La Tour, Georges, Lipp y Mar¨ªas
Apenas la imaginaci¨®n dibujar¨ªa otro escenario como Par¨ªs para comer, beber, etc¨¦tera. Hace tres d¨ªas, Par¨ªs era, m¨¢s a¨²n, la ciudad m¨¢s bella del mundo porque estaba desierta. Y no es que nos alistemos a "Par¨ªs..., si no fuera por los parisienses": ?Qu¨¦ sentencia tan vulgar y facilona!; Par¨ªs lo han hecho los parisienses, y ya est¨¢. Luego, cada cual, en escenario tal, realiza, vive, alborota o se enamora. Para nosotros, cuando el tiempo es escaso, Par¨ªs es dos tri¨¢ngulos de oro: uno tiene sus tres v¨¦rtices en pleno Saint Germain des Pr¨¦s. Uno es el caf¨¦ de Flore, en el bulevar Saint Germain, a la altura de la iglesia de dicha arteria mundialmente conocida; la maravilla del caf¨¦ es la sustancia de sus paredes, espejos, muebles, de la mirada desvanecida de sus gentes: es un siglo de vida y de recuerdos; ahora acaba de publicarse El siglo del caf¨¦ de Flore, donde hace 50 a?os Sartre y Simone de Beauvoir rezaban su existencialismo y donde, hoy, se citan los homosexuales con un estilo y los turistas de toda la tierra que comen un bocao. El otro v¨¦rtice, justo saliendo a la izquierda, es la librer¨ªa La Hune; este dep¨®sito de aventuras y de sabidur¨ªa almacenadas en miles de libros es la librer¨ªa mas c¨¦lebre del mundo; abierta de diez de la ma?ana a doce de la noche; cualquier hambriento, en cuanto llega a Par¨ªs, se escurre con ansia hasta dar en La Hune: es el cogollo profano y m¨ªstico de la cultura literaria francesa, que, con la cultura gastron¨®mica, forma parte de la cultura gemela de este pueblo. ?Y qu¨¦ sorpresa!: todo el escaparate de La Hune dedicado a Javier Mar¨ªas, 14 libros y macrofotocopias de cr¨ªticas y art¨ªculos que lo elevan a las cimas que, quien conozca a los franceses, sabe que s¨®lo se reservan para ellos cuando se trata de imitar a Marcel Proust; el responsable del lugar nos confirm¨® "el espect¨¢culo ¨²nico de Mar¨ªas" y que tambi¨¦n vende mucho a V¨¢zquez Montalb¨¢n y a Juan Mars¨¦. El tercer v¨¦rtice de mi tri¨¢ngulo es Chez Lipp, justo enfrente, una joya arquitect¨®nica de la belle ¨¦poque que, desde hace 80 a?os, da de comer y beber los cuatro platos tradicionales franceses, bien elaborados y baratos a partir de la carest¨ªa parisiense para la esmirriada peseta espa?ola; Chez Lipp es como decir en Madrid Casa Lucio: un comer honesto y, como vecino de mesa, G¨¦rard Depardieu, por ejemplo.El segundo tri¨¢ngulo de oro es un paraje no lejano del primero: el v¨¦rtice ¨¦pico es el m¨¢s antiguo restaurante del mundo, La Tour d'Argent, el sexto cielo, porque est¨¢ en el sexto piso y desde sus ventanales se percibe el para¨ªso que son los otros dos v¨¦rtices, esto es, La isla de San Luis y La iglesia de Notre Dame. S¨®lo por ser recibido por Claude Terrail, que estudi¨® en la escuela de Pr¨ªncipes de Viena cuando era chico, no es posible ir al cielo de siempre (interrogante) sin haber vivido el ¨¦xtasis desde La Tour. No es barato, claro.
Y para comer a precio de todos los d¨ªas: Allard (41, Rue St. Andr¨¦ des Arts), que fue el bistrot de Par¨ªs, y a¨²n le queda. La brasserie Bofinger (7, Rue de la Bastille), la m¨¢s fant¨¢stica, donde Dal¨ª hac¨ªa manitas con Gala en sus tiempos. Chez Georges (1, Rue Mail) dice lo que es la comida de siempre de un pa¨ªs que sabe comer, beber y dem¨¢s.
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