Mala ¨ªndole (1)
Por Nadie sabe lo que es ser perseguido si no ha pasado por ello y la persecuci¨®n no ha sido constante y activa, llevada a cabo con deliberaci¨®n y determinaci¨®n y ah¨ªnco y sin pausa, con perseverancia o con fanatismo, como si los perseguidores no tuvieran otra cosa que hacer en la vida que darle a uno alcance y antes buscarlo, acosarlo, seguirle la pista, localizarlo y a lo sumo aguardar la ocasi¨®n mejor para ajustarle las cuentas. No se trata de que alguien nos ponga la proa y est¨¦ dispuesto a arruinarnos si nos cruzamos en su camino o le damos oportunidad para ello, no de alguien que nos la tiene jurada y espera, espera, se limita a esperar y por lo tanto es todav¨ªa pasivo o rumia la preparaci¨®n de sus golpes, que mientras son s¨®lo maquinaciones no pueden ser golpes, pensamos que llegar¨¢n pero tal vez no lleguen, acaso le d¨¦ un infarto a nuestro enemigo antes de ponerse a la obra efectivamente, antes de aplicarse de veras a hacernos da?o, o a destruirnos. O quiz¨¢ se olvide, se calme o se distraiga y se olvide, y si no reaparecemos en su trayecto es posible que nos libremos, la venganza cansa mucho y el odio tiende a desvanecerse, es un sentimiento fr¨¢gil y ef¨ªmero, tan poco perdurable y dif¨ªcil de mantener que en seguida deja su puesto al rencor o al resentimiento, cosas m¨¢s llevaderas y m¨¢s f¨¢cilmente recuperables, mucho menos virulentas y en modo alguno apremiantes, mientras que el odio siempre tiene prisa y apremia, lo quiero ya, lo quiero ya muerto, traedme la cabeza de ese hijo-puta, lo quiero ver desollado y con brea y plumas por todo el cuerpo, degollado y desollado, un despojo, para que ya no sea nadie y as¨ª se pare mi odio que me fatiga tanto.No, no se trata de que alguien nos perjudique si hacerlo se le pone a tiro, no son esas enemistades civilizadas en las que alguien tacha un nombre de la lista de convidados al baile de la embajada y se ve resarcido, o silencia en su secci¨®n de un peri¨®dico los logros del adversario, o deja de invitar a un congreso a quien un d¨ªa le arrebat¨® una plaza. No es tampoco el cornudo que se afana por devolver los cuernos, o lo que cree que es devolverlos, ni siquiera el hombre que te confi¨® sus ahorros y fue estafado, compr¨® por adelantado una casa que nunca fue construida o se empe?¨® hasta las cejas para financiar una pel¨ªcula de la que jam¨¢s hubo intenci¨®n de rodar un solo metro, es incre¨ªble c¨®mo el cine engatusa y enga?a a tantos. Tampoco es el escritor o el pintor que no gan¨® el premio que te fue concedido y cree que otra habr¨ªa sido su vida si se hubiera hecho su justicia entonces, hace ya veinte a?os; ni siquiera es el pe¨®n apaleado mil veces por el capataz abusivo y sa?udo que se arrim¨® al propietario, y que ans¨ªa la llegada de un nuevo Zapata a cuya sombra deslizar¨¢ una navaja hasta el vientre de su verdugo y hasta la yugular del terrateniente de paso, porque ese pe¨®n est¨¢ tambi¨¦n instalado en la espera, por no decir en la enso?aci¨®n pueril en que incurrimos todos de vez en cuando para hacernos recordar nuestros deseos, esto es, para no olvidarnos de ellos, la reiteraci¨®n parece estar al servicio de la memoria pero en realidad la difumina y la burla, y tambi¨¦n la aplaca, relega las necesidades a la esfera del advenimiento y as¨ª nada parece depender ya de nosotros, nada depende de los peones y el capataz sabe que hay una amenaza vaga o quim¨¦rica, tambi¨¦n ¨¦l padece su enso?aci¨®n, la del miedo, que lo conduce tan s¨®lo a extremar su brutalidad y su sa?a, para cobrarse por adelantado el navajazo en el vientre que s¨®lo recibe en sue?os, los suyos y los ajenos.
