El Athletic aplasta a la Real
Los bilba¨ªnos golean en el 'derby' con un f¨²tbol m¨¢s cuidado que otros a?os
Con la botella de champ¨¢n en una mano y el frasquito de coramina en la otra, la hinchada del Athletic salud¨® con j¨²bilo la goleada de su equipo al vecino de enfrente. Con un juego vigoroso, pero bastante elaborado, el equipo bilba¨ªno ofreci¨® mejoras sustanciales sobre aquella cosa que practicaba la temporada anterior. A la gente, que anda escasa de satisfacciones, el resultado le supo a gloria. Y eso de que la Real fuera la v¨ªctima aument¨® el entusiasmo de la gente, que hizo la ola, el pino y lo que hiciera falta, mientras exig¨ªa ruidosamente el beste bat (uno m¨¢s) despu¨¦s de cada gol. Ya se sabe, los vecinos y sus rencillas.Los tres primeros goles vinieron entromba, enjugadas supers¨®nicas, protagonizadas en primera instancia por Julen Guerrero, que desde la media punta produjo tres pases espl¨¦ndidos por detr¨¢s de la l¨ªnea defensiva. El tercero, en el gol de Etxebarria, fue sensacional, a un toque, con el ribete de la bota. Al Athletic le resulta muy conveniente que Guerrero se anime a participar en el juego, porque le abre variantes al equipo y al jugador, que estaba a un paso de limitarse a la condici¨®n de llegador.
El Athletic jug¨® bien con la pelota, una novedad en un equipo que hab¨ªa mandado el bal¨®n a la clandestinidad. Se vieron suertes olvidadadas desde la ¨¦poca de Heynckes, como las paredes y el toque paciente. Todo muy celebrado por el p¨²blico, que distingue perfectamente el buen juego del malo. El p¨²blico ve un buen regate y lo aplaude. Ve una pared exquisita y se pone de pie. Y si ve el pase de Guerrero en el tercer gol, tira los sombreros.
El notable f¨²tbol del Athletic se descompensaba por su azarosa tendencia a tirar el fuera de juego. La defensa lo hizo con un desenfado temerario, o sea, sin criterio. Le tiraban el fuera de juego a cualquier jugada, y por ah¨ª se dej¨® ver la falta de categor¨ªa de jugadores como Estibariz, en evidencia demasiadas veces. Los aficionados asistieron entre sofocos a las extravagancias de sus defensores, hasta que lleg¨® la riada de goles y ya s¨®lo hubo una preocupaci¨®n: celebrar la fiesta.
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