Ya hab¨ªan visto helic¨®pteros antes, pero s¨®lo con camuflaje militar y ametrallando a las guerrillas de Sendero Luminoso en esta antigua fortaleza rebelde. El presidente peruano, Alberto Fujimori, conocido popularmente como El Chino por su origen japon¨¦s, descendi¨® hace unos d¨ªas del cielo azul p¨¢lido en un helic¨®ptero sovi¨¦tico MI-17 rojo y blanco del Ej¨¦rcito. Para no ofender a la sensibilidad local, el piloto aterriz¨® m¨¢s all¨¢ de la bandera de c¨®rner del amarillento ichu (c¨¦sped quemado por el sol) del campo de f¨²tbol.Lo que los peruanos llaman "el espect¨¢culo ambulante de Fujimori" ha llegado hasta Mamara, antiguo asentamiento inca y, hasta hace poco, plaza fuerte de Sendero Luminoso. Antes de que el Ej¨¦rcito controlara la situaci¨®n, hace cuatro a?os, ¨¦sta era la zona liberada.
Antes de que las aspas del helic¨®ptero se detuviesen, Fujimori, de 58 a?os, hab¨ªa ocultado su anorak y vaqueros bajo un poncho de llamativas rayas y se hab¨ªa puesto un sombrero de alpaca al estilo local. Los lugare?os le recibieron a caballo y le ofrecieron una montura. "Tiene que ser blanca", dijo un ayudante. Sin duda, para reforzar la imagen divina.
Con menos miramientos que su piloto, El Chino atraves¨® el c¨¦sped quemado, pero venerado, hacia la derruida, aunque majestuosa, iglesia de la aldea, del siglo XVI. Los lugare?os se amontonaban en lo que parec¨ªa ser su ¨²nico veh¨ªculo, un cami¨®n de frutas, o le segu¨ªan jadeantes a pie, pese a los m¨¢s de 3.000 metros de altitud.
Fujimori emplea la mayor¨ªa de su tiempo en este tipo de viajes. Pasa en la carretera cuatro d¨ªas a la semana y, por lo general, visita dos o tres pueblos aislados a los que no puede llegarse m¨¢s que a pie o a caballo, o en helic¨®ptero, si uno es el presidente. Como siempre lleva el atuendo local, le han apodado el "hombre de los cien sombreros" o "el hombre permanentemente en campa?a". Su segunda victoria, en las elecciones, el pasado a?o, a pesar de haber disuelto el, Congreso tres a?os antes con el Fujigolpe, demuestra que los peruanos conceden m¨¢s importancia a la eliminaci¨®n de la guerrillas que a su cuestionable compromiso con la democracia.
Fui invitado despu¨¦s de recibir una llamada a medianoche a mi hotel en Lima, en la que se me citaba en una base a¨¦rea militar a las ocho de la ma?ana. A las nueve volaba hacia Cuzco, la antigua capital inca, a bordo del Boeing 737 presidencial, sentado junto al ayudante del presidente, el comandante Rafael de la Puente.
El ingrato trabajo de ¨¦ste, un soldado alto y robusto vestido de uniforme y con la pistola encima de la rodilla derecha (un buen guardaespaldas sabe que tiene que agacharse para disparar), consiste en cargar con el tel¨¦fono m¨®vil del presidente, la m¨¢scara de ox¨ªgeno, la c¨¢mara y los montones de regalos, desde ponchos a sombreros, pasando por figuritas talladas y trozos de queso.
En Cuzco nos trasladamos al helic¨®ptero del Ej¨¦rcito (el piloto coment¨® que el MI- 17 era mejor que los Bells norteamericanos del Ej¨¦rcito a los 15.000 pies de altitud a los que hay que volar para abrirse paso en los Andes). Fujimori respiraba a trav¨¦s de la m¨¢scara de ox¨ªgeno cada cierto tiempo, y luego se la pasaba a las que ¨¦l denomina sus geishas, cinco mujeres periodistas que cubren sus desplazamientos y rara vez le critican.
En el primer pueblo que visitamos, el presidente recibi¨® una calurosa bienvenida, aunque con gritos corteses de "tr¨¢enos electricidad", "necesitamos pupitres para la escuela" y "necesitamos una ambulancia". "No podemos llegar hasta los enfermos o parturientas porque no hay ambulancia y los caminos son malos", le dijo la toc¨®loga Bertha Chambi frente a la estructura de adobe que hace de hospital. "?No puede ir en moto?", pregunta el presidente. "No tenemos moto".
Fujimori sacaba constantemente su Nikon para hacer fotograf¨ªas de los edificios. Pidi¨® al gent¨ªo que se tranquilizara ("Dejadme trabajar", dec¨ªa) e insisti¨® en que me colgara de la puerta de su todoterreno para mirar a trav¨¦s de sus lentes. "?Ve?, no se trata de fotograf¨ªas tur¨ªsticas. Fotograf¨ªo sus necesidades y llevo las fotos a los expertos de Lima para que esta gente reciba lo que necesita. Soy el presidente que termina las cosas. Tendr¨¢n una ambulancia en cuatro meses. Acabo de comprar 300 a Jap¨®n. A un precio muy barato".
En Mamara, de 1. 100 habitantes, s¨®lo unos 100 salieron a recibirle. Como el pueblo est¨¢ tan aislado, muchos debieron de quedarse en casa. El alcalde, Nicanor Ben¨ªtez, elegido como independiente, no oculta que es tan pro Sendero Luminoso como tal vez la mitad del pueblo.
Durante la comida en el patio de una sencilla casa de piedra, donde aparece media botella de vino chileno Casillero del Diablo, el sacerdote italiano Santiago Buonaita, de gira por la zona, le importun¨® habl¨¢ndole de la falta de sensibilidad de la polic¨ªa.
Tras la expulsi¨®n de la guerrilla, la nueva fuerza policial compuesta por 12 hombres enviada desde otras regiones, hab¨ªa derribado la residencia de los curas junto a la iglesia, del siglo XVI, para construir una comisar¨ªa, una monstruosidad de un verde chill¨®n.
Antes de volver al helic¨®ptero Fujimori se dirigi¨® a la concurrencia desde el cami¨®n: "Sendero no debe volver. No tengan miedo de denunciar a quien sea un senderista". Una vez dentro de la cabina, se dirigi¨® a un ayudante: "?Cu¨¢l era el alcalde?" "El senderista", le dijo. "El de la camisa azul que estaba frente a usted sin aplaudir".
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