No, ser perseguido no es nada de eso, no es saber que podr¨ªa uno serlo, no es saber qui¨¦n vendr¨ªa a matarlo si estallara de nuevo una guerra civil en estos pa¨ªses nuestros susceptibles y encolerizados, no es tener la certeza de que alguien nos pisar¨ªa la mano si con ella nos agarr¨¢ramos al borde de un acantilado (no solemos arriesgarnos a eso, no en presencia de los despiadados), no es temer un mal encuentro que podr¨ªa evitarse yendo por otras calles, o a otros bares, o a otras casas, no es temer el azar que nos encarnece o las tornas vueltas en nuestra contra un d¨ªa, no es crearse enemigos posibles o probables o incluso ciertos pero futuros siempre, cometer agravios cuyo desagravio est¨¢ emplazado en el tiempo no llegado, hay una dilaci¨®n para casi todo, casi nada es inmediato ni existe y vivimos en la demora, en la vida suele haber s¨®lo demora y anuncio y planes, proyectos y maquinaciones, confiamos en la pereza y el letargo infinitos de todo el mundo, en la pereza de que las cosas se cumplan y lleguen, y en la de hacerlas.Pero a veces no hay pereza ni letargo ni enso?aciones pueriles, a veces -aunque es lo raro- hay la urgencia del odio, la negaci¨®n de la tregua y la astucia y la estratagema, o si las hay son tan s¨®lo improvisadas por la resistencia intolerable del perseguido, las hay s¨®lo como contratiempo, sin m¨¢s valor que la rectificaci¨®n de la trayectoria prevista para una bala porque el blanco se ha movido y la ha esquivado. Esta vez. Nada m¨¢s, o as¨ª se espera, y si el tiro se err¨® no cabe sino disparar de nuevo, y seguir y seguir hasta que caiga la pieza y se la remate. Cuando uno es as¨ª perseguido tiene la sensaci¨®n de que sus cazadores no hacen m¨¢s que perseguirlo y buscarlo las veinticuatro horas del d¨ªa: uno est¨¢ convencido de que no duermen ni comen, no beben ni tan siquiera separan, sus pasos envenenados son incesantes e infatigables y no hay ning¨²n alto; no tienen mujer ni hijos ni necesidades, no van al cuarto de ba?o ni charlan, no follan ni van al f¨²tbol, carecen de televisi¨®n y de casa, a lo sumo tienen coches para perseguirlo a uno. No es que uno sepa que algo malo podr¨ªa pasarle un d¨ªa o si se adentra por donde no debe, es que ve y sabe que ya le est¨¢ pasando lo peor, lo m¨¢s temible, y entonces el perseguido tampoco bebe ni come ni para; o a veces s¨ª, se queda quieto m¨¢s por el p¨¢nico que por tener la seguridad de estar guarecido y a salvo, y m¨¢s que quietud es par¨¢lisis, como la de un insecto que no vuela o la de un soldado en su trinchera. Pero aun as¨ª no duerme m¨¢s que cuando el cansancio priva de realidad y amenaza a lo que ya est¨¢ ocurriendo, cuando la existencia pasada de tantos a?os se impone -tanto tardan en marcharse las costumbres, la existencia sin plazos- y decide por un instante que el presente es lo falso, la enso?aci¨®n o una pesadilla, y lo rechaza porque es an¨®malo. Duerme entonces y come y bebe, y folla si tiene suerte o si paga, charla un rato olvidado de que los pasos envenenados nunca se paran y siempre avanzan mientras' los propios siempre inocentes est¨¢n detenidos o no obedecen, o hasta est¨¢n descalzos. Y eso es lo peor y el- mayor peligro, porque uno no debe olvidar que si huye no puede descalzarse nunca, ni mirar la televisi¨®n, ni a los ojos de quien se le aparece de frente y podr¨ªa retenerlo acaso, mis ojos s¨®lo miran hacia atr¨¢s y los de mis perseguidores hacia adelante, hacia mi negra espalda, y por eso llevan las de alcanzarme siempre.
