Cogida de C¨¦sar Rinc¨®n

Los carteles anunciaban concurso de ganader¨ªas ?qu¨¦ bien! Las corridas de esta clase son una gozada para el aficionado. Se cuida la suerte de varas y se procura lucir al toro. Nos las promet¨ªamos muy felices.Pero el gozo se cay¨® al pozo. Concurso, s¨ª, pero de bichos mansos, de feo estilo, complicaditos. Y el primero de la tarde se llev¨® por delante a C¨¦sar Rinc¨®n. El toro hizo una pelea dif¨ªcil, siempre huido, exageradamente abanto. Se entabler¨® en toriles y el colombiano se lo llev¨® con pases de tir¨®n a los medios. All¨ª le ofreci¨® con desconfianza la puntita de la muleta. El toro no hizo caso del enga?o colorado y se fue derecho a buscar al torero, al que levant¨® en vilo para pisotearlo despu¨¦s, tir¨¢ndole hachazos. C¨¦sar lo mat¨® de un pinchazo y media atravesada y se fue a ver al doctor. Se libr¨® del resto de la encerrona.

Despu¨¦s, ni toros puestos debidamente en suerte, ni asomo de intenciones de buscar el lucimiento de las reses. Y siguieron saliendo mansos. S¨®lo se dej¨® torear el segundo y Ponce lo aprovech¨® para hacer la faena de siempre. Pr¨®logo de muletazos de tanteo, dos tandas de derechazos, la segunda gust¨¢ndose y poni¨¦ndose bonito, pases con la izquierda muy discretitos, cambios de mano y pl¨¢sticos ayudados por bajo, con innecesaria prolongaci¨®n de la faena. Despu¨¦s de pinchar le atiz¨® una estocada que asom¨® por la tripa. Y se produjo la extra?a paradoja. Petici¨®n mayoritaria, oreja y, seguidamente, bronca estrepitosa. Ponce rechaz¨® la oreja y se neg¨® a dar la vuelta al ruedo. Cosas de la afici¨®n de Colmenar.

En el toro del colombiano intent¨® su faena habitual y al final lo tuvo que machetear. Mat¨® al sexto, al alterarse el orden de lidia, y en esta ocasi¨®n estuvo aseadito, con mucho empleo del pico, pero el toro cabeceaba en exceso y el torero aliger¨®.

Rivera Ord¨®?ez tuvo tambi¨¦n su torito manejable, que le permiti¨® conseguir una orejita. Todo en diminutivo, porque el animalito era un becerrete. Con ¨¦l hizo de Jesul¨ªn, con parones, intentos de pase de la tortilla, circulares de espaldas y el adorno del tel¨¦fono. Alg¨²n natural le sali¨® mand¨®n y profundo y, entonces, como era de esperar el bichito se call¨®. Nada de lo que hizo tuvo importancia, claro.

Pero gust¨® tanto a las quincea?eras, que un peque?o ej¨¦rcito de ni?as gritonas y aspaventeras apareci¨® en la arena para comerse a besos al joven Rivera. No tuvo m¨¢s remedio que interrumpir la vuelta al ruedo y refugiarse en el callej¨®n. Un espect¨¢culo bochornoso, que avergonz¨® a las damas sensatas del tendido.

Se fue amparado por la Guardia Civil, que le tendi¨® un c¨ªrculo protector para salvarlo del acoso sexual de las admiradoras. No se puede ser tan guapo.