Todo vino por el se?or Presley y esta no es una de esas frases idiotas que hacen referencia al disco que estaba sonando cuando nos entretuvimos o nos descuidamos o se nos fue la mano, ni a que fuera el ¨ªdolo
de la persona que nos trajo el problema al obligarnos a asistir a un concierto para seducirla, o para contentarla al menos. Todo vino por Elvis Presley en persona o, como yo sol¨ªa llamarlo hasta que me dijo que ese tratamiento lo hac¨ªa sentirse como su padre, por el se?or Presley. Todo el mundo lo llamaba Elvis a secas con gran confianza y as¨ª lo siguen llamando sus adoradores y sus detractores aun despu¨¦s de muerto, quienes nunca lo vieron en carne y hueso ni cruzaron con ¨¦l una palabra, o quienes entonces lo ve¨ªan por vez primera, como si su fama lo convirtiera en amigo involuntario o servidor inconsciente de todos, y quiz¨¢ eso fuera normal y hasta justificable aunque a m¨ª me desagradara: ?acaso no lo conoc¨ªa el mundo entero, entonces? Todav¨ªa hoy lo conoce. Yo prefer¨ªa sin embargo llamarlo se?or Presley y luego Presley sin m¨¢s, por el apellido, cuando me orden¨® prescindir del elemento para ¨¦l tan venerable, si bien no estoy seguro de que no lamentara un poco su orden, tengo para m¨ª que le gustaba o¨ªrse llamar as¨ª alguna vez en la vida, Mr. Presley o se?or Presley seg¨²n la lengua, a sus veintisiete o veintiocho a?os. Y fue eso, la lengua o sus aleda?os, el aspecto m¨¢s ornamental, lo que me llev¨® hasta ¨¦l, a ser contratado e incorporado a su regimiento de colaboradores, ayudantes y consejeros durante seis semanas en principio, las que deb¨ªa durar la realizaci¨®n de su pel¨ªcula Fun in Acapulco, creo que se estren¨® en Espa?a con el t¨ªtulo cambiado como de costumbre, no Diversi¨®n en Acapulco ni Marcha en Acapulco sino El ¨ªdolo de Acapulco, nunca la vi en Espa?a.
Pero s¨ª compr¨¦ aqu¨ª hace poco el disco correspondiente, la banda sonora original que me salt¨® a la vista en la tienda cuando buscaba algo de Previn. Me hizo gracia y me la llev¨¦, me trajo recuerdos que durante mucho tiempo hab¨ªa preferido que fueran olvidos, como sin duda lo prefirieron todos los dem¨¢s del equipo, y lo procuraron, y lo consiguieron: pues en el folleto explicativo del disco se sigue contando un viejo embuste ya consagrado, una historia falsa. En ¨¦l se dice que Presley no pis¨® Acapulco durante el rodaje y que todas sus escenas se filmaron en Los Angeles, en los estudios de la Paramount, para evitarle desplazamientos y molestias, mientras un equipo de segunda unidad viajaba hasta M¨¦xico para hacer tomas de paisajes inertes o de lugare?os en movimiento que luego ser¨ªan utilizadas para transparencias, Presley recortado contra el mar y la playa, contra las calles en bicicleta y con ni?o a cuestas, contra los acantilados de La Perla, contra el hotel en que trabajaba o aspiraba a trabajar su personaje, un antiguo trapecista traumatizado llamado Mike Windgren, siempre recuerdo los nombres, m¨¢s que las caras. La versi¨®n oficial ha prevalecido, como ocurre con casi todo, pero es una versi¨®n ama?ada, como suelen serlo las oficiales sin que importe qui¨¦n las divulgue, un particular o un gobierno, la polic¨ªa o una compan¨ªa cinematogr¨¢fica. Es cierto que todo el material que aparece efectivamente en la pel¨ªcula -tal como se estren¨® y tal como existir¨¢ ahora en v¨ªdeo- est¨¢ rodado en Hollywood siempre que Presley se encuentra en escena, y la verdad es que apenas se lo perd¨ªa de vista en todo el metraje. Tuvieron buen cuidado de no emplear ni montar un solo plano con su presencia que no hubiera salido en los estudios, ni uno solo que pudiera contradecir esa versi¨®n de la productora y del entorno del se?or Presley. Pero eso no significa que no hubiera otro material que fue descartado, escrupulosa y deliberadamente descartado en este caso, posiblemente arrojado a las llamas o guillotinado, convertido en pulpa de celuloide, no quedar¨¢ ni rastro, ni un mil¨ªmetro, ni un fotograma, o eso supongo. Porque la verdad es que Presley s¨ª rod¨® en M¨¦xico, no tres semanas pero s¨ª diez d¨ªas, al cabo de los cuales no s¨®lo abandon¨® el pa¨ªs sin despedirse de nadie, sino que se decidi¨® que jam¨¢s lo hubiera pisado ni hubiera estado all¨ª, ni diez d¨ªas ni cinco ni uno, el se?or Presley no se hab¨ªa movido de California o de Tennessee o de Missouri, lo mismo daba, no hab¨ªa puesto el pie en M¨¦xico ni por tanto en Acapulco, y quien hab¨ªan entrevisto o visto los turistas y los acapulque?os -o como se llamen- durante aquellos d¨ªas de febrero era s¨®lo uno de sus numerosos dobles, tanto o m¨¢s necesarios que nunca en esta producci¨®n dado que el personaje que interpretaba el cantante, a fin de superar el mal trago de haber dejado caer desde el trapecio a su hermano con el consiguiente descalabro moral para ¨¦l y f¨ªsico para el hermano volante -totalmente siniestrado-, deb¨ªa arrojarse al Pac¨ªfico desde lo alto de los brutales acantilados de La Perla en la escena final o m¨¢s bien prefinal de Diversi¨®n en Acapulco, un t¨ªtulo, desde luego, para conseguir el cual nadie se devast¨® el cerebro. Esa fue la versi¨®n oficial del paso de Presley por M¨¦xico o m¨¢s bien de su falta de paso; a¨²n perdura, por lo que veo, y hasta cierto punto es comprensible. 0 quiz¨¢ es m¨¢s simple, quiz¨¢ es que nunca hay manera de borrar lo dicho, sea verdadero o falso, una vez que se ha dicho: las acusaciones y las invenciones, las calumnias y los cuentos y las fabulaciones, desmentir no es bastante, no borra sino que se a?ade, antes habr¨¢ mil versiones contradictorias e imposibles de un hecho que la anulaci¨®n de ese hecho una vez relatado; los ment¨ªs y las discrepancias conviven con lo que refutan o niegan, se acumulan, se agregan y Jam¨¢s lo cancelan, en el fondo lo sancionan mientras se siga hablando, lo ¨²nico que borra es callar, y callar prolongadamente.
Han transcurrido treinta y tres a?os de aquello y hace ya dieciocho que muri¨® el se?or Presley, est¨¢ bien muerto aunque lo conozca a¨²n todo el mundo, y se lo escuche y se lo eche en falta. Y lo cierto es que yo lo conoc¨ª en carne y hueso y estuvimos en Acapulco, ya lo creo que estuvimos y estuvo y estuve, y tambi¨¦n en Ciudad de M¨¦xico, a donde volamos m¨¢s de la cuenta en su avi¨®n privado, viajes de horas, intempestivos, estuvo ¨¦l y estuve yo, yo durante m¨¢s tiempo, demasiado tiempo o se me hizo tan largo, el tiempo de las persecuciones dura como ning¨²n otro porque cada segundo es contado, uno, dos y tres y cuatro, a¨²n no me han alcanzado, a¨²n no me han degollado, aqu¨ª sigo y respiro, uno, dos y tres y cuatro.Continuar¨¢
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